Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 28 de noviembre de 2002
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Política

Sergio Zermeño

Disolución social: el año dos

En esta semana el foxismo cumple dos años en funciones y ya podemos enunciar los rasgos esenciales con los que pretende transitar el resto del sexenio. Llama la atención, en primer lugar, el siguiente dato del que hay que apreciar su lado positivo: en los tres momentos de alta confrontación con el México excluido, el régimen ha evitado el choque y se ha replegado. Así sucedió la semana pasada con el cierre de la autopista del Sol, con el aeropuerto en Atenco y con la decisión zapatista de hacer una marcha hacia la capital de la República. Naturalmente, no enfrentar no quiere decir resolver, pero lo que queremos subrayar es el hecho sociológico elemental de que al evitar el choque, al no colocarse el gobierno como adversario, la identidad de los movilizados se difumina y se dificulta la construcción de alianzas y frentes. Sí, en efecto, esto corresponde perfectamente con la política neoconservadora (neoliberal) de disolución de los colectivos, de lo público.

Lo mismo sucede con el gasto social, principal bisagra de articulación entre gobierno y sociedad: Marta Sahagún declara triunfante que no hay más manipulación ni populismo en el empleo de los programas sociales, pues hoy se dirigen exclusivamente a individuos y familias, frase con la que tira al niño con el agua de la bañera, es decir, descalifica, una vez más, con los términos populismo y manipulación, la capacidad asociativa de los excluidos para enfrentar colectivamente la solución de sus problemas.

Todo el apoyo para la promoción de políticas focalizadas, métodos que en un mismo barrio escogen sólo a algunas familias y no a otras para recibir los apoyos de Progresa, Oportunidades, Procampo, Procede, Arranque Parejo... quiebran el asociativismo e incluso van al extremo de seleccionar a los miembros redimibles de cada familia, a los jóvenes y no al resto. Todo el dinero va para Vamos México, así como a instituciones privadas y semipúblicas especializadas en focalización y filantropía (lo que se ajusta perfectamente con la nueva política de las financiadoras internacionales), mientras los recortes son para las universidades públicas y proyectos en busca de empoderamiento de los colectivos.

De la misma manera la reforma laboral combate los contratos colectivos buscando atomizar la fuerza de los sindicatos. Atacar la pobreza con este enfoque es potenciar al empresario que cada pobre lleva en su seno. Nos equivocamos quienes pensamos que con el voto útil no sólo saldría el PRI de Los Pinos, sino que se potenciaría también la dimensión asociativa de la democracia social.

El otro elemento que mete ruido al modelo y que recrea condensaciones colectivas inconvenientes es el de la resistencia a la privatización-extranjerización de los recursos energéticos. A este respecto Jorge G. Castañeda, una vez más, no se anduvo con miramientos y atacó a las elites políticas e intelectuales por sus creencias erróneas de que el nacionalismo continúa siendo la base de la identidad mexicana, sobre todo reducido como está a un antinorteamericanismo. Esto crea una esquizofrenia brutal en un país cuyo comercio y turismo provienen en 90 por ciento de Estados Unidos y 25 por ciento de su PEA trabaja allá.

Finalmente, el complemento indispensable de esta desconstrucción pública es el moderno manejo de los medios de comunicación, en tanto sustitutos de los espacios de movilización política, en particular de los partidos con enraizamiento popular y ciudadano: yo te exento de impuestos y tú publicitas en la pantalla y radio de cada hogar y automóvil lo que yo diga; por ejemplo: que la agricultura mexicana es absolutamente competitiva con los productos venidos de afuera, incluso a partir de enero en que caerán los aranceles prácticamente a cero, y en contra de todas las evidencias, como la opinión del Banco Mundial, que en octubre declaró que eran decepcionantes las reformas al campo mexicano y que no está listo para competir en el TLC; o bien que para el blindaje al campo se destinarán 100 mil millones de pesos, cuando en realidad la suma es la tercera parte.

La estrategia, entonces, está clara y corresponde aun con la de las corrientes predominantes del panismo, un partido a distancia de lo social que aspira a ganar elecciones convenciendo a cada ciudadano también por canales mediáticos. Lo que no está claro es si este modelo de gobierno será exitoso, si al país se le podrá seguir disolviendo.

Qué curioso, hace 30 años la represión gubernamental echaba mano del delito de disolución social en contra de sus oponentes, y hoy quienes disuelven a la sociedad están en el gobierno.

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