Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 12 de octubre de 2002
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Cultura
Su pasión por el séptimo arte lo llevó a escribir Historia documental del cine mexicano

Murió García Riera, primera figura nacional de la crítica cinematográfica

Nacido en España, el periodista cultural hizo de este país su segunda patria

''Hay que ver todas las películas, aunque sean de Capulina'', sugería

MONICA MATEOS-VEGA Y CAYETANO FRIAS FRIAS REPORTERA Y CORRESPONSAL
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El escritor y crítico de cine Emilio García Riera, de 70 años, falleció cerca de las 8:30 horas, víctima de un enfisema pulmonar, en Guadalajara, donde residía desde 1990, cuando fundó el Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos (CIEC) de la Universidad de Guadalajara, que dirigía desde entonces.

Periodista cultural, historiador, pero sobre todo apasionado del séptimo arte, García Riera (Ibiza, 1931) consolidó el oficio de la crítica de cine en México, país que adoptó como propio desde su adolescencia.

Nacido en el seno de una familia republicana, García Riera tuvo que huir de su natal España a los siete años, acompañado tan sólo por su pequeña hermana. Ellos y sus padres, separados, vivieron confinados en distintos lugares de reclusión en Francia, hasta que la familia pudo reunirse y viajar en 1939 a República Dominicana.

Vivió cinco años en esa isla caribeña, donde Emilio conoció al cine como el más noble de los refugios. Siempre recordaba las funciones en Santiago de los Caballeros, a las cuales asistía todas las horas posibles y donde los diálogos de las películas no se podían escuchar porque el público replicaba a los actores con singular euforia tropical.
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La invitación de Vicente Rojo

García Riera llegó a la ciudad de México en 1944, estudió economía en la UNAM y organizó con otros refugiados españoles el grupo llamado Nuevo Cine, que dio origen a la revista del mismo nombre en 1959.

Vicente Rojo lo invitó a escribir sobre cine para el suplemento México en la Cultura, que entonces coordinaba Fernando Benítez. Fue ahí donde se inició su carrera como periodista cultural; fue responsable de la aparición de revistas como Snob, Imágenes y Dicine.

Pero es sin duda su Historia documental del cine mexicano, en dos versiones, una en nueve volúmenes y la otra en 18, su ''obra fundamental", como él expresó en 1999, durante la presentación de esos libros en el contexto de la la Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara.

En ese encuentro el crítico narró ''la historia de la Historia: nació cuando yo había publicado un pequeño libro del cine mexicano en 1962 para ediciones Era, de la cual era propietario Vicente Rojo. Se agotó el libro y Vicente, por ahí del año 66 o 67 me dijo: '¿por qué no hacemos una segunda edición?' Yo tenía entonces esa desconfianza por la facilidad sin la cual, creo, no hay investigación posible. Era demasiado fácil criticar al cine mexicano, era el lugar común, y ya en aquel momento pensé que no estaría mal hacerlo detalladamente, para ver si era cierto que había tanto churro, que no había nada rescatable.

''Y entonces me propuse hacer esta Historia. La primera edición publicada entre el año 69 y el año 78 comprende la producción de 1929 a 1966, la actual abarca hasta 1976. El hecho de que Vicente Rojo se arriesgara -perdón por la redundancia- a tanto riesgo, lo hace ya, por ese simple motivo, coautor de la obra."

Así fue como García Riera realizó la monumental tarea de escribir más 3 mil 500 fichas de películas mexicanas, de las cuales ''en la primera edición yo había visto más o menos 50 por ciento. Para el otro 50 por ciento me basaba en datos ajenos, datos confiables en muchos casos, como la propia publicidad de las películas. Pero -lo ha dicho Alfredo Joskowicz- no puede uno confiar en lo que aparece en pantalla. Nada más les diré una cosa: en El rey de las pistolas -película que ustedes pueden dejar de ver, no les pasará nada- en los créditos aparece como miembro del reparto Luis Aragón; ocurrió que don Luis sufrió un ataque o algo le pasó y hubo de ser sustituido a última hora por Eduardo Noriega, pero a Nicolás Rueda, que creo era el que se encargaba de los títulos, no le avisaron a tiempo, o le dijeron 'pues ahí se va', y ahí está el nombre de Luis Aragón y en la película no está Luis Aragón, y en cambio sí está Eduardo Noriega, cuyo nombre falta. Entonces ni modo, hay que ver todas las películas, aunque sean de Capulina".

Colaborador de La Jornada
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García Riera confesó que en la segunda versión de su Historia documental ''ofrezco las fichas de 3 mil 500 películas, y puedo responder por 80 por ciento de ellas. En el 20 por ciento restante, pues... esas son las fichas en las que no pongo comentario. Cuando hay comentario es que he visto la película, cuando pongo nota es que no la he visto. Entonces -se lo vamos a decir ahora a todos nuestros lectores- puede ser que falte algún actor en el reparto; por ejemplo, algunos actores cuyas caras me he aprendido de tanto ver cine. Está pelón saber quién es Enedina Díaz de León o Humberto Rodríguez, que es, por cierto, el actor que más veces ha aparecido en el cine mexicano".

Siempre irónico y puntual, García Riera escribió para los diarios Unomásuno, La Jornada y la revista Proceso. Fue coguionista y asistente del director Jomí García. Hizo el libreto de las películas En este pueblo no hay ladrones, En el balcón vacío y Gabriel (Los días del amor), entre otras. Fue jurado en los festivales de cine de San Sebastián y de Cartagena. Como actor trabajó en Tiempo de morir (1965) y El mundo loco de los jóvenes (1966).

Fue miembro del Consejo de Planeación de Canal 22, Premio de Literatura Xavier Villaurrutia 1990 y recibió la Medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico en 1996; además fue maestro emérito de la Universidad de Guadalajara.

Otras de sus obras son México visto por el cine extranjero (1987-1990), en seis volúmenes, así como las monografías sobre los cineastas Fernando de Fuentes, Julio Bracho, Emilio Fernández, la familia Soler, Silvia Pinal, Arturo Ripstein, Howard Hawks, Max Ophüls y Erich von Stroheim. Fuera de lo cinematográfico, García Riera realizó una autobiografía: El cine es mejor que la vida (1992) y la novela Polvo enamorado, con la que por fin dejó de un lado las empresas literarias monumentales y se dedicó a escribir como siempre quiso:

''Sólo para divertirme, que es algo que me sale bien."

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