LETRA S
Octubre 3 de 2002

Alcohol y VIH: cuidar las interacciones



ls-bebiendoMontse Tafalla
 

Beber es, más que un hábito, una costumbre social. En una cultura donde tomar alcohol forma parte de costumbres y rituales muy arraigados, quien ha tomado la opción de abstenerse suele sentirse presionado por los demás durante una cena de amigos o una salida nocturna. Beber puede ser un placer, pero también puede convertirse en un problema, en ocasiones muy serio. Muchas personas con VIH se preguntan si beber alcohol puede acelerar el desarrollo de sida. No existen pruebas de que el consumo moderado sea dañino, y no son pocas las personas que sienten que unas cuantas copas les ayudan a relajar el estrés o la ansiedad. El consumo moderado también ha sido asociado con una reducción del riesgo de ataque al corazón, aunque esto es más controvertido, sin que se conozca el mecanismo exacto por el que esto sería así. Sin embargo, el consumo abundante puede afectar el sistema inmunitario y retrasar la recuperación después de haber sufrido infecciones. Además, las personas que beben abundantemente pueden tener dificultades para adherirse a sus regímenes.
 
 

La respuesta inmunológica

Algunos estudios de laboratorio han sugerido la posibilidad de que el consumo de alcohol sea un cofactor que ayude a la replicación del VIH y, por ende, un progresor del sida. Los investigadores de estos estudios indican que el consumo del alcohol incrementa la susceptibilidad de las células humanas a la infección por VIH. Otros estudios, en animales, mostraron que la ingestión crónica del alcohol incrementa la tasa de progresión del retrovirus a las enfermedades clínicas. En cambio, en las investigaciones en humanos con VIH, no hubo evidencia experimental que demostrara que el alcohol fuese un cofactor del sida, por lo que es difícil saber con qué quedarse.

Sin embargo, lo que sí está claro para los médicos e investigadores son las consecuencias del consumo abundante de alcohol, pues afecta directamente a las respuestas inmunitarias normales que protegen nuestro organismo de las enfermedades, conllevando una reducción sensible del número de leucocitos responsables de combatir las infecciones y la producción de anticuerpos y otras respuestas inmunitarias, suprimiendo además la actividad de las células macrófagas y permitiendo la susceptibilidad a las infecciones bacterianas y a algunas formas de cáncer.
 
 

Apego al tratamiento, desapego a la bebida

El alcohol también puede reaccionar mal con algunos de los fármacos que se están tomando, por lo que se aconseja comprobar con el médico qué riesgos se corren al tomar alcohol cada vez que se prescriben nuevas medicaciones. Por el momento, no se tiene un estudio completo de la interacción del alcohol con los antirretrovirales, pero para algunos medicamentos como el Ziagen (metabolizado por la misma enzima hepática que el alcohol) se sabe que los niveles del fármaco en la sangre se incrementan al consumir alcohol; para otros, como el Videx, Zerit e Hivid se recomienda evitar el consumo de alcohol, o hacerlo de forma moderada, pues incrementa el riesgo de desarrollar pancreatitis o enfermedades hepáticas.

Por otro lado, las probabilidades de lograr una carga viral más baja en aquellas personas que están bajo tratamiento altamente activo y que consumen alcohol en grandes cantidades son cuatro veces menores que aquellas que lo hacen esporádicamente. En otras palabras, el abuso del alcohol afecta la eficacia de los tratamientos, la capacidad para su adhesión y también la capacidad reconstituyente del sistema inmunitario, lo que sin duda se traduce en un peor resultado virológico.

Algunas direcciones de especial interés en Internet que pueden proporcionarte más información sobre el papel del alcohol en el VIH, el VHC y sus tratamientos son:

www.HIVandHepatitis.com y www.natap.org.

Texto tomado y editado de la revista Lo + Positivo, número 18, otoño 2001.


Tratamientos y nutrición, la combinación deseable

Entrevista con la doctora Rosa Polo



ls-pastillasCarlos Biendicho López
 

Para que nos hable sobre los múltiples aspectos de la nutrición en las personas con VIH, entrevistamos a la doctora Rosa Polo Rodríguez, fundadora de la Unidad de Nutrición del Hospital Carlos III de Madrid. La doctora Polo es pionera en el campo de la nutrición y el VIH. Apetece describir la personalidad carismática de la especialista, pero ella nos lleva, con humildad, directamente al centro de la cuestión.
 
