Presentan su espectáculo ¡Alegria!
de martes a domingo en la Gran Carpa Santa Fe
A la velocidad del sueño, Cirque du Soleil inició
su temporada en México
En 150 minutos ofrece los instantes más
caros de la cultura del circo, entre payasos y malabaristas
PABLO ESPINOSA
En la penumbra se mueven elfos que han tomado forma de
trapecistas, duendes devenidos aves, gárgolas que escupen fuegos
malabares, esfinges a punto de saltar al vacío, payasos de mirar
tristísimo, ángeles alegres en vuelo infinitesimal, ninfas
que surgen del suelo en saltos increíbles, pedazos virtuosos de
carne humana cuyo espíritu refulge a manera de libélulas
pensantes, cuerpos improbables que nacen del suelo bajo nuestros pies de
la misma manera como efervescen las fuentes saltarinas en los parques,
seres nacidos de la mitología que desde siempre ha hecho nido en
el cerebro humano.
Por los pasillos del sueño deambulan, como personajes
de Beckett, más payasos. En uno de ellos, más bien en su
mirada, se refleja nítida la estructura de la desolación.
El resto de esta trouppe, entre arcangélica y fantasmagórica,
completa un equilibrio de placidez total. Una sensación de paraíso
nos inunda, y cuando estamos listos al despegue sideral, justo al inicio
del sueño, se acerca un paje jorobado en terciopelo rojo hacia el
proscenio -esa duermevela de la vida- para rasgar el vientre de la noche
con un grito que nos coloca la sonrisa del Gato de Chester en la boca:
¡alegrrrría!
Ha comenzado el circo, es decir: ha iniciado el sueño.
Estamos bajo una carpa pero en realidad volamos, es decir, soñamos.
Entre las muchas acepciones de la palabra sueño, la noche del jueves
10 de octubre de 2002 se cumplió lo que antes era quimera: el Cirque
du Soleil, esa maravilla de la humanidad, inició su primera temporada
en México.
¿Recuerda usted el más hermoso de sus sueños,
la más plácida de las situaciones que ha vivido, ubica usted
la dicha entera? Entonces ya ha visto usted al Cirque du Soleil.
Porque es eso: un sueño. Todo en el Cirque du Soleil
se mueve a velocidad de sueño. Comprobémoslo: cierre usted
los ojos. Usted está sentado en el mesabanco del salón de
clases, tiene usted siete años de edad y de pronto aparece junto
al pizarrón la maestra vestida de payasa y todo se vuelve semipenumbra
y usted entra en un trance mágico donde todo empieza a girar suavemente.
Sus compañeros de clase flotan, vuelan, escupen fuego, se contorsionan
plácidamente, ríen y lloran. Abra los ojos: usted acaba de
fabricar un sueño.
Sin artificio alguno, artistas multinacionales, seres
salidos de algún óleo de Balthus, transportan a una muchedumbre
sedente hacia los confines del cerebro, en el rincón exacto donde
funcionan a la perfección las cosas, un estado de gracia donde volvemos
a la ingravidez intrauterina pero seguimos teniendo la edad, bondades y
miserias, que tenemos.
En escena, bajo una carpa, se desarrollan durante unos
150 minutos los instantes más caros de la cultura del circo: un
desfile inicial, una sucesión de rutinas que rompen la rutina y
una música hiperestimulante, afrodisiaca, de las bodas del hada
stravinskianas: una banda de músicos sublimes, ataviados en ropajes
de hada con gesto de payaso ensimismado y manos de dragón y cuerpo
angelizado.
Entre ellos, una dama pálida pero con rubores de
circo en las mejillas canta de manera semejante a como entona ensueños
La Diva, ese personaje del filme de Luc Besson, El quinto elemento,
mientras de instrumentos de aliento-metal, una barahunta percusiva y un
par de sintes mágicos, salen músicas nacidas de una
alquimia que combina neuronas, tripas, corazón y mantas, envolviendo
sentimientos en tul y gasas. La magia proverbial de la música del
Cirque du Soleil revira de manera inevitable a otras galaxias: el universo
Nino Rota, el sistema solar Música de la Calle, el sistema lunar
Miles Davis, la constelación Astor Piazzolla. Puras músicas
puras.
Sobre una pista que toma la forma que requieran los caprichos
de las formas de los sueños, la sucesión de las rutinas -un
juego de abalorios hechizado- se alimenta con interludios clásicos
de los payasos, cuyo arte rinde pleitesía y continúa el linaje
de Jean-Louis Barrault, Marcel Marceau, Etienne Decroux y toda la tropa
de alaridos con el cuerpo.
Antes del alba, justo en la hora bergmaniana del lobo,
observad cómo ninfas con cuerpo de sirenas deslizan su carne serpentina
por entre los andamios invisibles del aire, admirad la fuerza del fuerzudo,
la destreza del malabarista, el arrojo del valiente, la alegría
del audaz, desentrañad la raíz del miedo y poned en catapulta
la sonrisa, ese faro que ilumina siempre los sueños.
En escena, personajes que combinan en uno solo los óleos
de El Bosco, Gustav Klimt, Mondrian y Toulouse-Lautrec y en unísonos
de movimientos corporales entremecen versos estremecedores de todos Les
Imaginistes juntos. Presenciad este simposio que reúne en una sola
pista las ideas y la presencia de Carl Gustav Jung con paisajes acústicos
y visuales que reverberan las ideas de Gabriele D'Annunzio, Lewis Carrol,
Bertolt Brecht, Dante Alighieri y todos los artistas de la calle de todas
las épocas. Todas las improntas que han soñado los humanos.
Al terminar las dos horas de función del Cirque
du Soleil llega lo más hermoso de este sueño: todo este tiempo
hemos estado despiertos.
El Cirque du Soleil se presenta en la Gran Carpa Santa
Fe de martes a domingo con una única función, a las 20 horas.