Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 2 de septiembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Cultura

Hermann Bellinghausen

Carta a su doble

Hubo días, noches, mañanas, que anduve por ahí botada, esperando que llegara un ángel de la guarda o alguien como tú a empujar por mí la silla. Ay mi niña, que bueno que eres tan joven, no sabes lo cansada que puede ser la vida. Pero tampoco sabes cuánta ilusión tengo de estar allá en tus trece. Has de estar enorme, y luego esas vacas canadienses tan poderosas, y con lo que te gusta la leche.

Kim del alma, no te había escrito por andar atareada. Pero recibo tus correos con gran gusto. Me hacen el día, como se dice allá. Las fotos de Saskia con sus perritos, y la de tú trepada en un árbol lleno de nieve. Qué padre. La del árbol la metí de protector de pantalla en mi compu.

Siempre empiezo quejándome, ha de ser el hábito. No me hagas caso. Ando contenta, porque la novela me gusta más, le cambié un chorro de cosas. Ahora sí creo que llegará el día que puedas leerla. Además, tengo novio. Se llama Sombra, y aunque no platica mucho, es encantador y divertido. Tu mamá se burla de él, ya te habrá dicho, pero en realidad esté bien entretenida con el chisme. Ya ves cómo es metiche.

ƑY tú? ƑAlgún novio? ƑUn chico pecoso y gordito? ƑYa conociste algún guapo que te guste? Si no le cuentas a tu tía preferida, entonces a quién.

No sabes cuánto me alegra que existas, Kim. Me da una esperanza tan grande ver muchachos y muchachas que vienen como tú. Aquí también, los chavos que frecuento, hijos de mis amigas, los vecinos del edificio, me parecen estupendos. A lo mejor tendrías que venir al DF para enamorarte por primera vez. No sé, no me hagas caso, a mí qué me importa. De todos modos sería bonito que vinieras en vacaciones. Dile a tu papá que no sea codo. Que yo te invito la estancia, y que no te voy a pervertir. Tú ya sabes que siempre estás invitada.

Te voy a confesar algo que nunca te he dicho. Tengo aquí un cuento que escribiste a los 7 años, con un dibujo. Te has de acordar. Lo guardo en mi primer cajón, encima de todos los papeles, y lo veo contínuamente desde entonces. Es mi tesoro secreto. Lo sé de memoria: "Era un animalito viejo que se cansó del aire, hizo un hoyo en el agua, quería cubrirse del día y la noche. No tuvo frío ni calor. El animalito era diario feliz". El dibujo lo entiendo menos. ƑEs una musaraña? El hoyo en el agua es demasiado redondo, se nota que pusiste una moneda.

Yo también conocí un viejito que era diariamente feliz. Se sentaba afuera de su casa. En ese tiempo vivía yo en una colonia bastante popular. El señor, don Rafa, fumaba puro, o pipa, sin parar. Cigarros no; le parecían muy chicos. Y con su humo arropaba el aire, platicando. "Soy el ojos de mi casa", decía, sentado al sol, saludando a medio mundo, como salido de un libro de Eliseo Diego. Algunos lo tiraban a loco, los grandes. En cambio los niños lo tomaban en serio, y él, con ellos, se hacía el serio y les contaba historias de miedo y de los cocolazos de la Revolución, que en realidad no eran sus recuerdos sino los de su papá.

Yo le caía bien. Él en su silla y yo en la mía podíamos hablarnos con los ojos a las misma altura. Que también es la altura de los ojos de los niños de siete años por ejemplo. Eso lo aprendí con él, y contigo.

Dentro de lo que detesto la silla de ruedas, me ha hecho no ver nunca a la gente desde arriba, y eso es bueno. Educa el corazón. Tú, que serás una gigante de seguro, tienes que acordarte siempre de bajar tu vista a la altura de los que te miran.

Me alegra por ti que me hayas hecho caso en leer los Tres cuentos de Flaubert. Los leí a tu edad, igual, pero en traducción, yo no sabía francés.

Caen las hojas amarillas de las jacarandas en la calle, y eso es lo único que se asoma al cuarto por mi ventana. Las hojas cayendo. Y te veo en mi sueños llegar sobre todo ese otoño seco que tus pasos hacen crujir, para acompañarme. Con eso tengo.

(Tu tía, más madrina que hada pero haciendo la lucha: Mónica.)

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año