Jornada Semanal, domingo 8  de diciembre de 2002                   núm. 405
LAS ARTES SIN MUSA

Una visita a Kurt Cobain

JOSÉ MARÍA ARREOLA

Kurt lleva nueve años enterrado. Se sabe que su madre lo reportó desaparecido el cuatro de abril de 1994. Ella no sabía que al otro día Cobain jalaba el gatillo de una escopeta, volándose la misma cabeza con la que escribió Nevermind (1991). Dos días después, la policía encontró el cuerpo que desataría mitos: el cantante de Nirvana, la banda que nos cambió el mundo, decidía cumplir las amenazas que habitan en sus canciones. A partir de ese momento, el de los ojos azules –el de "Rape Me"– ingresaba al cielo del rock convenciéndonos con su fatal congruencia. Eminem inicial, muchacho inseguro y molesto, el vocalista ya puede ser observado a la lupa de tiempo, embarrándonos su genio en la cara. Al lado del baterista Dave Grohl y del bajista Chris Novoselic, Kurt le dio un giro definitivo a la tuerca, produciendo una breve y total discografía: Blench (1989), Nevermind (1991), In Utero (1993), mtv Unplugged Live in New York (1994). El toro pasa y a casi una década de su extinción, llega a mis manos la esperada recopilación de quienes levaron lo indie al mainstream. Nirvana, como solemnemente anuncia la portada, es una placa que intenta recoger la música emblemática del trío. Compilación que inicia con el enigmático sencillo "You Know You’re Right", me doy a la tarea de reportar el suceso. Escuchemos el último grito del maniaco-depresivo más famoso de Seattle.

Sabes que estás bien
La verdad, quieres estar bien pero no puedes. Te llamas Kurt Cobain y estás viviendo las primeras horas del 30 de enero de 1994. Entras en los estudios de Robert Lang, ubicados en la parte norte de Seattle. Antes de ponerte los audífonos para darle forma a esa bala que te explotó anoche (y que decidiste llamar "You Know You’re Right"), aplicas un poco de rewind… Eres el líder del grupo favorito de todos. A ustedes los han comparado con los Beatles, los han colocado en un altar incómodo. Comienzas a recordar. Conociste a Chris Novoselic en 1985, en Aberdeen, un pueblo cercano a la Seattle de Hendrix. Juntos comenzaron a alardear en Fecal Matter, grupo más que digno para provocar al respetable. Les gustaban los Melvins. De hecho, Buzz Osbourne, el Melvin mayor, jugó un papel importante en la amistad que te une con Novoselic. Meses después de tus primeros encontronazos en los clubes, planeaste un cambio de nomenclatura: ahora tu banda se llamaría Skid Row y reclutarías al baterista Aaron Burkhart. Pero entonces, juego de casualidades. El productor Jack Endino (Pearl Jam) se fija en ustedes y les graba el tema "Love Buzz". La radio colegial los adora y vendes 35 mil copias de esa lindura de apenas tres minutos y medio de duración.

Eres lo que le faltaba al rock. Al menos lo sospechas y decides ponerte de tremendo. Te peleas con el presente y decides ingresar al Nirvana. Contratas al extraordinario golpeador de tambores Dave Grohl y asumes que 1991 es tu año. Tus excesos y la depresión que comienza a abrazarte te llevan a un cuaderno en donde vomitas Nevermind –no tuviste cuidado y lo que soñaste se convirtió en realidad. Ahora eres un monstruo al que le hace falta otra cabeza. Te casas con una pesadilla llamada Courtney Love y te vuelves adicto a ella y a la jeringa. Amenazas al mundo con "Smells Like Teen Spirit" y te asustas tanto que regresas al líquido amniótico. Con Dave y Chris grabas In Utero y te golpeas verbalmente con tu disquera: ellos consideran que les estás jugando chueco pues el disco les parece indigesto. Tú continúas abusando de la heroína Love y sueñas con pistolas; tu mirada es azul infierno. Accedes a grabar un memorable Unplugged para la tele, y te sales del guión: asustas a los productores del programa porque inicias diciendo "Rape Me". Luego, la luz de "All Apologies" –te crees Lennon– y las oscuridades furiosas de "In Bloom", "Dumb" y "The Man Who Sold the World". 

Regreso al estudio de Robert Lang
La banda está lista para comenzar la sesión. Tu flashback te convence de la necesidad de abandonarte, de olvidar hospitales y diagnósticos; estás hecho una mierda que vive a pastilla y vino. Chris y Dave llevan dos días preparando la grabación, y tú recién apareces, meditando el vuelo. Horas después de que se desataran los trípodes del cameo, el mismo Robert Lang recordaría la magia del aquelarre. Encabronadísimo, comienzas a gritar con un falsete desesperado las primeras frases de "You Know You’re Right". Se trata de una primera toma, un animal perfecto que sale del limbo como quien atraviesa un parque. Hay un silencio religioso al terminar la experiencia. Tanto el baterista como el bajista están colgados de una estrella, deseando que la cinta diera cuenta del impacto de sus dedos. Se sientan a escuchar. Ahí está un tema caliente, un manifiesto, una despedida que ahora, en 2002, se deja sentir por vez primera. La historia es la misma: en 1994 te suicidaste, dejándonos ese tema para que sudáramos tu partida al máximo. Sin embargo, los papeles; Courtney y su ego; los derechos de tus compañeros de grupo; tu desorden legal, el tiempo.

Ahora tengo en mis manos la radiografía de tu enfermedad. Contiene quince balas que conjuran al punk, a Black Sabbath y Cheap Trick. A los Vaselines y a Devo. Hay piezas obligadas y rarezas, hay "Come as You Are" pero también "Lithium"; "In Bloom" y "Pennyroyal Tea". Cada quién sabrá si se trata de un verdadero Best of… o si sólo es un puente para llenar los bolsillos de quienes te sobreviven. El caso es que te escuchas cerca. La cosa es que tu ira trasciende la distancia. No puedo dejar de poner "You Know…" e imaginar su elaboración. Observo tus fotos en el cuadernillo del disco y confirmo lo que todos sabíamos: fuiste un ángel enfermo que vino a quitarle ciertas capas a las cosas. A veces pienso que nunca descansarás en paz.