255 ° DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE  2002
La nueva migración indígena
Los mayas
de San Francisco

NAOMI ADELSON

Cuentan que hace 25 años, un yucateco llamado Tomás Bermejo se fue a trabajar al sur de California en el programa Bracero. Pasado el tiempo, abrió un restaurante de comida yucateca en San Francisco. Comenzó a llevar a gente de su pueblo, Oxkutzcab, a trabajar con él. De allí se fue tejiendo la red.
Ahora, los mayas de Yucatán son el grupo de migrantes que más crece en San Francisco, según el consulado general mexicano en esa ciudad.
Y es que, como explica el pastor José Mauricio Chacón, a un maestro en Oxkutzcab le toma 15 años construir una casa, mientras que si trabaja en San Francisco puede hacerla en dos años. Así, para muchos es fácil el cálculo: o me quedo en la península y gano una miseria o me voy a trabajar a un lugar donde el salario mínimo es de 6.75 dólares por hora

Fotografía: Lucio BlancoMUCHAS DE LAS REDES TRASNACIONALES que se tienden sobre la frontera México–Estados Unidos ya se conocen bien, y se empiezan a reconocer como verdaderas comunidades trasnacionales. La gran parte de estas se encuentran en California, destino de cerca de 45% de los mexicanos que migran al extranjero, según el censo estadunidense 2000.

Datos de la Oficina de Atención a Jaliscienses en el Exterior del estado de Jalisco, un estado de expulsión de migrantes desde hace décadas, señalan que el 90% de sus oriundos salen a destinos en California.

La presencia de oriundos de otros estados tradicionalmente expulsores de mano de obra también se ve en su nivel de organización: los zacatecanos tienen tres federaciones de clubes de oriundos en California, mientras que Michoacán y Oaxaca también tienen las suyas. Además, el gobierno de Guanajuato acaba de abrir una oficina para atender a sus migrantes en esta entidad estadunidense.

Otras redes, sin embargo, son más recientes, y su gente pasa desapercibida por la población porque aún no tienen un alto nivel de organización. En San Francisco, California, por ejemplo, hay una significativa nueva ola de migración mexicana que pocos notan: los yucatecos.

En cualquier restaurante de la ciudad, ya no se escucha sólo el español viniendo de la cocina, sino también el maya. Es que no son aquellos de la llamada “casta divina” quienes migran, son los indígenas peninsulares mayas.

La mayoría de quienes viven en San Francisco llegaron en la última década de un pueblo en la península llamado Oxkutzcab, “tres veces asentado” en maya, según un ex residente hablante de maya; “tres veces cosechable”, según el gobierno del estado. Conocido por su cultivo de cítricos, Oxkutzcab se encuentra a 100 kilómetros al sur de Mérida. El municipio del mismo nombre cuenta con una población de más de 25 mil habitantes, según los datos del INEGI, y más de 30% de la población del municipio es hablante de maya, según el Consejo Nacional de Población (Conapo).

“Yo empecé a ver yucatecos en la iglesia desde hace siete años, y me contaban que venían de una iglesia en Oxkutzcab”, dice José Mauricio Chacón, pastor de la iglesia presbiteriana del barrio La Misión, en San Francisco. “Poco a poco me di cuenta que habían muchos”.

Fue precisamente durante la última década que ha aumentado significativamente la migración indígena a California. Hoy, se estima que entre 35 y 45 mil indígenas vienen al país anualmente de América Latina. En California, se sabe que hay hasta 100 mil mixtecos, según datos del Frente Indígena Oaxaqueño Binacional. En San Francisco, la unidad móvil del consulado general de México, ha atendido a gente de los Altos de Chiapas, triquis de Oaxaca, y ahora mayas de Yucatán.

Cuentan que hace 25 años, un yucateco llamado Tomás Bermejo vino a trabajar en el sur de California con el programa Bracero. Eventualmente, abrió un restaurante de comida yucateca en San Francisco, y traía gente de su pueblo –Oxkutzcab– a trabajar con él. De allí se fue tejiendo la red.

“La causa de la migración a San Francisco es que fulano de tal fue a San Francisco y alguien dijo que ya tenía su casa. Eso despierta el ‘por qué no me voy yo también’”, dice Chacón.

Hoy es pastor de una iglesia cuyos feligreses yucatecos completan una tercera parte del total. Son principalmente de Oxkutzcab, pero también de Mérida, Peto y Tekax. En el cuerpo gobernante de la iglesia, tres de los nueve líderes son de Oxkutzcab.

