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Son las "abuelitas" y "comadres" del pueblo

Parteras y curanderas, cuidadoras de la salud en las comunidades indígenas

· Médicos principiantes "maltratan a las mujeres" al hacerles el papanicolau, denuncian
· Rechazan la "certificación" de la Secretaría de Salud

Tania Molina Ramírez
 

San Pedro Atlapulco, Estado de México. En sus manos está la vida y la muerte. En sus manos llegan al mundo los nuevos pobladores de la comunidad. Ellas les dan el soplo de la vida. Ellas cuidan de la salud del pueblo. Son las parteras y curanderas, las "abuelitas", las "comadres", las consejeras matrimoniales que se empeñan en mantener vivo su oficio.
Cientos de parteras y curanderas de 20 estados estuvieron reunidas, con curanderos, miembros de organizaciones civiles y pobladores de San Pedro Atlapulco y sus alrededores, en el Foro Nacional en Defensa de la Medicina Tradicional que tuvo lugar del pasado 14 al 16 de septiembre.

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Teresa Zurián Castellanos, partera y curandera zoque de Ixtacomitán, Chiapas, se dirige al público durante la inauguración del Foro: "Así como Emiliano Zapata dio la vida por la tierra, así también nosotros podemos dar nuestra vida por la medicina tradicional". El público aplaude. Atrapados por el magnetismo de esta mujer de cabellera blanca, los médicos tradicionales siguen cada una de sus palabras con atención.
Zurián habla sobre los proyectos empresariales y gubernamentales de patentar plantas: "Vamos a pelear, que no se sigan robando nuestra sabiduría, vamos a defender nuestra medicina, que no nos engañen con unas moneditas extranjeras. Hay veces que estamos faltos de conocimiento y nos dejamos engañar. Compañeros, ahora es el tiempo que no nos dejemos engañar". Y doña Teresa no parece ser el tipo de persona que se deja engañar. A sus 69 años, lleva 49 años atendiendo partos -todos con buen fin-, aconsejando a parejas, curando enfermedades y organizando a las parteras en su región e incluso se dio tiempo para tener 17 hijos. Ella, mejor que nadie, conoce las necesidades, deseos y problemas de las mujeres de su comunidad. "Yo sé todo de las mujeres, a mí me dicen, fíjate que tengo esto y esto, todo me dicen", cuenta con orgullo doña Teresa. Y ella, por lo tanto, fue la primera a la que las mujeres de su región le contaron que "representantes gubernamentales" les habían dicho que si no iban al módulo móvil de la Secretaría de Salud a hacerse la prueba del papanicolau, les quitarían parte o todo el dinero que recibían del Progresa-Oportunidades. Pero más tarde ocurrió algo peor: algunas mujeres fueron a ver a doña Teresa, estaban sangrando después del papanicolau. "Le dije a una, vete a que te revise el doctor porque a mí me consta que estabas buena. Fue y el doctor le dijo, tienes problemas en la menstruación. Pero no, revisé el cuello de la matriz y estaba lastimado". Es que, explica la partera, muchas veces "mandan a los que apenas están haciendo su servicio social".
Durante el foro, casos de este tipo -condicionamiento del Progresa/Oportunidades a la prueba papanicolau- también fueron contados por María Victoria Calleja, promotora de salud en Oaxaca; Marco Antonio Martínez Pérez, de la Organización Especial de Investigación en Michoacán; y Hermila Diego González, presidenta del Consejo Estatal de Médicos Indígenas Tradicionales de Oaxaca.
Doña Hermila, zapoteca de lentes oscuros y huipil, cuenta: "Empezó el Progresa a llevar ayuda, pero empezó también a condicionar, que si te checas, que si tomas anticonceptivos, que si vas cuando llegan los médicos a (la cabecera distrital) Villa Alta. El encargado, el representante de Progresa, selecciona a como caiga -una vez casi me metí porque no escogía a viudas-.
"Al principio decíamos que era muy bueno lo del papanicolau, pero en una comunidad del Istmo de Tehuantepec, una mujer me dijo, me hicieron el papanicolau, a raíz de eso tengo hemorragias, dice el doctor que es normal porque tengo 38 años".
Las denuncias de las parteras y curanderas siguen: casos de implantación de Diu (dispositivo intrauterino) tras el parto sin el conocimiento de la mujer; esterilización forzada; utilización de medicamentos caducos. Todas estas, afirman, prácticas de médicos "sin ética" del sector salud.

