Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 13 de noviembre de 2002
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Editorial
 
CUBA: EL MUNDO, CONTRA EL EMBARGO

sol-2Ayer, por undécima ocasión y por una mayoría abrumadora, la comunidad internacional representada en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenó el bloqueo económico que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace más de cuatro décadas.

Ciento setenta y tres gobiernos de distintas ideologías, ideas económicas y sociales, rechazaron el intervencionismo, la inmoralidad y la pretensión de extraterritorialidad que conlleva el embargo estadunidense contra el país caribeño. Frente a ellos, los solitarios votos en contra del propio Estados Unidos, de Israel -urgentemente necesitado de las ayudas de Washington para poder seguir matando civiles palestinos-- y las Islas Marshall -un protectorado sin existencia soberana real-- pusieron en evidencia el aislamiento internacional de la superpotencia. Las cuatro abstenciones -Nicaragua, Malawi, Etiopía y Uzbekistán-, por su parte, denotaron la dependencia de otros tantos gobiernos de la asistencia financiera estadunidense.

No debe pasarse por alto el hecho de que la representación mexicana ante la ONU se colocó en el lado correcto, votó contra el embargo y justificó su voto con una exposición y una defensa de los principios de la diplomacia nacional como no se había escuchado en boca de ningún funcionario en lo que va de este gobierno, ni acaso en los seis años del anterior.

Es pertinente comentar que, independientemente de la opinión que merezcan el sistema político y económico cubanos, el bloqueo impuesto por Estados Unidos es legal, moral, humana y políticamente insostenible, toda vez que pretende allanar la soberanía de una nación independiente, e incluso forzar a terceros países a que acaten disposiciones estadunidenses; implica un ejercicio de extraterritorialidad inadmisible; constituye una grosera contradicción a los principios de libre comercio -que Washington dice defender, y que en otras latitudes pretende imponer-; perjudica gravemente a la población cubana y viola sus derechos esenciales, incluidos los de la salud, la alimentación y la educación; representa un ejemplo deplorable del doble rasero utilizado por los gobernantes estadunidenses en materia de democracia y derechos humanos, toda vez que los exigen en Cuba, pero cierra los ojos ante aliados tan impresentables como -entre muchos otros- Arabia Saudita, Pakistán o Marruecos, y miran hacia otro lado ante socios comerciales como China; en todo caso, si los argumentos democratizadores que sustentan al bloqueo fueran honestos, habría que concluir que éste es contraproducente, toda vez que paraliza la libre evolución de la vida política cubana.

Desde otra perspectiva, la resolución aprobada ayer en contra del embargo criminal e ilegal pone de manifiesto, una vez más, las exasperantes inequidades y asimetrías que padece la institucionalidad internacional: mientras una de sus advocaciones -el Consejo de Seguridad de la ONU- emite una resolución que obliga a Irak a rendir su soberanía a los inspectores internacionales, otra, mucho más representativa, plural y democrática -la Asamblea General- expresa un repudio casi universal al bloqueo estadunidense, pero carece del poder necesario para hacer respetar sus determinaciones.

Pese a ello, el rechazo mundial al embargo de Washington contra Cuba es, a no dudarlo, una severa derrota diplomática para la potencia vecina, y una expresión de racionalidad esperanzadora en el turbio contexto internacional de la hora presente.
 

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