“Dicen que son como 5 mil en San Francisco, pero creo que son más”, agrega Chacón. El consulado general de México en San Francisco cree que los mayas de Yucatán son el grupo de migrantes que más crece en esta ciudad, y reporta que aproximadamente 15% de la gente que pide matrículas consulares anualmente son de Yucatán.

“Lo interesante es que vienen a San Francisco, ciudad en la cual la vivienda es tan cara. En promedio, tienen como seis personas en un cuarto. He visto hasta 10 por cuarto”, dice Chacón.

Es que San Francisco acaba de pasar por un auge impulsado por compañías de Internet en la ciudad y en el cercano Valle de Silicio. En este lapso, las rentas subieron a más del doble, llegando a un promedio de mil 100 dólares por un departamento con una recámara. Uno tendría que ganar por lo menos tres veces la renta para estar económicamente estable, según los economistas, lo cual implica ganar un salario mucho mayor del obtenido por una persona de la clase obrera.

La Misión es el barrio latino de San Francisco –ciudad cuya población latina esta compuesta por 55% de centroamericanos y 45% de origen mexicano, según datos del consulado general de México en San Francisco– y el hogar de la mayoría de los yucatecos. Fue de las más afectadas por el auge económico. Durante seis años, miles de jóvenes que prosperaban económicamente gracias a sus trabajos en compañías de Internet se mudaron a la colonia, creando una demanda por la vivienda que disparó las rentas. La colonia perdió una gran parte de su población latina, y muchos de los que lograron quedarse están hacinados.

Una casa y unos Nike

Aquí pagamos a La Pilarcita en Oxkutzcab, Yucatán. Anuncio en San Francisco, California/Fotografía: Naomi Adelson“Cuando yo fui allá, pregunté a la gente el porqué de la migración –(Oxkutzcab) es una ciudad encantadora, con negocios, agricultura–. Me dijeron que el problema es que a un maestro de Oxkutzcab le toma 15 años construir una casa, mientras que allá (en San Francisco) puede hacerla en dos años. Los jóvenes vienen para poder construir sus casas de block”, explica el pastor.

El municipio de Oxkutzcab es clasificado por el Conapo como altamente marginado. El 80% de la población ocupada percibe un ingreso igual a dos salarios mínimos o menos. Casi una cuarta parte de las personas de 15 años o mayor es analfabeta, mientras que 56% no tiene la primaria completa. Mucho más de la mitad de las familias vive en el hacinamiento.

“Yo fui animado a venir por cuates que llegaban con zapatos Nike, carros. Me traían fotos del puente Golden Gate, del muelle, de esas calles bien bonitas, no las feas de La Misión”, dice Pedro Tuyub, también de Oxkutzcab, ahora editor de El Tecolote, uno de los periódicos bilingües más antiguos y con mayor tradición de la comunidad latina. Mientras que el barrio de La Misión mantiene algunos rasgos de la comunidad unida y latina que era, por otro lado también tiene un alto índice de drogadicción y delincuencia organizada.

En 2000, a Yucatán ingresaron 6.6 millones de dólares en remesas, según el Banco Mundial. Aunque la cifra representa sólo 0.1% del monto total de remesas ingresadas al país, demuestra que el estado ya empieza a seguir la tendencia nacional de expulsar mano de obra y recibir cantidades significativas a través de la migración internacional.

En 2001, ingresaron 9 mil 200 millones de dólares de remesas a la economía mexicana, según Ramón Castillo, investigador del Colegio de la Frontera Norte, convirtiendo a la migración en el segundo generador de divisas del país después del petróleo. Mientras tanto, el sector turismo disminuyó su participación en la economía, captando 8 mil 400 millones de dólares en el mismo periodo, según datos de la Secretaría de Turismo.

En Oxkutzcab, las farmacias son receptoras de dinero de Estados Unidos. “La Farmacia de la Salud lleva años recibiendo remesas. La Pilarcita es otra”, señala Tuyub, y agrega que los de Oxkutzcab, residentes de San Francisco, mandan “un promedio de 300 dólares al mes al pueblo”.

“Yo conocía un muchacho que trabajaba en una agencia de envíos de remesas y él decía que mandaban como 17 mil 500 dólares al día a Oxkutzcab”, agrega Chacón.

Desafortunadamente, la migración no necesariamente resuelve los problemas, y a menudo trae otros. Hoy, por ejemplo, Oxkutzcab crece “fuera de control”, según Tuyub, debido a los dólares ganados en el exterior. Chacón notó que hay “muchos drogadictos en el parque de Oxkutzcab que fueron deportados de aquí”.

Es que la mayoría de la población maya en San Francisco vino después de 1986, fecha de la última amnistía migratoria. “Creo que la mayoría son indocumentados. Vienen de 10 en 10, de 30 en 30”, dice Tuyub.

