La Jornada Semanal,   domingo 17 de noviembre del 2002        núm. 402
La escritura clandestina

Eduardo Mosches entrevista con Yasmina Khadra (Mohamed Moulessehoul)

Eduardo Mosches habló con Yasmina Khadra, que es decir con Mohamed Moulessehoul, que es decir con un ex militar argelino que debió abandonar muchas cosas, incluido su idioma natal, para acercarse a los demás por medio de la escritura. En esta entrevista, Khadra-Moulessehoul habla de Argelia, el integrismo musulmán, el exilio, la guerra civil y las dificultades y necesidades que conlleva la expresión literaria en un contexto particularmente adverso.

Un escritor argelino, Mohamed Moulessehoul (1955), ha tenido que firmar sus libros con un seudónimo, el nombre de su mujer: Yasmina Khadra, a partir de la presión por parte de las autoridades militares, pues él era oficial del ejército. La actitud inició con indiferencia por parte de los militares, ante unas aficiones literarias que fueron arraigando. Luego la hostilidad, que le impedía promocionar sus libros o acudir a recoger premios. Después las medidas represivas, como una sanción militar. En ese momento difícil, en el cual había pensado en dejar de escribir, su mujer le sugirió utilizar su nombre para firmar las novelas. Así empezó una clandestinidad que le permitió enfocar con su escritura la realidad de su país. El uso del seudónimo le hacía posible escribir sobre lo que quería. Algunas de sus obras fueron tristemente premonitorias de la tormenta de violencia e intolerancia que se iban a batir sobre Argelia en los años noventa, y un acercamiento embrionario a lo ocurrido recientemente.

De su obra literaria existen sólo unas cuantas de sus novelas traducidas al castellano: Morituri y La vida es un juego, editadas ambas en una pequeña editorial española, Zoella, y Lo que sueñan los lobos (Alianza Editorial, 2000)

Entreabrir en esta entrevista un poco la puerta al universo personal de Mohamed Moulessehoul, alias Yasmina Kadra, o viceversa, a esta altura de tensión política que se cierne sobre la geografía terrestre, podrá darnos algunas pistas, como sus futuros lectores, de cómo acercarnos al mundo literario que hoy puede ser desconocido. Habrá que conocerlo. 

-Tu fecha de nacimiento se asocia directamente con el proceso de la revolución anticolonial argelina. ¿Cómo viviste tu infancia y adolescencia? 
–De la misma forma que Argelia, libre. Abrimos los ojos al mundo al mismo tiempo, a la belleza de las personas, y ambos teníamos el mismo sueño: contribuir de una manera u otra al mejoramiento de la humanidad. Todos podemos mejorar la humanidad si tratamos de hacer el mayor bien posible y empezando por perdonar el pasado para negociar mejor el futuro. Eran ambiciones legítimas y cuando se dirige uno hacia los otros con buenas intenciones se puede estar convencido de aportar algo de nuestra propia felicidad. Por desgracia, una vez que se fueron los coroneles, lamentablemente el país estuvo dirigido por gente que no estaba preparada ni psicológica ni políticamente, no estaban preparadas para realizar su trabajo de líderes. Eran gente que había vivido en la miseria y que pasó repentinamente a la prosperidad y no comprendía mucho lo que les estaba pasando, y no dejaron de hacer tonterías.

–Un elemento que uno presumió, reconoció, desde afuera de la revolución argelina, era el carácter laico y presuntamente socialista de la misma. ¿Cómo entender en el proceso de una revolución la presencia del integrismo, del fundamentalismo musulmán en Argelia?

–Hay un proverbio argelino que dice que el cuervo trata de volar como la paloma porque perdió su propia manera de volar y nunca aprendió a volar, a caminar como los demás. Argelia no tenía necesidad de socialismo, el gran error de nuestros dirigentes fue alinearse con una manera de vivir que no era nuestra. Éramos una sociedad tribal, con tradiciones ancestrales, teníamos una fe que era el Islam, y comportamientos que nos venían de los beduinos. Quisieron aprisionarnos en un espacio cerrado, que estaba en las antípodas de lo que podrían ser nuestras propias reacciones. De ese modo, lo que consiguieron fue encerrarnos en un sarcófago, pero vivos, y lógicamente esto no podía crear más que un monstruo. Por lo tanto, el integrismo es una reacción apasionada y por tanto, irresponsable, frente a una manera de vivir que no tenía nada que ver con nosotros. 

La guerra que hoy estamos viviendo en Argelia era previsible, porque la sociedad estaba construida sobre arenas movedizas. Cuanto más se elevaban las paredes, los muros, menos se podía aguantar el peso sin hundirse en el marasmo. 

–¿Es posible o no en Argelia la separación Iglesia-Estado? ¿Es factible una sociedad laica, en la cual cada individuo tenga el derecho de ser adepto o no, a la religión que desee? 

–Es inevitable. Siempre se impuso a los argelinos un modo de vida que no querían. Actualmente, es imposible imponer a los argelinos cualquier nuevo tipo de vida. Por un fenómeno de rechazo el argelino es hostil a cualquier imposición externa; consiguió adquirir algunos derechos con dolor y sangre, y creo que no está dispuesto a renunciar a ellos, así que sólo tenemos una salida: la libertad individual. Cada uno puede hacer lo que quiera, a condición de no violar el espacio de los otros. 

–Ante el enfrentamiento con un poder sumamente autoritario, no te ha quedado más camino que el exilio. ¿Qué te ha producido; se expresa en tu literatura?

