La pesca, ¿para quién?

FranciscoPalma

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A pocos días de los eventos de Texcoco, la palabra Atenco se imprimió en varios diarios locales relacionándola con noticias sobre conflictos pesqueros. El asunto más sonado en los periódicos nacionales fue el de los pescadores cuya detención impulsó a habitantes de Celestún, Yucatán, a retener ilegalmente a tres marinos.

El asunto tiene varias ramificaciones. Los pescadores fueron detenidos por pescar camarón en temporada de veda. Esta veda en particular es por tiempo indefinido y tiene por objeto evitar la captura por pescadores ribereños del camarón de tallas chicas. Éste, al crecer, se incorporaría a la captura en alta mar al oeste de la península. Pero del camarón hablaremos más adelante…

Ocupémonos primero de la complicación en la zona limítrofe entre Campeche y Yucatán donde existe un conflicto añejo entre los pescadores de ambos estados. En agosto inició la temporada de pesca del pulpo rojo o maya, una especie que habita cerca de la costa, fácilmente al alcance de los pescadores ribereños. El pulpo se acerca a la costa primero en Campeche y luego en Yucatán, los pescadores de este último estado incursionan en las aguas de su vecino, compitiendo con los lugareños por la pesca de esta especie.
 

Pulpo rojo

No tengo conocimiento de que en la legislación mexicana exista la división de las aguas entre los estados, de ser así no parecería haber bases legales para impedir a los pescadores de un estado pescar en las aguas de otro. Sin embargo, la violencia ha estallado en el pasado con la quema de embarcaciones y otros incidentes. Como, a la fecha, no hay señales de que la población del pulpo esté disminuyendo, es claro que éste es un problema social y político más que biológico. Hay quien hace referencia a la "cortina de henequén" entre ambos estados.

En años recientes se ha tratado de evitar el conflicto limitando a los pescadores a capturar en aguas de su estado. La periodista yucateca Beatriz Zavala escribió recientemente al respecto: "Por tanto, el hecho de que se hayan establecido fronteras, mediante un decreto que obliga a los pescadores del puerto de Celestún, en Yucatán, y de Isla Arena, en Campeche, a tener que limitar sus actividades a los mares de sus respectivos estados denota que las consideraciones fueron de carácter político y que éstas estuvieron por encima de la legalidad [...] Con esta decisión se puso a los pescadores de Celestún que viven de esta actividad en una posición de difícil supervivencia, porque es en las aguas consideradas campechanas donde se encuentra la mayor parte de las especies marinas que capturan. A lo largo de éstos años han sido numerosos los enfrentamientos entre pescadores de ambas localidades y sus solicitudes a las autoridades para dar término al conflicto han sido infructuosas, los gobiernos de los estados no se pusieron de acuerdo y el gobierno federal no intervino adecuadamente".

Dado que legalmente parece difícil fundamentar una decisión en ese sentido se ha tenido que recurrir a argumentos de otro tipo como la Carta Nacional Pesquera, que recomienda no aumentar la intensidad de pesca sobre el pulpo (cuando, curiosamente, esa recomendación se desoye en otras ocasiones). En los años recientes, el Instituto Nacional de la Pesca ha realizado estudios para saber la abundancia del pulpo en la zona. Según la prensa local, este instituto determinó que en Campeche hay más pulpo que en Yucatán. Quedaba por ver si ello significaba que los yucatecos pescarían en Campeche; como se dijo, no hay bases legales para impedirlo.

Ahora, si para no permitirlo se hubiera usado el argumento de que no hay que aumentar la intensidad de pesca, esto se debería aplicar a los dos estados en toda la zona a donde llega el pulpo, pero, a la fecha, la regulación que aplica es una cuota de captura de trece mil toneladas, vigente desde 1997, no cuántos pescadores intervienen en la captura. Es decir, no se ha intentado regular la intensidad de pesca en la zona ocupada por los dos estados y la eficacia de la cuota como regulación es muy discutible en este caso.

Sinaloa: derechos de pesca sobre el camarón

Otro asunto, que ha llegado a primeras planas locales pero del que no se ha oído hablar mucho en los periódicos nacionales, es el del camarón en Sinaloa. Los camarones tienen ciertas costumbres que los hacen ser una pesadilla para los administradores de pesca en todo el mundo. Primero, kilo por kilo, son la captura más valiosa de la pesca nacional y la mitad de su valor total. El camarón joven vive en lagunas costeras, ahí puede ser (y es) pescado con redes artesanales desde lanchas fuera de borda por pescadores ribereños. Cuando madura, el camarón sale al mar a reproducirse. Ahí se pesca con barcos que sostienen una industria.

El problema es que el camarón que se pesca chico por los ribereños es camarón que no se pesca grande por los barcos industriales. Los dueños de los barcos pueden decir en su favor que el pescar al camarón chico no le permite reproducirse, que se pesca un producto de menor valor y que para hacer un kilo de camarón chico se necesitan muchos más animales que los que hay en un kilo de camarón grande. Los ribereños pueden decir que, en todo caso, a muchos camarones en el mar se les pesca antes de reproducirse y que pescar muchos resultaría también en dañar a la especie. Además, poco les importaría que el producto en el mar valga más, si el que lo pesca es otra persona.

