Ojarasca 64  número 64  agosto 2002
veredas


Oaxaca en asedio

El 31 de mayo de 2002, un grupo de campesinos de Santiago Xochiltepec fue emboscado en el paraje de Agua Fría, en la Sierra Sur de Oaxaca. Murieron en el incidente 27 personas. Con la tesis del conflicto intercomunitario sin explicar en el imaginario político, se aprehendió a 17 habitantes del vecino Santo Domingo Teojomulco. Desde entonces, se ha impugnado esta versión y la gente insiste que los detenidos --entre los que estaban una señora de 69 años y varios jóvenes de 13 y 14 años-- son inocentes. El siguiente relato, producto de testigos presenciales que prefirieron el anonimato, da cuenta de una manifestación, ocurrida entre el 18 y el 22 de julio de 2002 en Oaxaca, y que entre otras demandas reivindica la inocencia de los teojomultecos y exige una investigación seria de los nefastos sucesos de Agua Fría.



Ojarasca, Oaxaca, Oax. 22 de julio. Este día 19 la tensión puso denso el aire de la capital oaxaqueña. La Guelaguetza, celebración que reúne a las siete regiones del estado, y el evento turístico más importante, era perturbado de alguna manera por la presencia de los teojomultecos en el zócalo. La Guelaguetza es una recuperación de las culturas indígenas de todo el estado. Es una celebración de indianidad, pero en su versión actual es una blanqueada de todas las crisis indígenas del estado. Una versión Walt Disney de la realidad. Los teojomultecos habían acampado en las más preciadas locaciones por los artesanos. Los artesanos debían haberse instalado una semana antes pero no pudieron debido a la presencia de la gente de Teojomulco. El gobierno del estado no quiso intervenir, con lo cual propiciaba una confrontación potencial, entre los artesanos y los teojomultecos.

Era jueves. Los artesanos se presentaron y trataron de tomar el espacio por la fuerza, sin que policía alguno estuviera a la vista... por lo menos uniformado. Podía ocurrir una confrontación. Los teojomultecos no estaban preparados pero reaccionaron con rapidez. Se tomaron de los brazos y cerraron el espacio en silencio, dejando dentro a algunos artesanos e impidiendo el paso del resto. De inmediato, los coordinadores de la Coordinadora Oaxaqueña Magonista Popular Antineoliberal (COMPA), que aglutina a unas doce organizaciones opositoras e independientes de Oaxaca, organizaron reuniones con los artesanos y se llegó a un acuerdo, horas después, logrando desactivar una situación explosiva sin la intervención policiaca. Entre los campesinos y los artesanos el pacto fue que cada grupo ocuparía la mitad del espacio.

El viernes 20, las delegaciones de unas 300 comunidades oxaqueñas comenzaron a arribar al zócalo oaxaqueño, en apoyo a Teojomulco y a las demandas de COMPA. El mismo día, más teojomultecos se dirigieron al norte de la ciudad, y encararon a la policía en un punto de revisión situado estratégicamente.

La noche de ese viernes por lo menos 2 mil personas llegaron. Suponiendo que podía haber represión, la COMPA coordinó comités para asumir las tareas del fin de semana y la seguridad de los participantes. Ya entrada la noche, ocurrió un plantón espontáneo. El ruido y la gente eran tales que el gobernador Murat llamó y dijo que se dialogara de inmediato. Para la mañana del sábado no había diálogo aún y los contingentes continuaban llegando. Entonces se organizó un bloqueo de cuatro horas en 16 calles aledañas al zócalo, lo que significó establecer un cordón en un cuadrado en torno a la plaza, con un radio de dos cuadras. El bloqueo duró tres horas: no pasaba ningún carro y a los peatones se les daban volantes en español y en inglés; se les pedían donaciones. El diálogo no ocurría.

