Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 12 de noviembre de 2002
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Política

José Blanco

Elección 1441

La elección de los estadunidenses, ampliamente favorable a George W. Bush en particular, así como la elección de la guerra por el Consejo de Seguridad de la ONU, hacen un maridaje profundo que delinea un futuro planetario profundamente perturbador. Esta lectura puede hacerse dados los contenidos del acuerdo 1441, los antecedentes marrulleros de Saddam Hussein en materia de inspección y la posición de Bush frente a ese acuerdo: la estrategia de invasión de Irak fue preparada con antelación al ultimátum del Consejo de Seguridad.

Acaso Hussein acepte la inspección dado que la Liga Arabe de 22 países ha decidido sumarse, a su modo, al acuerdo 1441. Pero está claro: Bush aprovechará el más mínimo pretexto, una vez que los inspectores lleguen a Irak, para desatar la ofensiva. De acuerdo con el calendario del Consejo de Seguridad, los inspectores terminarían su informe en febrero próximo; análisis militares estadunidenses han señalado que marzo de 2003 es una fecha prácticamente descartable para iniciar una guerra de invasión debido a que a partir de ese mes las altas temperaturas del desierto iraquí harían irresponsable enviar tropas que tendrán que ir pertrechadas para enfrentar ataques químicos y bacteriológicos. Todo parecería indicar que Bush no esperará hasta el próximo otoño, sino que encontrará el pretexto para derrocar a Hussein a la brevedad posible.

Un breve memorándum: al menos desde 1975 Hussein ha sido un dolor de cabeza perpetuo para sus vecinos, para Occidente y para la ONU. En ese año Hussein intentó violar la soberanía iraní sobre el Shatt al-Arab, el canal formado por los ríos Tigris y Eufrates, hasta su desembocadura en el golfo Pérsico. Con el acuerdo de Argel de 1975, Irak cedió a su pretensión de establecer el límite entre ambos países en la ribera este del canal. Pero tres años después de ese incidente el pueblo iraní, enardecido por profundas motivaciones religiosas y políticas, derrocó al sha Reza Palevi, quien apenas tres meses antes había sido considerado por el presidente Carter como el guardián del Medio Oriente.

Caído Reza, el ayatollah Jomeini desarticuló los poderosos ejércitos del sha, lo que dio ocasión a Hussein para desconocer en 1980 el acuerdo de Argel y lanzar un furibundo ataque contra Irán. Como se recordará, la guerra duró ocho años y el costo económico y en vidas humanas fue inmenso.

Al finalizar la guerra en 1988, Hussein comenzó a reclamar a sus vecinos pagos por los "sacrificios" que su país había efectuado durante la guerra "para detener la amenaza del fundamentalismo islámico", como dijo entonces. La vida de los vecinos se volvió una pesadilla amenazante.

En 1990 el mercado petrolero pasaba por un periodo de acentuada debilidad. Saddam encontró en los bajos precios petroleros el pretexto para exigirle a Kuwait una compensación por las pérdidas en la guerra que sostuvo con Irán, de 30 mil millones de dólares. Preparaba así la invasión de Kuwait, cosa que logró en pocas horas en agosto de 1990. Pero detrás de ese acto criminal le cayó encima el Bush anterior en enero de 1991, con el apoyo del Consejo de Seguridad. Irak fue penosamente derrotado y Hussein debió firmar un acuerdo de paz que lo obligaba a una serie de restricciones en el plano ofensivo militar y a la eliminación de sus armas de destrucción masiva, así como las de carácter químico y bacteriológico.

El equipo de inspectores que designó la ONU para certificar que Irak acataría sus compromisos no ha encontrado hasta hoy mucho más que marrullerías del régimen iraquí, negando el acceso a decenas de instalaciones militares (palacios presidenciales según Hussein), las que, dice Estados Unidos, en algunos casos son del tamaño de la capital estadunidense. Irak, de otra parte, fue sometido a un cerco económico draconiano que ha afectado terriblemente a la población. Hussein no ha hecho sino acarrear sufrimientos despiadados a su pueblo. Pero este tirano se ha encontrado hoy con un halcón mayor: el segundo Bush.

Todo en el mundo será peor. La locomotora de la economía mundial va a meterse en el túnel de un endeudamiento acelerado, mientras su economía sigue debilitándose y mientras Bush hace un recorte a los impuestos del orden de 50 por ciento a las personas con más altos ingresos de ese país. Un halcón contra un tirano, ambos enloquecidos, serán los vectores que "ordenen" la política y la economía mundiales.

En Estados Unidos los demócratas no entendieron el sentir del electorado: la sociedad gringa parece responsabilizar por igual a republicanos y demócratas del estado lamentable de la economía, de modo que en su elección intermedia sólo contó la "salvación de la patria" ofrecida por Bush a una población aterrada. Los demócratas cuentan con un año para elaborar un discurso sobre la tragedia en que va a meter al mundo su ilegítimo presidente; de no ser así, los sufrimientos de todos crecerán por un dilatado tiempo oscuro y oscurantista. La elección 1441 es una gigantesca nube negra que ya se cierne sobre el planeta.

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