Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 7 de septiembre de 2002
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Cultura

FORO DE LA CINETECA

Carlos Bonfil

Mulholland drive

Estreno del filme de David Lynch Hollywood mitológico

MULHOLLAND DRIVE, Los Angeles, Ciudad de los Sueños, Tinseltown. En este mitológico lugar de apelaciones múltiples está a punto de cometerse un crimen. Una mujer pierde parcialmente la memoria y adopta el nombre de Rita, a partir de un cartel de la película Gilda; al mismo tiempo, otra joven llega de Canadá a Holly-wood para convertirse en estrella; en algo más, protesta ella: en una actriz verdadera. Sus destinos se cruzan accidental y fatalmente, como en un film noir de los años 40. En otro lugar, unos mafiosos imponen a los ejecutivos de un estudio de cine, y a su director de moda, la contratación de una actriz desconocida.

EN LA MISMA ciudad, pero en otra dimensión temporal, casi onírica, una mujer asedia con celos y reclamos pasionales a su amante femenina, una actriz que prefiere contraer nupcias con su director. Estas historias se entrecruzan, se dislocan y confunden a modo de delirio en la producción más reciente de David Lynch, Mulholland drive, verdadero paseo por la perversidad narrativa y el absurdo.

DOS ACTRICES ESTUPENDAS, Naomi Watts y Laura Elena Harring, encarnan a cuatro personajes, dos de ellos reflejo imaginario, descabellado, de los otros dos -producto tal vez ambos del sueño de una de las jóvenes-. El material de la cinta, pensado originalmente para la televisión, al modo de la célebre serie Twin peaks, deviene cinta fascinante, cuya complejidad narrativa desconcertará e inhibirá a más de un espectador. En línea directa, sin embargo, con Lost Highway (Del lado oscuro del camino) y Terciopelo azul, la experiencia no defraudará a los seguidores más tenaces del director de Eraserhead; por el contrario, exigirá de ellos dos o tres visitas más antes de revelarles sus mejores claves.

IMPOSIBLE ABUNDAR EN una sinopsis sin exponer en demasía la trama. Baste decir que ésta se organiza en tres segmentos y que el último de ellos obliga a la relectura de los dos primeros y, tal vez, a la incursión en una nueva trama. Hay pasajes inexplicados, personajes turbios, un tanto demoniacos, que aparecen y desaparecen fantasiosamente, canciones en español en espectáculos tétricos de madrugada; misterios que se solucionan a medias, y un clima asfixiante que es parábola y metáfora desbocada del Hollywood mitológico.

ENTRE EL ESTADO de las cosas, de Wim Wenders, y Al borde del abismo (The big sleep), de Howard Hawks (otro argumento imposible, del que los propios guionistas, entre ellos William Faulkner, pretendían no haber entendido nada), Mulholland drive se impone finalmente como una de las obras más redondas e inteligentes de David Lynch, con su estupenda dirección de actores, la fotografía inquietante de Peter Deming, y una pista sonora de Angelo Badalamenti, realmente memorable.

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