Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 14 de agosto de 2002
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Política

Se agotan recursos jurídicos para salvar del pabellón de la muerte a Javier Suárez

La Junta de Perdones de Texas niega petición de clemencia y rechaza que se aplace la ejecución

Los abogados insisten en señalar la violación de derechos de que fue víctima el condenado

ELENA VEGA ESPECIAL PARA LA JORNADA

Livingston, Tex., 13 de agosto. La Junta de Perdones y Libertad Condicional de Texas rechazó hoy la solicitud de clemencia para el mexicano Javier Suárez Medina con una votación de 17 a cero.

Con la petición se buscaba conmutar la pena de muerte por una condena de prisión perpetua. La junta también negó un aplazamiento de 90 días para la ejecución.

Los abogados de Suárez Medina y el gobierno de México señalan que se debe otorgar clemencia al mexicano, dado que en su juicio se violaron los términos de la Convención de Viena sobre relaciones consulares, acuerdo internacional firmado por México y Estados Unidos.

Adicionalmente, los defensores sostienen que un testigo mintió durante la fase penal del juicio y se ignoró el hecho de que Suárez Medina no contaba con antecedentes penales.

El presidente Vicente Fox pidió al gobernador de Texas, Rick Perry, su apoyo para detener la ejecución. También el gobierno mexicano solicitó a la Corte Suprema de Estados Unidos la revisión del caso.

Ultimas horas de un condenado

En tanto, Javier Suárez Medina fue despertado hoy a las tres y media de la madrugada para tomar su desayuno. A esa hora se sirven los primeros alimentos en esta prisión, donde viven 457 prisioneros condenados a muerte, 17 de ellos mexicanos.

Hoy fue un día especial para Suárez. Dada la proximidad de su ejecución pudo recibir visitas durante ocho horas. No obstante, como siempre, no fueron de contacto. Suárez no pudo tocar a su mamá, ni a su papá, ni a sus hermanos, ni a sus abogados, a nadie.

El miércoles, día de su ejecución, Suárez podrá recibir visitas por cuatro horas más. Posteriormente será trasladado al poblado de Huntsville, donde se encuentra la cámara de la muerte y donde después de las 18 horas, si no sucede otra cosa, será ejecutado.

En Huntsville será registrado, se le tomarán huellas y se le colocará en una celda en donde podrá hacer unas últimas llamadas telefónicas. Después podrá recibir la visita de un sacerdote, a quien tampoco podrá tocar.

Alrededor de las 16 horas Suárez Medina tendría el derecho de tener su última comida. No obstante, de acuerdo con información de la prisión, el condenado decidió no solicitar los últimos alimentos.

Después, alrededor de las 18 horas, será trasladado al lugar donde morirá amarrado a una camilla.

Hace unos meses La Jornada fue invitada a esta prisión, donde pudo observar la vida cotidiana de los reos. Esta es la última parada para los prisioneros del pabellón de la muerte y el último lugar en el que estarán 17 mexicanos antes de morir.

En esta fortaleza de concreto los días son largos, aburridos y cansados. Suárez Medina, con el resto de sus compañeros, tiene una celda para él solo. Ahí, en un reducido espacio de no más de tres metros cuadrados, pasa 23 horas al día.

El cuarto cuenta con un inodoro de metal y un lavabo pequeño. La cama metálica es estrecha con un delgado colchón encima.

Tras el desayuno, Suárez Medina espera a que den las seis de la mañana para salir al baño diario y al recreo, su actividad favorita.

Sale de su celda esposado por la espalda. Tras su baño es trasladado a la zona de recreación, que consiste en una celda muy parecida a una jaula de zoológico con barrotes altos y con un domo en el techo a través del cual los prisioneros pueden ver un pedazo de cielo.

El recreo es individual, los presos pueden jugar baloncesto solos, hablar a gritos con los compañeros de las celdas cercanas o caminar en este espacio, que es el más grande al que tendrán acceso por el resto de su vida.

En promedio, cada uno de los prisioneros condenados a muerte permanecerá en estos solitarios y reducidos espacios por alrededor de diez años antes de ser ejecutados. Durante esos 250 meses -en promedio- el preso estará solo en su celda de 3 por 1.5 metros.

"Nuestra principal preocupación es este aislamiento y lo que provoca a los prisioneros. Ellos están ahí esperando ser ejecutados y nosotros pensamos que esto es inconstitucional, está en contra de la octava enmienda de la Constitución, que prohíbe los castigos crueles", dijo David Atwood, representante de la Coalición de Texas para la Abolición de la Pena de Muerte.

La mayoría de los condenados a muerte que habitan esta prisión, llamada Unidad Polunsky, pueden recibir una visita semanal de dos horas en la que no se permite el contacto físico.

Los prisioneros condenados a muerte no pueden tocar a nadie, ni a sus familiares, ni a los compañeros en prisión, ni a los guardias, ni a los abogados. El contacto humano no existe para los habitantes de este lugar.

Las celdas sólo cuentan con dos ventanas verticales muy estrechas colocadas en la puerta a través de las cuales se puede ver parte de los pasillos del edificio. También hay otra ventana en cada celda que brinda una breve imagen del exterior. Está ubicada en la parte más alta de una de las paredes y mide unos 80 centímetros de ancho por 8 de alto.

Para asomarse los prisioneros tienen que enrollar su colchón sobre la cama metálica y subirse en él. Dependiendo de la ubicación de la celda, los prisioneros pueden ver un poco de jardín de la prisión, una pared, un enrejado y, en ocasiones, el vehículo que habrá de llevarlos a la cámara de la muerte (death chamber) para su ejecución.

Conocida como Unidad Polunsky, la prisión se encuentra en el poblado de Livingston, a unos 120 kilómetros de la ciudad de Houston. Esta fortaleza sustituyó la conocida Unidad Ellis, en Huntsville, que fue casa de los presos condenados a muerte de 1965 a 1999. La cámara de la muerte permanece en Huntsville.

"Esta es la antesala de la muerte, esta es la última parada. Aquí es donde están las personas que no tienen nada que perder", explicó Larry Todd, un funcionario de relaciones públicas de la prisión.

La seguridad es extrema, reja tras reja y puerta tras puerta todo se abre con complejos sistemas electrónicos que tienen que ser sincronizados entre los guardias. Nadie en esta prisión carga armas de fuego, ni los policías, ni los guardias... nadie. Esta es otra medida de seguridad.

Los celadores portan otro tipo de armas, como el gas pimienta, y todos ellos usan chalecos protectores para ataques con armas punzocortantes.

Durante el verano, las celdas de los presos son refrescadas con aire procesado, no acondicionado. La temperatura, por lo general, no baja de los 30 grados centígrados.

Aquí vive Javier Suárez Medina y de aquí saldrá este miércoles en su último viaje hacia Huntsville, donde sino no sucede otra cosa será ejecutado con una inyección letal.

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