Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 15 de septiembre de 2002
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Cultura

Carlos Bonfil

Te quiero

Te quiero, de Manuel Poirier, es posiblemente el estreno más extraño en cartelera. A este realizador francés, de origen peruano, se le conoce en México por una cinta muy popular y divertida llamada Western, filmada en 1997. Su trabajo de ambientación y su juego con las convenciones genéricas era ya entonces sorprendente: una combinación de road movie y comedia romántica a orillas de la costa occidental francesa, presentada como un western bretón, con personajes casi de tira cómica -un emigrado ruso y un español en busca del amor. El éxito de la cinta era atribuible al desenfado, libertad expresiva y bonhomía de personajes y situaciones.

Tres años después, Poirier realiza un filme totalmente distinto, en todo contrario al espíritu lúdico de su obra anterior, difícilmente asociable a cualquier noción de entretenimiento popular. Como si de golpe pasara de aquella curiosa variante de Les valseuses (Blier, 1974) a la fatigosa elaboración de un thriller a lo Claude Chabrol. El nuevo filme de Poirier se presenta en Francia con un título en español, Te quiero, sin grandes nombres en los protagónicos (Philippe Bas, Marine Delterme), y con figuras más conocidas en los papeles secundarios (Sergi López -estrella de Western y de Una relación íntima, y la ex enigmática Maruchka Detmers, revelación godardiana en Nombre: Carmen). Toda la acción transcurre en Lima, al punto de convertirse la cinta en una larga elegía a la capital peruana, sin toque alguno de folclor y con una sobriedad inusitada. La película adapta una novela del francés Patrick Modiano (Domingos de agosto), y se toma todas las libertades posibles, saludadas a la postre con entusiasmo por el propio novelista: "Poirier dio realidad y sustancia a lo que sólo era un paisaje mental".

Asomémonos un poco a esa realidad. La trama de Te quiero es muy sencilla: un joven francés llega a Perú, su país natal (caso parecido al del cineasta) para encontrarse con su novia, también francesa, la cual ha escapado de su marido llevándose un diamante muy valioso, con cuya venta piensan solventar su pasión en el exilio. Ambos conocen sin embargo a una pareja madura, misteriosa, vagamente perversa, que cambiará sus planes. Manuel Poirier, también guionista, ofrece en todo esto un clima de irrealidad continua (elipsis narrativas, ritmo muy lento, actuaciones inexpresivas), como si los personajes deambularan en un aparente estado de sonambulismo, y concentra en la atmósfera opresiva de la noche limeña buena parte de la energía del filme. Los encuentros sexuales de la pareja semejan una calistenia rutinaria sin convicción ni trascendencia. El hastío se instala en la pareja, con ecos evidentes en el ánimo del espectador. En más de un aspecto, en su combinación de thriller y drama pasional, Poirier parece rendir tributo, no tanto a Hitchcock, como a cierto cine francés de los años sesenta, estilo Las dulces amigas, de Chabrol, con lo que la propuesta languidece un tanto en el anacronismo. La pareja de franceses maduros que seducen y vampirizan a la pareja joven actúa con igual o mayor desgano que ellos; los diálogos se vuelven planos y poco convincentes. Cuando el espectador descubre la banalidad del móvil de las pequeñas intrigas, se percata de que el interés del filme no puede estar en la trama. El desenlace abrupto, apenas justificado, sólo aumenta el desánimo y la sensación de frustración.

ƑDe qué habla finalmente esta cinta? ƑDe un desencuentro sentimental en una ciudad casi fantasma? ƑDe una desventurada historia de adulterio? ƑDe un proceso de corrupción moral? Manuel Poirier toma esta trama sin relieves como mero pretexto para un itinerario más personal, estilísticamente sugerente, por la ciudad de Lima, a la manera de apuntes intimistas de un viajero. Después del éxito comercial de Western, Poirier frustra muchas expectativas de su público con una cinta muy desigual y muy ambigua, de espaldas al cálculo mercantil, desprovista de humor, seca. Su futuro en la cartelera es incierto, pero habrá que saludar la voluntad de la distribuidora Cinemas Nueva Era por correr riesgos semejantes en su intento por traer a México un cine diferente.

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