Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 24 de agosto de 2002
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Cultura

REPORTAJE /MUSICA CONTRA LA BARBARIE

Jóvenes músicos comparten ''sueños'' con Barenboim

Mensaje para pacificar el conflictivo Medio Oriente

''Gestos culturales, artísticos y humanitarios como el taller de música impartido por Barenboim, en Sevilla, es la única forma de que podamos lidiar con este aspecto irracional de nuestra sicología: el temor de no aceptar al otro''

ARMANDO G. TEJEDA ENVIADO

Sevilla, 23 de agosto. En un páramo andaluz rodeado de olivos, lejos del estruendo de las bombas y la angustia de los campos de refugiados, un grupo de jóvenes músicos árabes y judíos, al compaz de la batuta del maestro Daniel Barenboim, interpretan las notas de la paz. Siembran la semilla de ''algo nuevo" para desterrar de sus países la barbarie de la guerra.

Palestinos, sirios, judíos, jordanos y egipcios se congregaron durante tres semanas en torno de la música, pero de la que además reverbera una insistente y sonora nota: la de la paz, que se ha convertido en el mensaje al mundo de esta orquesta de 80 jóvenes, pero sobre todo en su aprendizaje individual, en la constatación de que la convivencia entre pueblos históricamente enfrentados es posible.

Son músicos en los comienzos de su carrera, algunos virtuosos, que comparten un ''sueño" y una ''convicción" con el director de orquesta y pianista argentino de origen judío: el sueño, la pacificación definitiva del enclave más violento del orbe, Medio Oriente; y la convicción de que con esta experiencia contribuyen a crear algo nuevo, a sembrar la semilla de una nueva convivencia basada en el respeto y la tolerancia.

Los bombazos están lejos pero su estruendo no deja de ser estremecedor en la improvisada sala de ensayos de La Landeta, ex seminario de la localidad de Pilas, a unos 30 kilómetros de Sevilla, que se convirtió desde el pasado 8 de agosto en el escenario de este laboratorio de la paz, que ''a lo largo de sucesivas ediciones ha demostrado que el empleo de la música es una forma idónea para romper barreras hasta ahora consideradas insalvables y tender puentes de aproximación que posibiliten en un futuro la existencia de espacios sociales compartidos".

El West Eastern Divan, como llamaron hace cuatro años a ese proyecto ''cultural y humanitario" el propio Barenboim y el intelectual palestino Edward Said, sus creadores, llega así a su cuarta versión, en un año particularmente violento en Medio Oriente, por lo que se mantiene incólume el espíritu de su carta fundacional:

''Trascender la dimensión puramente musical para erigirse en foro de diálogo y reflexión en torno del problema palestino-israelí, dando cabida a las inquietudes y reflexiones de nuevas generaciones de artistas llamados a participar de manera activa en el futuro político y cultural de esos pueblos."

Sevilla, ''único sitio del mundo en el que judíos, árabes y cristianos vivieron en armonía durante siete siglos", fue el lugar elegido para continuar con el proyecto, que en sus dos primeras versiones fue acogida por laBarenboim 4 ciudad alemana de Weimar y la tercera en Chicago, al ser el propio Barenboim director de la Opera Estatal de Berlín y de la Orquesta Sinfónica de Chicago. En esta ocasión participaron el gobierno andaluz y la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo.

Los 80 músicos participantes en el taller proceden de todos los países árabes en conflicto y, por supuesto, de Israel; ellos están marcados, de alguna u otra forma, por la guerra, única realidad en la que han podido ver a sus naciones desde que llegaron al mundo, pues el más joven sólo tiene 13 años y el mayor apenas supera los 25. Muchos de ellos prefirieron mantenerse al margen de los micrófonos y, sobre todo, de las cámaras de televisión ante el temor de las previsibles repercusiones que su participación en este taller podría tener en sus vidas, que van, según ellos, desde las amenazas de muerte hasta el boicot a su carrera profesional.

