Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 8 de diciembre de 2002
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Editorial
MUNDO ARABE: LA ALIANZA QUE PROMUEVE BUSH

La amenaza de Estados Unidos contra Irak ha desatado una intensa campaña diplomática del régimen de Saddam Hussein que, hasta ahora, no ha cesado de marcar puntos en su favor.

Es evidente, por ejemplo, que en el caso de una invasión, después de un momento inicial de aumento de los precios del petróleo -que podría ser provocado por la destrucción masiva de pozos y oleoductos-, la privatización del petróleo iraquí y la cuadruplicación de la producción diaria que estudian ya los estadunidenses (para paliar la crisis económica de esa nación y la mundial, bajando el costo de la energía para los países consumidores) provocaría un brutal desplome del precio del barril, el cual sería fatal para la economía de las naciones productoras y, sobre todo, para los países árabes, además de Irán.

La perspectiva de ver morir a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de presenciar un retroceso hasta antes de 1974, cuando el precio del hidrocarburo era ridículo y las grandes compañías anglosajonas hacían y deshacían en el mercado, tiende a unir detrás de Irak a los demás países petroleros de la región, que saben que serían víctimas del mismo plan y de la misma guerra que hoy amenazan la soberanía y la integridad territorial de Irak.

Así, en los dos meses recientes, se han realizado importantes conferencias de alto nivel entre los iraquíes y los iraníes (pese a la guerra sangrienta y ocho años de enfrentamiento entre ambos países) entre iraquíes y rusos; entre iraquíes y empresarios y diplomáticos europeos, y entre iraquíes y prominentes integrantes de la corte real saudita o de los emiratos.

Ahora Saddam Hussein pide perdón a Kuwait por la invasión que desató la Guerra del Golfo, con la esperanza de ganar la benevolencia de los kuwaitíes para la afirmación de uno árabe, que sea parte de un frente más amplio de países productores de petróleo, dirigidos ambos en contra de la política de George W. Bush, el cruzado que considera a Irán, Arabia Saudita, Siria y Libia, entre otros países, integrantes del llamado eje del mal, de acuerdo con el mandatario estadunidense.

Si se agregan a esta campaña diplomática y comercial los aportes del belicismo de Washington y las resistencias europeas e internacionales a la agresión que Bush prepara, se puede observar que Saddam Hussein ara en terreno fértil.

Si también se tienen en cuenta las repercusiones en los pueblos árabes de la brutal ocupación colonial de Palestina por Israel, es posible añadir al reforzamiento del régimen de Bagdad -gracias a la torpeza imperial estadunidense- la reaparición de un sentimiento panárabe y antimperialista, parecido al que reinó en el periodo 1950-1970.

Y es que no se puede volver a esa época en el campo de la explotación colonial y petrolera sin retrotraer también la conciencia de identidad y política de las víctimas a esos años de odios y esperanzas.

Al mismo tiempo, y como parte de su campaña, Irak ha hecho importantes concesiones comerciales por decenas de miles de millones de dólares a empresas petroleras rusas, europeas y chinas para la explotación de sus enormes reservas de hidrocarburos, las segundas más importantes del mundo después de las de Arabia Saudita, con el propósito de contrarrestar la promesa estadunidense a empresas de otros países de que participarán en la distribución del botín petrolero iraquí una vez derribado Saddam Hussein e instalado en Bagdad un gobierno cliente de Washington.

Esos acuerdos firmados a espaldas de Washington tienden a crear lazos de intereses entre Bagdad, Moscú y las capitales europeas, no sólo en oposición a la política de Bush y a su guerra, sino también en contra del bloqueo que veta a Irak de vender más petróleo del permitido por la ONU y, por consiguiente, impide obtener ganancias millonarias a las actuales compañías concesionarias de la explotación del petróleo iraquí.

Por consiguiente, Bagdad está creando, a la vez, un frente contra la guerra y contra el bloqueo que lo asfixia.

George W. Bush ha conseguido hasta ahora la ruptura del aislamiento de Saddam Hussein y ser desmentido incluso por los inspectores de las Naciones Unidas, además de aumentar las contradicciones con sus hasta entonces aliados europeos y rusos.

No es poco, y si sigue sumando arrogancia y torpeza es capaz de convertir a su desprestigiado enemigo en un líder nacionalista o en un mártir.
 

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