Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 5 de diciembre de 2002
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Política

Soledad Loaeza

La desgomezmorinización del PAN

La decisión de trasladar los restos de Manuel Gómez Morín a la rotonda de los Hombres Ilustres honra con toda justicia al fundador de Acción Nacional, así como a todos los mexicanos que ahora están dispuestos a reconocer la amplitud, la diversidad y la riqueza de nuestro pasado. Es una ironía que este homenaje perdurable quede inscrito entre las acciones de un gobierno que parece empeñado en desandar muchos de los caminos que abrió el propio Gómez Morín. No hablemos de su conocimiento y amor a la lengua española, de su respeto por los hombres de ideas, de su firme convicción en el Derecho como fundamento de un orden social civilizado, en todo lo cual numerosos panistas de hoy tartamudean, por decir lo menos. El comportamiento y los argumentos de muchos de ellos y de varios integrantes del gabinete presidencial están en franca contradicción con algunas de las posiciones que Gómez Morín sostuvo y defendió con mayor firmeza, por ejemplo, su repudio al personalismo, que lo enemistó con José Vasconcelos; su fe en la contribución insustituible de la inteligencia y del conocimiento en la transformación del país, que lo convirtió en adversario temido de callistas y cardenistas; por último, su clara comprensión de la importancia del largo plazo en toda acción de gobierno. En los pasados dos años en todo ello hemos ido hacia atrás.

A Manuel Gómez Morín le corresponde descansar entre otros mexicanos ilustres porque fue constructor de instituciones que fueron centrales en la modernización del país, que le sobrevivieron y que testimonian la trascendencia de sus ideas en la política, en la empresa y también, no hay que olvidarlo, en la universidad. Es aquí donde se nota más la distancia que lo separa de quienes hoy se presentan ante nosotros como sus herederos.

Uno de los capítulos más importantes de la biografía política de Gómez Morín lo escribió entre 1933 y 1934 cuando fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que intentó sustraer de los conflictos partidistas y defender del asedio de sus enemigos en el poder. Gracias a su esfuerzo la universidad pudo sobrevivir a los efectos devastadores de la penuria que provocó el fin de la función subsidiaria del gobierno federal que acarreó la autonomía. Entonces pudo constatar el desinterés y la insuficiencia de los recursos privados en este tema. Sin embargo, su fe en la institución le permitió salvaguardar la continuidad de la institución universitaria, si bien titubeante. Gracias a ello sus sucesores en la rectoría pudieron devolver a la universidad su lugar como eje de la investigación y de la educación superior, donde se formaron los profesionistas y especialistas que necesitaba el país. Mucho antes de fundar Acción Nacional, Gómez Morín fue el promotor de los universitarios mexicanos que eran distintos de los técnicos de carreras cortas con los que hoy pretende sustituirlos el diputado Luis Pazos, quien probablemente desconoce la diferencia entre unos y otros.

Es precisamente en el terreno de la ciencia y la tecnología donde el gobierno actual establece la mayor distancia con su muy lejano referente, como lo prueba la política en esta materia.

Los recortes presupuestales que se han impuesto a las instituciones de investigación y de educación superior, el terco empeño en entender la investigación solamente a partir de sus posibles vinculaciones con "el sector productivo", la idea supuestamente novedosa de que al sector privado le toca la mayor parte en esta responsabilidad, son casi una sentencia de muerte para las instituciones existentes.

La falta de recursos frena su crecimiento, pone en tela de juicio su estabilidad, obstaculiza la renovación, cuando no amenaza su supervivencia. Es bien sabido que al sector privado nunca le ha interesado hacer investigación. No tiene los recursos para hacerlo y tampoco la paciencia que demanda cualquier inversión de largo plazo. Fincar el futuro de la investigación y de la educación superior mexicanas en instituciones privadas es una apuesta tan arriesgada como levantar una antena parabólica en un pantano, pero en el corto plazo justifica la transferencia de recursos públicos al sector privado. La política de ciencia y tecnología del gobierno está impulsando un proceso de destrucción institucional que en el mediano y largo plazos saldrá más caro que el IPAB.

La desgomezmorinización del PAN empezó con Manuel J. Clouthier, quien en alguna ocasión dijo que desconocía la ley y que no le interesaba conocerla, y cuyo estilo desenfadado e irreverente conquistó simpatías antes que inteligencias.

Desde su irrupción en Acción Nacional el poder ha corroído el corazón universitario de la identidad del partido, y lo ha sustituido con la sumadora de un supermercado. El resultado de este lastimoso proceso es el surgimiento de panistas como el asambleísta Francisco Solís, quien ha llevado hasta el extremo la "refrescante" antisolemnidad de los neopanistas, que se mofa de todo y de todos, cuyas ocurrencias ofenden a panistas y a no panistas, pero él parece creer que para representar la voluntad popular vale tanto el vodevil como la curul.

El voto por Vicente Fox de julio de 2000 fue una demanda de cambio, no un mandato para destruir todo el pasado. Si unos están dispuestos a reconocer en la historia de los antepasados de otros la propia, resulta injustificable que pretendan dejar en ruinas otra parte de esa historia que también es de todos, y que está integrada por instituciones diseñadas para trascender caprichos sexenales.

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