Saleem Abboud Ashkar, pianista palestino de 26 años, que interpretará junto con el también pianista, pero de origen judío, Shai Wosner, y con Barenboim, el Concierto para tres pianos, de Wolfgang Amadeus Mozart, explicó a La Jornada sus experiencias y aprendizajes en este taller del que también se considera fundador por haber participado en las versiones precedentes:

''En el terreno estrictamente musical ha sido una experiencia extraordinaria y muy intensa, pero en cuanto al aspecto cultural o político de este proyecto, significa algo más que un símbolo; creo que los símbolos, como tales pueden resultar vacuos, por lo que prefiero entenderlo como el inicio de algo. En nuestro conflicto, el de Medio Oriente, hay una serie de aspectos que son estrictamente racionales y muy prácticos: la tierra, los campos de refugiados, etcétera.

''Pero la parte fundamental, la esencial de este largo enfrentamiento, según mi punto de vista, no es racional sino que se basa en prejuicios y temores sicológicos. Creo que esta parte del conflicto sólo se puede remediar con gestos culturales, artísticos y humanitarios como éste, es la única forma de que podamos lidiar con este aspecto irracional de nuestra sicología: el temor de no aceptar al otro, pues en situaciones difíciles la gente se va hacia el extremo y a la negación del otro."

Ashkar, que en el ex seminario dedica al menos 10 horas al día a ensayar el que será seguramente el concierto más relevante de su corta carrera musical, añadió que con este taller ''iniciamos algo nuevo que posiblemente en el futuro se convierta en cotidiano, pues la convivencia pacífica entre árabes y judíos es nuestro sueño, que un día este tipo de talleres no sean del interés de los periodistas porque serán algo habitual. Creo además que Daniel Barenboim es una de las pocas personas que intenta hacer algo así y para ello se necesita mucho coraje".

Shai Feldfogel toca el trombón, es israelí, y a sus 19 años aspira a alcanzar con su instrumento un acorde ''tan bueno como una perfecta capella". Vive en Tel Aviv y asegura que la convivencia con sus compañeros ''ha sido muy buena, no ha habido ningún problema; al contrario, hemos aprendido mucho de Barenboim y de nosotros mismos. Es muy útil que se reúnan personas de nuestros países, desafortunadamente en conflicto, y ver que somos iguales, pues nosotros no vamos a solucionar nada, pero sí creo que es el inicio de algo que tiene como esencia un mensaje de paz".

Mohamed Saleh toca la viola, tiene 21 años y es originario de Egipto: ''Ha sido una experiencia muy útil para mi educación no sólo musical sino también personal, pues he conocido nuevas personas de Israel, España o Siria, que además de tocar muy bien, algunos se han convertido en verdaderos amigos. Pero nosotros deseamos tocar música, no queremos que haya más problemas en Medio Oriente ni en nuestros países y que finalice la guerra, porque ésta es terrible para todos, para ambos lados, los vencedores y los vencidos.

''Vivir en paz, con buenas relaciones y comunicaciones, es lo mejor que puede haber. Sin sangre, pues al final nadie gana en los conflictos, sólo se mata a la gente y esto creo que no es humanitario."

Karim Said, palestino y sobrino de Edward Said, es un pianista que a sus 13 años confiesa ''haber aprendido mucho, sobre todo de música", si bien en cuanto al aspecto político prefiere ''no opinar", remitiéndose a lo suscrito en la carta fundacional del taller que imparte Daniel Barenboim.

Mariam Nahapetian, violinista de 13 años, cristiana y de origen armenio, también manifestó su opinión: ''Lo que más me ha gustado es el entusiasmo de la gente y eso te da ánimos para dar más de nuestra parte, no sólo en la música, sino en todo lo que hacemos en la vida. Además de que buscar la paz en Oriente Medio me parece muy humanitario, aunque es difícil cuando hay terreno y política por delante, pero aquí la gente también ha aprendido a respetar, a tolerar y aprender de los demás".

Keren Somech, israelí, de 23 años y violonchelista, sostiene que ahora '' me gustaría poder tocar con esta misma orquesta en mi país, pero esto no es posible, pues no creo que la gente de Israel aceptaría, y esto es una prueba suficiente del cariz del conflicto. Este taller es una semilla que tiene mucha importancia para mí y para todos nosotros, aunque no creo que este mensaje de paz sea bien recibido en nuestros países."

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