Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 1 de septiembre de 2002
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Historia de un yucateco que conoció la pobreza y el éxito

Adolfo Ojeda: de campesino a ingeniero de la NASA

Inquieto, dice tener todavía un sueño pendiente: trabajar para el gobierno mexicano en el área de la tecnología, su especialidad

LUIS A. BOFFIL GOMEZ CORRESPONSAL

Merida, Yuc., 6 de agosto. De la milpa al espacio. Así podría resumirse la vida de Edward Ojeda Adams, el único yucateco que trabaja desde hace 23 años en la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos, y que no oculta que, cuando era niño, tuvo que trabajar las áridas y pedregosas tierras del Mayab.
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Nacido el 6 de febrero de 1945, en Dzidzantún, un pueblo marginado y ubicado al oriente de Mérida, Adolfo Ojeda Montalvo (su nombre original) conoció la pobreza, pero su deseo de superación fue su mayor aliciente.

En julio pasado, de vacaciones por su tierra, Ed Adams (como mejor se le conoce) relató parte de su existencia.

Casado hace 30 años con la estadunidense Wanda, con quien procreó dos hijas (Clarisa y Dawn), Ed Adams recuerda que estuvo a un paso de abandonar su afición por las cuestiones espaciales cuando una súbita embolia postró a su padre, Adolfo Ojeda Santoyo, y él, como cabeza de familia, para subsistir se dio a la tarea, junto con su madre, Dolores Montalvo Perera, de cosechar hortalizas y fibra de henequén en su pequeña parcela.

No obstante, la suerte le deparaba algo mejor. A los 14 años, atraído por los descubrimientos del científico alemán Werner Von Braun, conoció a un profesor en su pueblo que le impartió clases nocturnas hasta que le presentaron a un ministro de la Iglesia presbiteriana, quien lo apoyó para que cursara estudios de primaria y secundaria en el Colegio Americano de Mérida, uno de los planteles más respetados e influyentes en la entidad.

Ed continuó sus estudios con tenacidad, algo que no pasó inadvertido para míster Riddering, entonces director del colegio. El joven recibió entonces una invitación de su maestro para irse con él a Estados Unidos, y no lo pensó dos veces. Cursó estudios de preparatoria en Pontiac, Michigan y en Carolina del Norte.

A los 18 años retornó a Yucatán e ingresó al Instituto Tecnológico de Mérida, pero no le avalaron sus estudios realizados en Estados Unidos, y al no tener más remedio tuvo que recursar la preparatoria.

"No me avergüenzan mis orígenes"

"Sí, fue difícil la situación que enfrenté académicamente, pero afortunadamente conocí a un sacerdote estadunidense llamado Thomas, que también formó parte de mi superación personal", dice.

Después de ingresar al Instituto Tecnológico de Mérida y estudiar allí un par de años, regresó al país vecino para culminar su "sueño americano".

"Yo fui muy pobre, no me avergüenzo de mis orígenes, así que le metí ganas y culminé mis estudios profesionales en la Universidad de Auburn, siempre con excelentes promedios", argumenta.

Ya casado, la vida de Ed Adams transcurrió tranquila y con éxitos en la parte profesional. Ocupaba su tiempo dando clases a "niños superdotados" y, realmente, "me sentía bien".

Pero algo le faltaba. Se enteró que la NASA necesitaba personal y decidió presentarse. Después de una serie casi interminable de exámenes, ingresó a la famosa "caja de los sueños espaciales".

Así que, desde 1980, el yucateco Adolfo Ojeda Montalvo pertenece a la NASA, donde desempeña cargos importantes en la direccción de ingeniería.

Ingeniero en Aeronáutica, forma parte de una clase selecta en Estados Unidos: trabaja y conoce los famosos secretos de la NASA, la todopoderosa instancia gubernamental que proyecta y hace realidad los vuelos al espacio.

De las peripecias de su vida, narra que tuvo que cambiarse su nombre original al de Edward Ojeda Adams, porque en Estados Unidos "era mal visto" llamarse Adolfo, en alusión a Hitler.

"Hace más de 30 años que me cambié el nombre, no por pesadez ni por creerme superior, simplemente tenía que beneficiar a mi familia. Ya me acostumbré, todo el mundo me conoce como Ed", señala.

Fiel al maya, su lengua de origen

De trato amable, con un español que entremezcla el inglés, el yucateco admite que todavía practica su lengua de origen: maya. "Saber hablar maya me ayudó a que aprendiera inglés con mayor facilidad. Todavía en Huntsville, Texas, donde resido, hay un grupo de mexicanos que mantenemos nuestras costumbres, al mismo tiempo que practicamos el español", sostiene.

Inquieto, todavía tiene un sueño pendiente: colaborar, trabajar para el gobierno mexicano en el área de la tecnología, su especialidad. "Quiero aprovechar la experiencia que tengo por mi labor en la NASA", comenta.

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