Han hecho el viaje al norte durante la época de mayor vigilancia fronteriza y, como todos, escogen evitar los puntos donde hay mucha Patrulla Fronteriza. Para los yucatecos, la opción ha sido el desierto de Arizona, una estrategia poco confiable. “Un par de yucas murieron en el desierto este año”, señala Chacón.

Cruzan el desierto caminando, agarran un vehículo al aeropuerto de Phoenix, y si todo va como lo planeado, vuelan a San Francisco. “Tienen coyotes yucatecos y pagan alrededor de 2 mil dólares”, agrega Chacón.

Pocas alternativas

Farmacia en Oxkutzcab donde se reciben los envíos de dinero provenientes de San FranciscoNo es solamente el dinero lo que trae a la gente a San Francisco. Muchos buscan oportunidades que no existen en sus pueblos. Tuyub, por ejemplo, estaba frustrado por no poder seguir sus estudios en la Universidad Autónoma de Yucatán (UAY).

“Mis papás tendrían que ayudarme, y decían que podían, pero la agricultura ya simplemente no vale la pena. Son ejidatarios, yo sabía que no tenían el dinero”, añade. Ahora se encuentra cursando estudios de maestría en la universidad local.

“O me dedicaba al trabajo de albañil o a algo que no iba a pagar bien –aún con mi bachillerato–. Si no entraba a la UAY o no venía a Estados Unidos, tendría que trabajar en algo que me iba a partir el lomo”.

Y no está bromeando. La gente maya ya tiene tiempo migrando de sus pueblos en el interior a los polos de desarrollo turístico para trabajar. En 1997, por ejemplo, Quintana Roo absorbió más de 50% de los migrantes internos de México, la cifra más alta de migración interna en el país, según el INEGI. Además, más de la mitad de estos migrantes eran de Yucatán.

“Yo trabajé en Cancún durante las vacaciones. Tenías que dormir debajo de las palmeras. Luego, tenían puestos de comida y te descontaban lo que comías”, cuenta Tuyub. “Me pagaban como 120 pesos a la semana”, agrega. Con precios de los más altos de la República, estos salarios no levantan a nadie de la pobreza.

“Decían que nos darían clases de inglés, pero nos cobraban”, agrega Tuyub. Así, para muchos, se les hace fácil hacer el cálculo: o me quedo y gano una miseria o me voy donde el inglés es la lengua dominante, puedo tomar clases gratuitas y trabajo en un estado donde el salario mínimo es de 6.75 dólares por hora.

“Los que están aquí trabajan principalmente en los restaurantes”, dice Chacón. Es un trabajo mejor remunerado y uno que implica más dignidad que la mayoría de los que se ofrecen en lugares como Cancún.

“También trabajaba limpiando baños en Akumal”, dice Tuyub. “Me parece que eso es lo que quiere el gobierno mexicano que yo haga. En México hay este mal concepto: al saberse indígena, uno se siente inferior. Es culpa del gobierno que no haya tanta gente orgullosa de sus raíces”, dice Tuyub.

Chacón nota que entre sus feligreses de Oxkutzcab a menudo se reniega de sus raíces mayas. Les señala que “deben estar orgullosos de ser mayas”.

Tuyub explica que fue a través de la educación que llegó a valorar el ser maya. “Aprendes que los mayas descubrieron el cero 400 años antes que los árabes. Cuando lees sobre eso, te sientes orgulloso”.

Además, Tuyub descubrió que en San Francisco, ser maya tiene sus ventajas. “A mí me ayudó mucho hablar maya –mi propio dialecto, considerado inferior–. Me ayudó a aprender el inglés, por el acento”, dice Tuyub.

Además, por ser un grupo pequeño con fuertes lazos culturales logran brindarse una solidaridad tremenda. “Es como un fenómeno”, dice Chacón, “se apoyan unos a otros. La gran diferencia con los de Oxkutzcab es que vienen acá y al día siguiente están trabajando”.

Es cierto, dice Tuyub, “nadie llega por sí solo. Les dan techo en lo que buscan dónde vivir. Cuando llegué, ya había muchos yucatecos y me ayudaron a conseguir trabajo, me invitaban a comer”, agrega.

Aunque hay beneficios por vivir y trabajar en San Francisco, los hombres vienen solos en su mayoría, dejando a esposas e hijas en Yucatán. La separación familiar crea un anhelo enorme de regresar. “Todos vienen con la idea de regresar”, señala Tuyub, y agrega que ve “a la migración como una manera de armarse para traer beneficios, para prevenir la migración”.