Para la noche del sábado 21 eran ya 3 mil los manifestantes. Llegaron a la plaza unos 1 500 efectivos policiacos, con máscaras anti gas, escudos, rifles y lanza granadas de gas lacrimógeno. Los manifestantes se enfilaron directo hacia ellos: en frente y atrás, hombres con machetes y palos que hacían resonar contra los postes de teléfono y las cercas de metal. Las mujeres y los niños al centro, protegidos. La marcha se detuvo frente al cerco policial desde el que se lanzaron chorros de agua. Los perros entrenados ladraban, los rifles estaban listos. Los coordinadores de COMPA dijeron al negociador gubernamental que no tenían intención de retirarse hasta que se hubiera planteado un diálogo real con el gobierno y advirtieron que avanzarían de no llegarse a un acuerdo; que interrumpirían los eventos televisados de la Guelaguetza. El policía tomó el teléfono y llamó al gobernador. Pidió media hora para dar respuesta. En ese lapso, un infiltrado --después identificado como policía de tránsito por algunos manifestantes-- soltó cinco latas de gas lacrimógeno en el sitio donde se hallaban las mujeres y los niños, al momento en que otra brigada entraba a la intersección norte de la plaza, lo que dejaba sólo un callejón de salida por el sur. (Se dice que a la vuelta de ese punto sur había otro grupo policiaco esperando sellar el área.) Las mujeres y los niños aguantaron sin moverse, animados por los hombres que se movieron para disolver el gas. Muchas mujeres se desmayaron y varios quedaron heridos en la confusión, pero la plaza se mantuvo. Comenzó una gritería exigiendo la llegada de ambulancias de inmediato. Al llegar éstas, el gobernador telefoneó y acordó reunirse con COMPA a las siete de la mañana del domingo. Las tropas se retiraron y la gente regresó a la plancha del zócalo.

Al momento en que daban inicio las sesiones de diálogo comenzó otra movilización porque quince activistas de compa que habían ido a volantear al evento principal de la Guelaguetza fueron golpeados y apresados. El primer punto de la orden del día fue exigir la liberación de los activistas, lo que se concedió de inmediato. El segundo punto fue la liberación de los presos de Teojomulco acusados de la matanza de Agua Fría, considerados inocentes pues tienen pruebas de haber estado en tequio (o en la escuela) al momento del crimen. La lista de 13 demandas principales conllevaba en realidad unas 300, desde agua y escuelas hasta el desmantelamiento de los grupos paramilitares. Las pláticas duraron diez horas. Murat accedió a abrir una nueva investigación que determinara si podía liberarse a los presos. COMPA declaró que no confiaban en él por lo que lo emplazaron a liberar a los presos en el lapso de dos meses o se bloquearían todas las entradas a la entidad. Que recordara que los contingentes presentes eran sólo delegaciones de las comunidades. Las delegaciones abandonaron Oaxaca hacia las 6 de la mañana del lunes 22 de julio. Los teojomultecos permanecieron ahí.
 
 

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Acuarela de Leticia Ruifernández. Oaxaca,Oax.


 



Leticia Ruifernández, Oaxaca, Oax: En esta ciudad hay casi siempre un lapso de tiempo o de espacio para pasar de los unos a los otros. Extrañamente, los días pasados (alrededor del 19 de junio) estaban traslapados unos con otros: sentirlo fue dramático.

El zócalo no era uno. Eran campamentos habitados por mundos distintos ocupando la misma plaza. Creaban un lugar los campesinos, la gente de las comunidades. Todos. De todas las edades. Por otro lado los artesanos, que esperaban vender sus artículos al aluvión de turistas que llegan a los espectáculos de la Guelaguetza.

Sin mediación se pasaba de un mundo a otro. Del despliegue de color y brillo de las artesanías a la oscura tensión y el descontento de los acumulados en la plaza, venidos todos desde sus lugares. Una cocina comunitaria, hules colgados y muchas personas bajo los arcos. Pintadas las paredes sucias con sus palabras. La determinación clavada en los rostros.

En medio de la seriedad compartida, la sorpresa de ser tantos, tan juntos.

Con un megáfono se informaba lo que iba ocurriendo. Se convocaba a escuchar las guitarras o se pedía organización para las tareas.

Los restaurantes alojados en las otras arcadas del zócalo seguían recibiendo visitantes.

En el suelo, del otro lado, dormían hombres de Teojomulco, jugaban niños de Agua Fría, bordaban mujeres de algún lugar oxaqueño.

En las pláticas cada cual narraba su drama particular: la muerte de un familiar, el despojo, las amenazas, el abandono.

Cada uno tenía un sufrimiento surgido de la injusticia, una queja propia, un reclamo. Sólo todos esos dolores unidos podían hacernos oír su descontento. Al ser escuchados, comenzaba de nuevo la esperanza de ser.
 
 

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