Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 12 de noviembre de 2002
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Cultura
Presentan en París la exposición Indios. Chiapas > México > California

Recorrido por la vida de los indígenas mexicanos como actores de su historia

Oaxaca y Guerrero complementan las secuencias de la muestra en la capital francesa

Se exhiben 20 obras de Francisco Toledo Le Bot, orquestador de ese viaje paralelo

ISHTAR CARDONA ESPECIAL PARA LA JORNADA

La luz a lo lejos recuerda una fonda en la carretera o el adorno de una fiesta de barrio: pequeños focos de luz blanca colgados en serie sobre una estructura de ramas, de delgados troncos que sostienen una manta manchada de colores. La mirada, al acercarse, descubre que las manchas de colores forman casas bidimensionales, árboles y rostros cubiertos por pasamontañas. El cielo que enmarca el paisaje es intensamente azul, y el verde, el naranja y el amarillo presentes en la manta-mural son colores rotundos como los que pensamos usan los niños al dibujar. Todo el conjunto conduce al interior de un triple iglú de mármol, el pabellón Paul Delouvrier del Parque de La Villette de París, Francia.

En el interior de esa panza blanca e iluminada por enormes ventanales se presenta la exposición Indiens. Chiapas > Mexico > Californie (Indios. Chiapas > México > California). El título cabecea el principio y el fin de las secuencias de la muestra, pero en medio aparecen otros dos universos locales que completan el viaje: Oaxaca y Guerrero.

En un recorrido en meandros, la gran manta concebida por Patrick Bouchain para la exposición, que divide el espacio como si de un laberinto se tratase, sirve de guía y enlace entre estas cinco secuencias. En el centro de cada una están presentes los indios de México. No el Indio con mayúscula, que corresponde más a una imagen muerta de museo que a una realidad vivita, coleando y cambiante. Los indios de México, en plural, como actores de su historia. Como agentes culturales, como re-creadores de identidad, como animadores de experiencias políticas. Como provocadores de debates que ya no podrán excluirlos. Como responsables de la eficacia e imaginación de sus luchas.

Dinamismo y polivalencia

La exposición del pabellón Delouvrier se presenta como una suerte de códice indio actualizado: una narración que se despliega materialmente en tela de algodón ante el espectador y que podemos leer mediante los sucesos relatados (el levantamiento zapatista, el movimiento cultural oaxaqueño) o imaginarla como un diario de migración en el que la Gran Tenochtitlán ya no es punto de llegada, sino etapa soñadamente transitoria hacia la tierra prometida.

El recorrido se inicia en Chiapas. El levantamiento zapatista es el hilo anecdótico por medio del cual comenzamos a introducirnos en el discurso de la muestra. La voz de Esther en el Congreso nos pone en contexto. Una veintena de rostros semicubiertos nos observa desde su eternidad fotográfica colgada de un andamiaje de ramas. Creo que a Bruno Traven le hubiera gustado tanto colgado en rebelión. Lamentablemente, la presencia del autor de Canasta de cuentos mexicanos, mediante algunas fotografías suyas de los años treinta, pasa desapercibida por lo poco compenetrado que resulta el material con el resto de la sección. El excelente trabajo fotográfico, fílmico y plástico de varios autores sostiene la narrativa de la secuencia, la cual resulta, por el buen manejo museográfico de la dimensión poética del discurso zapatista, la más emotiva de toda la exposición.

Algo debe de tener de bendita el agua de Oaxaca, puesto que la región se muestra como un gran armado de iniciativas culturales sorprendentes del que participan todos o casi todos: ¿así somos de creativos? Oaxaca la de la explosión de artistas plásticos que han sabido instrumentar en diferentes zonas de acción su obra, que han sabido insertarla en el mercado del arte sin por ello transar en el código estético que han elegido y que recrea el mundo material y cultural al que pertenecen, que han sabido generar mediante su trabajo artístico nuevas formas de pensar el desarrollo comunitario y de promover una nueva cultura política. Oaxaca que tiene en la cinturita a Juchitán con todo y la nostalgia por la efervescencia de la COCEI. Oaxaca la de las danzas afromestizas, la del mito zapoteco hembrista y sexual, la de los documentalistas y videoastas mixtecos y triquis. Oaxaca la de los movimientos sociales y la pobreza ancestral, la de la migración creciente al otro lado. Oaxaca la que se reconstruye día a día aquí y más allá del border. La obra seleccionada para ilustrar esta sección refleja el dinamismo y polivalencia de los movimientos culturales de la región: video, escultura, bordado, fotografía, pintura y mixta se imbrican en piel de la secuencia más redonda de la exposición.