 

¿Ante una enfermedad crónica, se produce una clase de hipermetabolismo que resulte en mayor desgaste o consumo de energía?

Toda situación de estrés celular o estrés metabólico afecta el estado nutritivo de una persona; y una de estas situaciones son las infecciones o enfermedades crónicas de cualquier tipo. De ahí la importancia de incluir a la nutrición como parte del tratamiento del paciente. A partir del momento en que un paciente llegue a la consulta para ver si requiere un tratamiento antirretrovírico, se debe desarrollar una dieta individualizada. Nos tenemos que preocupar también porque la situación nutritiva del paciente sea lo suficientemente buena como para tolerar el tratamiento.
 
 

Has dicho una dieta individualizada. ¿Es como un "traje hecho a medida"?

Efectivamente. Cada paciente es un mundo; cada uno tiene sus propios hábitos alimenticios que hay que ir corrigiendo. No se puede obligar a nadie a comer algo que no le gusta, pero si puedes sustituirlo por otro alimento de igual valor nutritivo.
 
 

Hay fármacos anti-VIH que pueden ocasionar anorexia. ¿Cómo se puede combatir?

Lo primero que hay que determinar es el origen de la anorexia. Esta puede ser múltiple. No necesariamente fruto de esos fármacos. Dependiendo de su origen, hay que usar el tratamiento adecuado. Existen una serie de estimulantes del apetito tremendamente eficaces para combatir la anorexia, pero en muchos casos han de acompañarse de algo más. Si el problema es el vómito continuo, por ejemplo, si no se soluciona la causa del vómito, no se va a conseguir nada con el estimulante de apetito. O si el paciente tiene un problema psicológico que le provoca inapetencia, si no tratamos primero ese problema, difícilmente vamos a conseguir el resultado que buscamos. Los estimulantes son muy útiles en general, pero tienen que ir acompañados de otras intervenciones.
 
 

Los fármacos anti-VIH están produciendo incrementos de colesterol y triglicéridos, lo que conlleva un riesgo de enfermedad coronaria. ¿Las intervenciones nutritivas son eficaces para controlar esos incrementos?

¡Claro! Hay que tomar en cuenta que la propia infección por el VIH provoca un aumento de triglicéridos; partimos, probablemente, de cifras de triglicéridos más altas que en la población VIH negativa. A esto debemos añadirle que determinados fármacos utilizados habitualmente pueden provocar un mayor aumento que en algunas ocasiones precisan tratamiento y en otras no. Si los triglicéridos se mantienen estables no necesariamente hay que iniciar tratamiento; si estos se elevan entonces se debe tratar.

Con el colesterol ocurre lo mismo. Probablemente, las cifras de colesterol son un poco más elevadas que en una población VIH negativa, pero cuando las cifras de colesterol se elevan hay que iniciar tratamiento para evitar consecuencias futuras. Los tratamientos son eficaces para las personas VIH positivas, igual que entre la población sin VIH. Lo que ocurre es que hay una curva de determinados pacientes, que a pesar del tratamiento, no conseguimos solucionar sus problemas metabólicos. En estos pacientes, probablemente hay que hacer un cambio de tratamiento, no solamente del tratamiento antirretrovírico sino que también asociar otros fármacos para bajar las cifras de colesterol y/o triglicéridos y evitar el problema a largo plazo. Sin embargo, hay estudios en los que se ha visto que, a pesar del tratamiento antirretrovírico, no se han producido las alteraciones coronarias esperadas, y de las que todo el mundo está asustado.
 
 

También se han observado alteraciones morfológicas en muchos pacientes, como la lipodistrofia. ¿Qué papel puede jugar la nutrición para prevenir o mitigar estas alteraciones?

Está claro que los cambios en el aspecto físico, las alteraciones morfológicas y el reparto corporal de grasa, son efectos secundarios relacionados con el tratamiento. La nutrición puede intentar mitigarlas. Debemos hacer cambios en la dieta, en la ingestión de alimentos altos en grasa. Hacer dietas que tengan más grasa polinsaturada que grasa saturada, por ejemplo, es un buen cambio. Además no incluir alcohol y poca azúcar. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la dieta en sí, si no se acompaña de otras medidas, poco va a conseguir. Tiene que ser resultado de un conjunto de cosas. Y sobre todo, debemos explicarle al paciente lo que le está pasando para evitar que la angustia le haga abandonar el tratamiento.

Versión editada de la revista Beta, número