Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de noviembre de 2002
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Política

"Siempre se usó la misma pistola", asegura; "le decíamos la espada justiciera"

Acosta y Quirós ordenaron asesinar a más de mil 500, dice testigo protegido

Base militar en Pie de la Cuesta, Guerrero, sede de las ejecuciones en los años 70, sostiene

GUSTAVO CASTILLO GARCIA

"Siempre se usó la misma pistola, una calibre 38. Le decíamos la espada justiciera. El general Francisco Quirós Hermosillo era el jefe. El daba las órdenes. El nos enseñó a vendarles la cabeza y apuntar en la nuca para que murieran de manera instantánea. Arturo Acosta Chaparro pudo haber ejecutado él solo a más de 200."

Las anteriores son declaraciones que Gustavo Tarín Chávez, testigo protegido de la Procuraduría General de la República (PGR), realizó ante la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada (UEDO), en Estados Unidos, y que ahora forman parte del expediente con el cual se juzgará a los generales Acosta Chaparro y Quirós Hermosillo por homicidio calificado en contra de 143 personas, todas ellas presuntos integrantes de grupos guerrilleros en los años 70.

Gustavo Tarín narró ante Trinidad Larrieta Carrasco, ex director de la UEDO, y otras autoridades de México y Estados Unidos, supuestos hechos que se despliegan a lo largo de más de 70 cuartillas. Afirma que en la base aérea militar de Pie de la Cuesta se asesinó a "más de mil 500 presuntos guerrilleros".

Los registros de la Asociación de Familiares y Desaparecidos de México señalan que en esa época de la llamada guerra sucia a la que se refiere Tarín Chávez en el país fueron detenidas y continúan desaparecidas 800 personas.

En su declaración ministerial Tarín Chávez expuso que los detenidos eran llevados a la base aérea a bordo de una camioneta tipo panel. Iban tirados en el piso del vehículo, amarrados de pies y manos.

Un grupo especial era el que los conducía hasta un lugar conocido como el bungalow, que estaba al fondo de la base militar.

Para que la camioneta ingresara, los tripulantes -vestidos de civil y con el pelo largo- hacían señas con la manos desde la puerta de las instalaciones militares. Mostraban dos y luego tres dedos. Después la camioneta hacía cambios de luces. Entonces se franqueaba el paso de la unidad hasta el fondo de la base.

En el bungalow había un banquito giratorio, de metal -otros testigos de la Procuraduría General de Justicia Militar dicen que era una silla de madera-, en el que se sentaba a los detenidos.

Se les decía que les iban a tomar la foto del recuerdo. Estaban con los ojos vendados, las manos y pies atados.

Cuando la camioneta entraba en la base aérea, los militares regulares eran enviados a los edificios de la guarnición y no se les permitía salir. Los integrantes del grupo especial se encargaban de vigilar los accesos a la instalación castrense.

Según la declaración de Tarín Chávez, unos cuantos permanecían junto a Acosta Chaparro y Quirós Hermosillo: Alberto Aguirre I. Quintanar, Alfredo Mendiola y Humberto Rodríguez Acosta, entre otros.

A ellos -relata el testigo protegido- Quirós Hermosillo, entonces con el grado de coronel y como comandante del Segundo Batallón de Policía Militar, les enseñó la manera en que debían vendar la cabeza a los detenidos y también a disparar en la nuca con la espada justiciera. Para evitar el ruido de los disparos, a la pistola se le colocaba un moflecito, un silenciador.

Una vez que llegaban los presuntos guerrilleros, eran colocados en el banco de metal y mientras esperaban la supuesta fotografía, un militar, primordialmente -de acuerdo con la versión de Tarín- Acosta Chaparro o Quirós Hermosillo, le disparaba con la espada justiciera.

Inmediatamente después del disparo la cabeza del guerrillero era cubierta con una bolsa de plástico para no dejar huellas de sangre en el lugar.

El mar, tumba

Tarín elaboró, como parte de su declaración y prueba de que no mentía, dibujos de cómo estaba distribuida la base militar de Pie de la Cuesta en Acapulco, Guerrero. Ubicó los accesos, las estancias, el bungalow.

También contó que el lugar de las ejecuciones estaba rodeado de costales como los que se emplean para el maíz y la piedras. En medio estaba la silla o el banco de metal. Las matanzas comenzaban entre las 10 y las 12 de la noche.

En las declaraciones se menciona que había un libro con pastas de color negro en el que estaban anotados los nombres de cada ejecutado y sus alias.

Los cuerpos eran introducidos en los costales y se rellenaban con piedras. Luego eran llevados a un avión Aravá 2005. Comenzaban entonces los "viajes a Oaxaca", es decir, los recorridos aéreos que duraban entre una y dos horas.

Una vez que los cadáveres eran introducidos en los costales y llevados al avión eran colocados en la lona que recubría el piso de la aeronave, "para no ensuciarla".

Según las declaraciones que constan en el expediente que obra en poder de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, a cargo de Ignacio Carrillo Prieto, así como de la Procuraduría Militar, se señala que en la 27 Zona Militar de Atoyac, al igual que en otros sitios del país, los guerrilleros permanecían detenidos durante meses. Luego eran llevados a la base área militar de Pie de la Cuesta.

Apolinar Cevallos Espinoza, quien tiene el grado de teniente coronel retirado, declaró ante el coronel Luis García Arévalo, juez tercero de lo militar, que él fue testigo de que desde el avión Aravá se tiraban al mar los cadáveres de presuntos guerrilleros y que quienes participaban en esas acciones eran premiados con 50 por ciento de sobresueldo.

El avión Aravá salía entre 11 y 12 de la noche de Pie de la Cuesta y regresaban a más tardar entre 4 y 5 de la mañana. Los cuerpos habían sido arrojados al mar.

Hay testigos en el juicio que se les sigue a los generales Acosta Chaparro y Quirós Hermosillo que aseguran haber escuchado los disparos.

Otro de los declarantes en el proceso penal aseguró que Acosta le llamó la atención por su nerviosismo y le dijo: "no se preocupe, está cumpliendo con su deber".

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