La parte consagrada a Guerrero no evoca con la misma fuerza que el resto de la exposición la capacidad de movilización de las comunidades indias de la región. Esta parte da la impresión de guardar discontinuidad con el resto del recorrido. Su eje temático es el trabajo de los amateros de la zona del Balsas y la lucha que emprendieron hace algunos años para impedir la construcción de la presa que anegaría gran número de comunidades y que los obligaría a desplazarse. La cantidad de obras en amate corresponde a la de una colección de tamaño respetable, y su calidad no resulta menos que admirable; sin embargo, la sección adolece de falta de articulación con el resto de la muestra, aun si la excepción resulta de la obra de los amateros que emigraron a Estados Unidos y, siguiendo el lenguaje expresivo del amate, con todo y su abigarramiento, han producido piezas de sorprendente riqueza narrativa.

La ciudad de México es el escenario en el cual la invisibilidad deviene estrategia de sobrevivencia o, en todo caso, consecuencia natural para los indios que emigran. De que no me vean a que me noten y me hagan ''el feo", mejor confundirme con el paisaje y escurrirme por las paredes. Esperar y ver si ya llegué o si no he terminado de irme. Esperar mi oportunidad y a lo mejor lanzarme, jalar pa'l norte y cruzar la línea rogándole a la Virgencita que ora sí nadie me vea. A los ojos de esta espectadora, la invisibilidad ya tomó carta de naturalización en México: de tanto ver ya no vemos, y aun si las enormes fotografías que cuentan esta secuencia gritan su contenido, el cotidiano experimentado por un defeño impone su lacerante bruma de indiferencia, condición en el origen de la invisibilidad del otro.

Mosaico representativo

Al otro lado del muro, California espera, ojerosa y pintada (y que disculpe el poeta) a los que buscan acomodo en este mundo. Y ahí llegan los viajeros que saben ya que su integración será todo menos aceitada y suave. Que aquí sí no hay invisibilidad que valga y, por tanto, hay que correr y esconderse. Que no pueden, y en algunos casos no quieren, confundirse con el paisaje. Que intuyen que traen en la maleta algo más que su necesidad de trabajo. Y llegan a construir su vida y a reconstruirse con lo que traían de antes y lo que van acumulando. Y llegan a modificar, inexorablemente, el entorno en el que transcurre su existencia. Son los passeurs de culture, como son nombrados en la exposición, los que transportan la cultura, los que pasan de un lado a otro de la línea las costumbres, los ritos, los mitos; los que de polleados pasaron a ser polleros de su forma de vida. Y nosotros hemos estado acompañándolos de ladito en su viaje, y llegamos al final del trayecto con la sospecha de que la historia no se acaba allí, que en todo caso asistimos a la construcción de rutas nuevas que más allá de lo meramente geográfico unen estados de pensamiento.

El orquestador de semejante viaje en paralelo se llama Yvon Le Bot, sociólogo y director de estudios del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia, quien ha bregado junto con el equipo de trabajo de La Villette durante dos años para llevar a buen puerto esta experiencia. El solo trabajo de recopilación del material plástico, gráfico y audiovisual ya constituye un esfuerzo de consideración; tomemos como ejemplo la presencia de 20 obras de Francisco Toledo, entre pintura, grabado y escultura, dentro de la secuencia Oaxaca. Es tal la densidad de material en la exposición, que algunos asistentes comentan su aturdimiento y hasta su desazón por la cantidad de objetos presentes para el espacio utilizable. Lo que no se discute es la calidad de la mu-seografía que consigue disponer el material de forma inteligible.

Indios. Chiapas > México > California deserta de la perspectiva etnográfica, no requiere de la visión folclorista para explicar la dimensión actual de los indios y de sus márgenes de acción. Sin embargo, consigue presentar de forma pertinente, aunque no necesariamente exhaustiva, un mosaico representativo de los movimientos que los grupos indígenas en México construyen, una muestra de cómo se piensan, cómo reconstruyen su imagen y cómo se sueñan contemporáneos, por fin, de todos los hombres.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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