–Creo que siempre fui un exiliado. Un escritor en una institución militar está exiliado. El mundo exterior no debe conocer esa vocación. Los dogmas y las normativas militares no favorecen la creatividad. Por eso, de alguna manera me refugié en los libros y eso es un exilio. Cuando empecé a escribir me refugié en mis propios libros, y eso es otro exilio. Tratar de influir y convencer a una institución por la palabra, cuando te han dicho que sólo creen en las órdenes, que sólo responden a órdenes. Es un diálogo de sordos y también ahí hay otro exilio, que se podría definir como exclusión. Cuando me fui a Francia no fue huyendo, sólo quería un espacio donde pudiera escribir en paz y comunicarme y aprender. Y todo eso no podía encontrarlo en mi país. Como hombre, como escritor y como soldado, me prohibo a mí mismo huir ante el enemigo. Y no creo que exista ningún lugar, ni un hombre, ni una institución, nada, que me impida regresar a mi país. Creo, al contrario de muchos argelinos, que defendí a mi país con las armas y con la pluma, por eso me considero un ciudadano de cuerpo entero, absolutamente indisociable de su país. 

–Al principio escribiste tu obra en árabe, y el cambio al francés se dio a través de ese proceso de exilio externo. ¿Cómo has sentido y percibido, qué se da en ti y en tu obra con ese cambio en el lenguaje?

–Creo que es una transformación afectiva, yo fui un niño al cual le robaron el amor de sus padres y por eso creía que yo no le interesaba a nadie, y escribir era de alguna manera ir hacia los demás.

–¿Por qué dices que te robaron el amor de tus padres?

–Entré muy joven en el ejército argelino, a los nueve años. Argelia acababa de conquistar la independencia y mi padre, oficial de la guerrilla, me entregó a las instituciones militares. No sé por qué lo hizo, por qué se quiso separar de mí. Nunca llegamos a hablar de esto. Fue muy duro. No conseguí superarlo. Un niño no puede entender que su familia se desprenda de él para entrar en un cuartel. Mi cuartel era una fortaleza de la que no podía salir y ver el mundo. Por eso escribí libros: cada libro era una manera de desertar de aquel cuartel y aquella situación.

Empecé a escribir en árabe, porque tenía una formación en árabe. Desgraciadamente, cada vez que presentaba mis textos, mi prosa, a mis profesores de árabe, se negaban a captar el fondo y me humillaban señalándome faltas, problemas de sintaxis, etcétera. Su cerrazón y su incomprensión me afectaron mucho. Paralelamente mis profesores de francés se interesaban en lo que yo escribía; a pesar de la mediocridad de mi estilo habían intuido algo, y pensaban que tenían que hacerme consciente de ello, que tenían que promoverlo. Y fue su interés el que hizo que yo, un niño olvidado e ignorado por todos, me interesara y me acercara a ellos. Entonces empecé a escribir en su lengua para que me miraran y para ser reconocido por ellos. Es así que, con toda naturalidad opté por la lengua francesa.

–¿Cómo has percibido esos ocho años de guerra civil?

–Durante esos años viví una experiencia terrible, sentía rabia y pena y los libros fueron una terapia. Creo que es imposible evitar la violencia porque está dentro del ser humano. Lo inhumano es la verdad de ser humano. Se vive en un péndulo: a veces te decantas por el lado bueno. La historia de la humanidad es la del mal y la del bien, y la literatura puede ayudar a captar y entender esta catástrofe humana.

–¿Cuáles crees que fueron los elementos que posibilitaron una fuerte presencia social del integrismo en Argelia?

–Para justificar fortunas colosales se fomentó un paso del socialismo al capitalismo sin sobresaltos, para lo que había que situar el peligro en el pueblo. La nomenklatura oficializó el integrismo y cuando éste tomó las riendas del movimiento social lo ilegalizaron. Eso detonó la guerra civil. Se trataba de legalizar el dinero, parar la guerra y reconstruir el país. La solución debe venir del pueblo, no del integrismo que es una secta. Los argelinos no creen en la violencia, quieren vivir en la democracia. Soy musulmán practicante, pero quiero que haya mezquitas y bares y que cada cual pueda elegir donde quiera ir.

–Como escritor eres Yasmina. Este cambio, el seudónimo con nombre de mujer, ¿podría expresarse en una mirada de mujer, o en un acercamiento al mundo femenino en tu propia literatura?

–Desde el principio nadie pensó que hubiese una mujer detrás de Yasmina. Muchas mujeres estuvieron muy orgullosas y querían encontrar a una mujer, pero en el fondo sabían que no iban a encontrarla, porque hay que ser un hombre para ser tan virulento, en fin, macho, y tan violento.

–Es posible pensar que cada ser humano lleva en sí componentes de género, femenino y masculino, y que esto es resultado mixto de esa totalidad, ¿cuál es tu parte femenina?

–Mi parte femenina es mi amor por las mujeres.

–¿Has tenido algún acercamiento con la literatura latinoamericana?

–Ciertamente. Conozco a Álvaro Mutis, con el que me encontré en México. García Márquez, Octavio Paz, Pablo Neruda. Creo que América Latina dio grandes nombres a la literatura mundial, es indiscutible. Creo que el porvenir de la literatura universal se encuentra en los veneros de América Latina y África, porque Occidente agotó todos sus recursos intelectuales. El dinero lo atonta, lo aniquila. La única autenticidad existente hoy se encuentra en la gente que está aislada con respecto a la globalización, a las ganancias, a las manipulaciones. Y los lugares donde hay gente de esas características es en América Latina y en África, y quizá un poco en Asia.