Las "abuelitas" y las "comadres"

Por sí solos, los anteriores casos del sector salud explicarían que la salud de las mujeres y niños en las regiones indígenas sigan en manos de las curanderas. Pero esta es sólo una pequeña parte de la razón. Estas mujeres cuidan de la salud de cada uno de los pobladores durante toda su vida, y estos confían en ellas. Son las "abuelitas", "así me dicen los muchachos", dice doña Teresa; son las "comadres", "se acostumbra decirle así a la que atiende el parto".
Ellas vigilan a la mujer durante el embarazo, platican con ella, atienden el parto, y visitan a la madre y al hijo en los días posteriores: "Al día siguiente voy a ver cómo amanecieron, le pregunto cómo durmió, si ya está mamando, le curo su ombliguito, baño a la mamá y al niño. Le vuelvo a tallar bien su matriz con la pomada de sávila. Son ocho días que los visito".
Ellas son consejeras matrimoniales: "Yo he ayudado a matrimonios que deben de salvarse, yo he ayudado a matrimonios que deben de separarse".
Estas mujeres conocen las propiedades medicinales de las plantas de la región, y con los nuevos retos, siguen aprendiendo: "Están en estudio las yerbas (para aliviar el Sida), estamos experimentando", dice la partera zoque. "La tuberculosis la curamos con el ojo cerrado."
Han salvado las vidas de mujeres y bebés cuando las pacientes son rechazadas de centros de salud u hospitales regionales. Como la ocasión en que llegó un señor y su hija embarazada a ver a doña Teresa, venían del hospital regional:
-Le van a hacer cesárea, yo no quiero por nada en el mundo que le trocen la barriga.
-Sí se lo voy a atender, pero vamos a firmar un papel porque ya está muerto. (Yo miré el bodocote, ya ni dolor había).
-Sí señora, está muerto, por eso le iban a hacer cesárea.
-¿Por qué se le murió adentro? ¿Adónde la tenía que no pudieron salvar la vida de la niña (era niña)?
-El doctor que la estaba atendiendo tenía una salida a Villa Hermosa, dijo que todavía iba a estar en trabajo de parto cuando regresara.
-No, este trabajo se pasó de hora.
"Me arrodillé, se arrodillaron ellos, le pedimos a Dios con todo nuestro corazón, mente y alma que descendiera el poder porque lo necesitaba su hija. Terminamos, yo me sentía con valor, compuse los tés, el primero con canela y manzanilla y esencia, y luego el otro para que saliera todo, ¡Ay señora tengo dolor! ... ¡Bendito sea el Señor! ¡Tiene dolor!, ahí viene ya ... le detuve la cabecita, negra negra, le hice la lucha, para ver si volvía, pero ya no, ya tenía horas muerta. La muchacha estaba muy débil, quedó como que se quería morir, pero cuando menos se le salvó la vida; lo que hice fue matarle una gallina, le preparé su caldo con hartísima zanahoria, papa, cebolla."
Doña Teresa resume así lo que es, para ella, ser partera : "Soy como madre y niño, sé que nunca lo van a llevar al doctor, yo sé a los cuántos meses le van a dar comidita, sé qué clase de vitaminas van a conservar en la hierba, no necesita complementos ni nada... he atendido partos de niñas que se me han casado y ya les he atendido sus propios embarazos".

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Ante la propuesta de las autoridades de salud de "certificar" a los médicos tradicionales, doña Hermila ríe: "Hace 500 años, no había certificación (y ya existía el conocimiento de las parteras). Si la Secretaría de Salud está viendo que se mueren más mujeres en sus clínicas (que con las parteras), me da risa que quiera certificar. ¿Cómo va a medir los conocimientos, si son distintos a los de ellos?" Lo que es un hecho, sin embargo, es que si muere la mujer o el bebé durante el parto, la partera es encarcelada por no tener un título profesional.
La medicina tradicional y la de los "títulos profesionales" son dos mundos aparte, como lo comprueban las palabras de doña Teresa: "Nosotras no trabajamos solas, trabajamos con el poder del espíritu santo. Hacemos nuestra oración, sentimos el poder del espíritu santo y luego trabajamos. ¡Toda la vida, primero Dios y después de Dios, lo que me enseñó, porque el don de Dios no me lo quita nadie, es un don, porque ni fui a estudiar, ni lo aprendí, Dios me lo dio".
Sea el poder del espíritu santo o el conocimiento ancestral de las plantas medicinales y el cuerpo humano, lo cierto es que, a través de los años, las parteras y curanderas han contribuido a mantener viva a su comunidad.

 

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