Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 5 de diciembre de 2002
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Cultura
Con antigüedad de 7 mil 500 años, supera a las del río Pecas, en Texas

Descubren en San Borjita la pintura rupestre más antigua de América

Se buscará que la Sierra de Guadalupe sea declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad

Suman 320 sitios y resta por explorar 55 por ciento de los 20 mil km de esa zona de BCS

ANGEL VARGAS ENVIADO

rufinoMulege, BCS, 4 de diciembre. Ya octogenario, Rufino Tamayo (1899-1991) llegó hasta la Sierra de Guadalupe, en Baja California Sur, para admirar las pinturas rupestres de la cueva de San Borjita, descubiertas a mediados del siglo XX por el periodista mexicano Fernando Jordán. Cuando la mirada del pintor oaxaqueño se topó con las milenarias efigies antropomorfas de hasta tres metros plasmadas sobre el techo de aquella inmensa oquedad, sólo abrió los brazos en cruz y exclamó: ''Se me adelantaron".

Han pasado poco más de dos décadas de ese hecho y la cueva de San Borjita pronto ocupará la atención de la comunidad científica internacional luego de que un grupo interdisciplinario de investigadores acaba de descubrir allí la pintura rupestre más antigua de América.

Su edad es de 7 mil 500 años, 2 mil más que las que se localizan en una región adyacente al Río Pecas, en Texas, Estados Unidos, consideradas las más primitivas hasta antes de este hallazgo.

La imagen, de más de dos metros de altura, está dividida de manera vertical a la mitad por los colores rojo y negro, y representa a un individuo masculino con los brazos extendidos que es atravesado por un par de flechas, en el cuello y las costillas

Si bien no ha sido bautizada por los especialistas, podría ser denominada ''El hombre sonriente'', como homenaje al maestro Tamayo, dada la similitud con algunas de las creaciones del artista y porque éste gustaba de los títulos sencillos. Ejemplo de ambas situaciones es el cuadro El hombre en rojo.

Baluarte histórico

El fechamiento de la pintura fue realizado por el geocientífico australiano Alan Watchman, reconocido a escala mundial, mediante un procedimiento de su invención. Este tiene como base la conocida datación por radiocarbono (Carbono 14), efectuada a partir de la medición del nivel de radioactividad que presenta una sustancia o material de origen orgánico que es transformado en dióxido de carbono.

La particularidad del método consiste en el uso del acelerador espectómetro de masas, que, contrario al método tradicional, utiliza cantidades mínimas de muestra (25 microgramos de carbono contra los 200 gramos mínimos que antes se requerían) y logra resultados confiables.

En 2001 Watchman viajó a esta entidad para obtener 65 muestras de diversas cuevas con pintura rupestre localizadas en la Sierra de Guadalupe, entre ellas la que arrojó 7 mil 500 años. El proceso posterior se realizó en el Rafter Radiocarbon Laboratory, de Nueva Zelanda.

El investigador visita de nueva cuenta Baja California Sur para tomar 155 muestras, pues tiene la certeza de que existen pinturas de mayor antigüedad que la de ''El hombre sonriente'', pues tan sólo debajo de ésta se yuxtaponen cuatro más y resta un sinfín de sitios por explorar.

El hallazgo en la cueva de San Borjita, según la arqueóloga mexicana María de la Luz Gutiérrez, confirma la antigüedad y enorme importancia de las pinturas rupestres Gran mural, como se denomina por sus dimensiones a las imágenes primitivas que se encuentran a lo largo de las cuatro sierras del estado: la de San Francisco, San Juan, San Borja y de Guadalupe.

La especialista, responsable del proyecto Identidad social, comunicación ritual y arte rupestre: el gran mural de la Sierra de Guadalupe, ''solicitará'' a la UNESCO, en fecha aún sin definir, que se le otorgue la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad a la Sierra de Guadalupe, o que extienda hasta esa zona la declaratoria que como tal y por la misma situación tiene desde 1993 la vecina Sierra de San Francisco, o bien que el organismo emita una declaratoria que considere Patrimonio de la Humanidad, en el rubro de Paisaje cultural, a los exponentes del Gran mural rupestre que se localizan en la península.

sanborja9Al igual que las misiones religiosas edificadas en los siglos XVII y XVIII, las pinturas rupestres realizadas por los grupos de cazadores-recolectores que se distribuyeron por la península (pericúes, cochimíes y guaycuras), son el baluarte histórico, cultural y artístico de la entidad.

