viernes 16 de agosto de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Entrepanes

Réplica

n Alejandra Fonseca

Mi artículo de hace tres semanas "¿Cuántos como Pagán, quiénes como él?" causó enojo en un asiduo lector de La Jornada grande -don Arturo-, argumentando que en el caso de Pagán, en la de Oriente, "ha privado la amistad más que la información veraz... (donde) la señora Fonseca debería permitir el espacio a la información más que a sus veleidades que al público poco o nada le importan", aunque se manifestó "contra la arbitrariedad, el abuso, la intolerancia, la corrupción y los atropellos policiácos disfrazados de procedimientos judiciales que los aparatos del poder usan contra derechos inviolables".
Comentó que "el lector (que) acusa más información, se topa con opiniones llenas de superficialidad" y me acusa de endiosar al médico Pagán por señalarle atributos como si fueran de su exclusiva propiedad, además de señalarlo (a Pagán) como arrogante y lambizcón para lograr canonjías.
En respuesta a éstos y otros señalamientos que hace hacia Pagán y a mi persona, escribo estas líneas que por sí solas se explican:
Estimado don Arturo: Tiene usted razón en señalar que todos estamos en la oscuridad en referencia al caso de Pagán, sobre todo porque no tenemos acceso a elementos objetivos de juicio. El impacto provocado por la noticia -a sus amigos y conocidos- de su expulsión y el proceder de la delegada, nos hizo, Ñcomo todo ser humano que se siente ofendido y de toda comunidad que se sabe acorralada por la vulnerabilidad de uno de sus miembros- , ser ciegamente solidarios. En mi caso, no soy amiga personal de Pagán, sino de su esposa e hijos, pero sé del trabajo que ha realizado por un sector del que he vivido ocupada durante 15 años y medio, el de la población infectada de VIH/Sida. Sobre todo de la población jodida, perdón por la vulgaridad, de la que nadie se ocupa y mucho menos atiende. De estas personas, con quienes he tratado y conocido mucho antes que el doctor Pagán llegara a Puebla a atenderlos, conozco lo suficiente para saber -y compartir- sus sufrimientos, sus contradicciones, sus escuálidas esperanzas, y la manera en como nos ven -me incluyo-, a quienes nada tenemos que ver con su forma de ser y padecer, pero, sin embargo, estamos de una manera solidaria y sincera en su cotidianidad.
De esto, don Arturo, sí puedo hablar con conocimiento de causa. En este rubro, Pagán ha hecho mucho en tres años en Puebla en la UAP. Hay quienes investigan el VIH/Sida, hay quien lo estudia, pero tratar directamente de forma cotidiana con estos seres que tuvieron la desgracia de contraer esta terrible enfermedad que nadie merece, -por mucho que para algunos pueda ser condenable la forma en que se adquirió-, somos pocos, -me incluyo nuevamente, escasos, diría yo, y todavía menos quienes nos acercamos y convivimos sin prejuicios, con bondad y humanismo, pagando el costo social que esto implica. Eso don Arturo, es lo que considero Pagán ha hecho por gente que supongo usted nunca ha tratado ni ha tenido cerca.
Desde luego que no considero a Pagán, dios, como usted lo plantea. Mi concepto de dios no es en singular, ni mucho menos tan frágil. Nosotros somos seres humanos en una lucha que no termina, somos vulnerables, siete veces siete propensos al error. Pagán es un ser humano que se ha preocupado y ocupado en brindar calidad de vida a las personas que contrajeron esta enfermedad, con el conocimiento, los recursos, la cobertura y la experiencia que pocos tienen. También como usted lo menciona, con arrogancia, soberbia y todo lo que usted pueda añadirle. Pero, ¿quién no es soberbio? ¿quién no es volátil?, ¿quién sienta los pies en la tierra sucia? Nadie, señor, nadie...
Tengo la fortuna, como usted la ha de tener también, de contar entre mis amistades íntimas a extranjeros que viven y trabajan en México. El sentir de esta comunidad se vio amenazada por el proceder de la delegada. A todos compete que el estado de Derecho no sea alterado ni violado en ningún miembro de nuestra comunidad. A todos compete, como usted bien propone, ser más objetivos y ajustarnos a la legalidad. Pero esto no está pelado con ser sensible y -la aberración- sentimentales.
Tiene usted razón que los amigos, si lo somos del afectado y/o su familia, estamos con él, indiscutiblemente. Que lo deseamos defender con nuestra enorme dosis de ignorancia y con mucho cariño; lo hacemos y nos lanzamos al ruedo asumiendo todo el riesgo que conlleva, como ser acusados de ignorantes, vulgares, de pobreza intelectual y académica, superficiales y todo lo que usted diga. Y es el caso, señor, que sí soy todo lo que usted ordena y manda, pero no me limite, no soy sólo eso, soy más que eso, incluyendo eso.
Don Arturo, la condición humana es muy desafortunada en ciertas situaciones. Todos somos soberbios, todos somos arrogantes, todos somos algo que a otros, y a nosotros mismos, no nos gusta. Si no, ¿qué sería del lado oscuro que todos llevamos en nuestro propio ser y el ajeno?
Usted y yo no tenemos el gusto de conocernos, y mucho menos de conocernos a profundidad, pero si algún día tuviera yo la fortuna de lograrlo, le aseguro que con el tiempo nos descubriríamos en la mirada del otro como iguales, con claroscuros sinceros y retorcidos, con pozos profundos llenos de estrellas y mierda. Pero si en su conocimiento de vida eso no procede ni cuenta, don Arturo, lo lamento, es lo que a mí me interesa conocer de la vida. Ojalá pudiera contar con sus comentarios de una manera más constante. Seres humanos como usted son valiosos para seres humanos como yo. Aprendemos, valoramos y nos ayudan a ser mejores de lo que somos.
Gracias por sus comentarios y si alguna de mis palabras lo ofendió, jamás ha sido mi intención. Por el contrario, agradezco que sea usted lector de una columna que sólo habla con groserías de la pobreza y vulgaridad que tiene la vida. Pero señor, a veces esto también hace falta, si no el mundo no sería mundo y usted y yo no nos hubiéramos encontrado, aunque sea por este medio.