Es lógico pensar que la pesca excesiva es pesca excesiva sin importar quién la haga. Entonces, de ahí se podría pensar que hay que evitar la pesca excesiva en cualquier lugar y forma.

Lo que pasa en Sinaloa es que los pescadores ribereños quieren salir a pescar en alta mar. Hay argumentos desde el punto de vista del camarón por los que, de entrada, habría que pensar que esto podría causar problemas. Los camarones jóvenes se juntan en las aguas poco profundas (menos de diez metros o, en términos náuticos, cinco brazas) después de salir de las lagunas y antes de ir a aguas profundas a reproducirse. Es precisamente a esa profundidad, o hasta a poco menos del doble, donde podrían pescar los ribereños. Además, se argumenta, si se usan redes arrastradas sobre el fondo por lanchas, se estaría dañando el fondo de la zona somera.

Estos son argumentos válidos. Alguien diría, en contraposición, que ése es el mismo tipo de redes que usan los barcos industriales, de mucho mayor tamaño y en mayor cantidad, en aguas profundas. Burros hablando de orejas, dirían los ribereños.

Estos son argumentos biológicos, ciertos en ambos casos. Y éstos se usan como armas en las discusiones donde cada quien demanda sus derechos de pesca. Los que se oyen con más insistencia en ciertos círculos, sin embargo, son los de competencia por el recurso: ¿quién tiene derecho a pescar dónde?
  

Camarón rosado
La normatividad vigente reserva a los barcos industriales la pesca en alta mar, aunque se discute actualmente su modificación. Hasta hace poco, hubiera parecido poco creíble que se fuera a retirar la exclusividad a los barcos industriales de la pesca en alta mar. Sin embargo, en agosto se firmó un acuerdo entre ciertos grupos de pescadores industriales y ribereños (no todos ellos) con las autoridades pesqueras para hacer precisamente eso.

Los pescadores ribereños no incluidos en el acuerdo han dicho frases a la prensa que recuerdan a aquellas venidas de Atenco: "Nosotros, con o sin acuerdo, nos vamos a alta mar", declaró Rafael Ortega, líder de un grupo de ribereños. El 19 de julio, Javier Usabiaga llegó a una reunión en Mazatlán que la prensa local (El Debate) describe: " En medio de un exagerado dispositivo de seguridad en el interior del edificio de la Comisión Nacional de Acuicultura y Pesca, y de alrededor de 50 pescadores de aguas interiores que durante varias horas permanecieron afuera, se desarrollaron tres reuniones donde estuvo presente el secretario de la Sagarpa". Esto refleja el clima que se vive en el puerto.

También aquí se esperaba, en teoría para fundamentar la decisión, el resultado de un estudio del Instituto de la Pesca. Sin embargo, al parecer y a pesar de haber sido bien realizado, el estudio sólo es un factor más en el choque de intereses que se dirime aquí.

Resolver el problema requiere de equilibrio. Equilibrio entre las decisiones técnicas y sociales, equilibrio entre lo que se da a cada sector de los pescadores. Requiere, sobre todo, de pensar a largo plazo para que haya recurso que explotar mañana.

¿Pesca ribereña versus pesca de altura?

En el Plan Sectorial de Pesca se puede leer: "El nivel de deterioro en algunas pesquerías y la expectativa de no aumentar las capturas es resultado de una presión muy fuerte de esfuerzo pesquero sobre los recursos, medido por un exceso de pescadores y de embarcaciones menores, así como por el uso de artes y equipos de pesca no autorizados (...)". Se dice también que se requiere disminuir " la presión sobre los recursos pesqueros silvestres, en particular en la ribera".

En cambio, al hablar de la flota mayor, se habla de la necesidad de renovarla, modernizarla y aumentar su eficiencia. Es decir, de aumentar su capacidad de pesca. Se habla también de convertir parte de la flota ribereña en flota de mediana altura.

Parece que subyace la idea de que sólo la pesca ribereña ejerce una presión excesiva sobre los recursos. El aumentar la capacidad de pesca de la flota mayor parecería que no tiene efecto y que existen recursos pesqueros suficientes para soportar la conversión de lanchas en embarcaciones mayores. Eso, en el mejor de los casos, debe demostrarse, pero me imagino que pocos especialistas en ciencias pesqueras se aventurarían a aseverar algo así. También implica, si no se aclara en los hechos, que se aplicarían regulaciones de intensidad de pesca sobre un sector en preferencia sobre otro.

Si esto es así, se debería fundamentar con los estudios comparativos del efecto de la intensidad de pesca ejercida por uno y otro sector, y de los efectos de las alternativas propuestas. No se pretende aquí decir que los pescadores industriales tienen menos derechos que los ribereños. Pero al planear la política no se debería caer en lo contrario.

La situación en Sinaloa, Campeche y Yucatán, más que resultado de una política planeada, parece una reacción apurada ante los hechos. Solución de corto plazo a los problemas presentes.

Los biólogos pesqueros nos hablan ya de los problemas de la sobrepesca y sus efectos en las especies explotadas. Pero también habría que hablar de aquellos conflictos que llevan a las costas el mismo lenguaje que hace de la palabra machete una definición de actitud social. Grave sería que se dieran actos ilegales de machete, nacidos de la desesperación. Más grave sería que se llevara a la sociedad a ello.