De acuerdo con María de la Luz, cuando se inició el proyecto -el año pasado, con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y National Geographic-, en la Sierra de Guadalupe se tenían registradas 90 cuevas o resguardos con pinturas y/o grabados rupestres. A la fecha, el equipo que comanda ha descubierto 230 más, con lo que suman 320 sitios, y resta por explorar 55 por ciento de los 20 mil kilómetros cuadrados de esa sierra.

El procedimiento que sigue el proyecto en la Sierra de Guadalupe es similar al que la especialista trabajó en la Sierra de San Francisco, durante casi 20 años. Comprende no sólo la localización, registro y fechamiento de las pinturas y grabados, sino profundiza en el estudio arqueológico y antropológico de los grupos que las realizaron.

Los vestigios encontrados hasta la fecha por el equipo de especialistas -en el cual participa también la argentina María Isabel Hernández Llosa, directora del Programa de Arte Rupestre de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires- se remontan a hace 10 mil años.

Además de herramientas y utensilios, sólo se han hallado tres entierros: dos han sido alterados de su forma original por manos desconocidas y, el otro, en el que se halló una momia, si bien los trabajos fueron hechos por una arqueóloga del INAH, aún se desconoce la información.

Protección de abrigos rocosos

El proyecto de la Sierra de Guadalupe también busca establecer programas para la protección de los abrigos rocosos o cuevas donde se localizan las pinturas y grabados rupestres, debido a que, por ubicarse en cañones abruptos, dificulta su vigilancia, y el turismo y el vandalismo pueden causarles daños irreversibles.

De acuerdo con Wachtman y María Isabel Hernández, el arte rupestre de Baja California Sur es inédito en el mundo. No sólo por contar con la mayor antigüedad del continente, sino por el número de sitios (600 entre las sierras de Guadalupe y de San Francisco), la cantidad y variedad de pinturas que cada sitio tiene y el tamaño monumental, que oscila entre dos y cinco metros, lo cual las ubica entre las más grandes del orbe.

Las primera noticias sobre el arte rupestre en la península aparecieron en los albores del siglo XX, pero fue hasta el comienzo de los años 50 que Fernando Jordán consignó la existencia de la Cueva de San Borjita en la revista Impacto, y fue la primera registrada por el INAH, en 1952.

La cueva de San Borjita está en el poblado de Palo Verde, a unos 25 minutos en automóvil del municipio de Mulegé. Hay que tomar una brecha durante casi una hora y después ascender a pie por los peñascos durante 15 minutos. El paisaje está conformado por huizaches, uña de gato, cardones, pitahaya y diversas cactáceas.

Es una zona árida, incluso hay niños de 10 años que no conocen la lluvia y cuando ésta se presenta es motivo de júbilo en la población y se suspenden las clases en las escuelas.

La extensión de la cueva de San Borjita es de 45 metros de frente por 20 de profundidad. Se han localizado allí 95 pinturas, en una altura de entre dos y poco más de cuatro metros sobre el nivel del piso; predominan las antropomorfas, aunque también se pueden apreciar venados y peces.

De igual manera, en las paredes hay en bajorrelieve varios grupos de grabados que representan vulvas femeninas, lo que hace suponer a los especialistas que en ese sitio se practicaban rituales de iniciación o ritos de fecundidad.

Además de los 7 mil 500 años de ''El hombre sonriente'', Watchman fechó allí diversos grupos de pinturas, y hay unas de 5 mil 500 años y otras de 3 mil. Predominan, como en otros sitios de las sierra de San Francisco y de la propia de Guadalupe, los colores rojo, negro y blanco.

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