Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 12 de octubre de 2002
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Espectáculos
Presentan su espectáculo ¡Alegria! de martes a domingo en la Gran Carpa Santa Fe

A la velocidad del sueño, Cirque du Soleil inició su temporada en México

En 150 minutos ofrece los instantes más caros de la cultura del circo, entre payasos y malabaristas

PABLO ESPINOSA

En la penumbra se mueven elfos que han tomado forma de trapecistas, duendes devenidos aves, gárgolas que escupen fuegos malabares, esfinges a punto de saltar al vacío, payasos de mirar tristísimo, ángeles alegres en vuelo infinitesimal, ninfas que surgen del suelo en saltos increíbles, pedazos virtuosos de carne humana cuyo espíritu refulge a manera de libélulas pensantes, cuerpos improbables que nacen del suelo bajo nuestros pies de la misma manera como efervescen las fuentes saltarinas en los parques, seres nacidos de la mitología que desde siempre ha hecho nido en el cerebro humano.
CircodelSol6
Por los pasillos del sueño deambulan, como personajes de Beckett, más payasos. En uno de ellos, más bien en su mirada, se refleja nítida la estructura de la desolación. El resto de esta trouppe, entre arcangélica y fantasmagórica, completa un equilibrio de placidez total. Una sensación de paraíso nos inunda, y cuando estamos listos al despegue sideral, justo al inicio del sueño, se acerca un paje jorobado en terciopelo rojo hacia el proscenio -esa duermevela de la vida- para rasgar el vientre de la noche con un grito que nos coloca la sonrisa del Gato de Chester en la boca: ¡alegrrrría!

Ha comenzado el circo, es decir: ha iniciado el sueño. Estamos bajo una carpa pero en realidad volamos, es decir, soñamos. Entre las muchas acepciones de la palabra sueño, la noche del jueves 10 de octubre de 2002 se cumplió lo que antes era quimera: el Cirque du Soleil, esa maravilla de la humanidad, inició su primera temporada en México.

¿Recuerda usted el más hermoso de sus sueños, la más plácida de las situaciones que ha vivido, ubica usted la dicha entera? Entonces ya ha visto usted al Cirque du Soleil.

Porque es eso: un sueño. Todo en el Cirque du Soleil se mueve a velocidad de sueño. Comprobémoslo: cierre usted los ojos. Usted está sentado en el mesabanco del salón de clases, tiene usted siete años de edad y de pronto aparece junto al pizarrón la maestra vestida de payasa y todo se vuelve semipenumbra y usted entra en un trance mágico donde todo empieza a girar suavemente. Sus compañeros de clase flotan, vuelan, escupen fuego, se contorsionan plácidamente, ríen y lloran. Abra los ojos: usted acaba de fabricar un sueño.

Sin artificio alguno, artistas multinacionales, seres salidos de algún óleo de Balthus, transportan a una muchedumbre sedente hacia los confines del cerebro, en el rincón exacto donde funcionan a la perfección las cosas, un estado de gracia donde volvemos a la ingravidez intrauterina pero seguimos teniendo la edad, bondades y miserias, que tenemos.

En escena, bajo una carpa, se desarrollan durante unos 150 minutos los instantes más caros de la cultura del circo: un desfile inicial, una sucesión de rutinas que rompen la rutina y una música hiperestimulante, afrodisiaca, de las bodas del hada stravinskianas: una banda de músicos sublimes, ataviados en ropajes de hada con gesto de payaso ensimismado y manos de dragón y cuerpo angelizado.

Entre ellos, una dama pálida pero con rubores de circo en las mejillas canta de manera semejante a como entona ensueños La Diva, ese personaje del filme de Luc Besson, El quinto elemento, mientras de instrumentos de aliento-metal, una barahunta percusiva y un par de sintes mágicos, salen músicas nacidas de una alquimia que combina neuronas, tripas, corazón y mantas, envolviendo sentimientos en tul y gasas. La magia proverbial de la música del Cirque du Soleil revira de manera inevitable a otras galaxias: el universo Nino Rota, el sistema solar Música de la Calle, el sistema lunar Miles Davis, la constelación Astor Piazzolla. Puras músicas puras.

Sobre una pista que toma la forma que requieran los caprichos de las formas de los sueños, la sucesión de las rutinas -un juego de abalorios hechizado- se alimenta con interludios clásicos de los payasos, cuyo arte rinde pleitesía y continúa el linaje de Jean-Louis Barrault, Marcel Marceau, Etienne Decroux y toda la tropa de alaridos con el cuerpo.

Antes del alba, justo en la hora bergmaniana del lobo, observad cómo ninfas con cuerpo de sirenas deslizan su carne serpentina por entre los andamios invisibles del aire, admirad la fuerza del fuerzudo, la destreza del malabarista, el arrojo del valiente, la alegría del audaz, desentrañad la raíz del miedo y poned en catapulta la sonrisa, ese faro que ilumina siempre los sueños.

En escena, personajes que combinan en uno solo los óleos de El Bosco, Gustav Klimt, Mondrian y Toulouse-Lautrec y en unísonos de movimientos corporales entremecen versos estremecedores de todos Les Imaginistes juntos. Presenciad este simposio que reúne en una sola pista las ideas y la presencia de Carl Gustav Jung con paisajes acústicos y visuales que reverberan las ideas de Gabriele D'Annunzio, Lewis Carrol, Bertolt Brecht, Dante Alighieri y todos los artistas de la calle de todas las épocas. Todas las improntas que han soñado los humanos.

Al terminar las dos horas de función del Cirque du Soleil llega lo más hermoso de este sueño: todo este tiempo hemos estado despiertos.

El Cirque du Soleil se presenta en la Gran Carpa Santa Fe de martes a domingo con una única función, a las 20 horas.

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