Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 12 de diciembre de 2002
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Mundo

Moscú no ha probado la participación del checheno en la toma de rehenes en un teatro

El gobierno ruso, en espera de que Londres extradite a Ahmed Zakayev

Irregularidades en los testimonios que lo inculpan en crímenes de hace 10 años

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 11 de diciembre. La forma en que las autoridades rusas están manejando el caso de Ahmed Zakayev, el emisario checheno para Europa, rebasa con mucho el ámbito de un asunto particular y confirma que los órganos de procuración de justicia en este país siguen siendo un instrumento al servicio del Kremlin.

La aplicación selectiva de la justicia, cuando se incurre en responsabilidad penal dependiendo de la peculiar escala de valores y los intereses de quienes ostentan el poder supremo, funciona a la perfección a lo largo y ancho de Rusia. Así será mientras la sociedad civil rusa, en pañales todavía, no se convierta en contrapeso efectivo.

Sorprende, en cambio, que el Kremlin crea de verdad que el método es exportable y que otros países, con tan sólo escuchar que la persecución de Zakayev se inscribe en la lucha contra el terrorismo internacional, deban cerrar los ojos ante las irregularidades y desatinos de orden legal.

El gobierno de Rusia espera que la justicia británica, ya que la danesa no quiso entrarle al juego de condenar a una persona a quien se acusa -sin tomarse la molestia de probarlo- de ser parte del entramado del terrorismo trasnacional islámico, dictamine la extradición de Zakayev. El complejo proceso comenzó este miércoles en una corte de Londres.

Es de suponer que la procuraduría rusa no pudo encontrar, desde el momento en que se mostró incapaz de presentarlas a la juez danesa que exigió concretar tan grave acusación, evidencias que demuestren la pretendida participación de Zakayev en el reciente secuestro masivo de rehenes en un teatro de Moscú, lo cual sirvió de fundamento para girar la orden de captura internacional en su contra mediante la Interpol.

La justicia danesa consideró insuficiente, y es de pensar que la británica hará lo mismo, que Moscú dijera tener "pruebas irrefutables de la intervención de Zakayev" en los lamentables sucesos de finales de octubre pasado, pero no haya presentado ninguna.

Por lo mismo, de nueva cuenta, el acoso legal contra Zakayev se basa en supuestos crímenes cometidos entre 1992 y 1996: asesinatos, secuestros, pertenencia a banda armada y un largo etcétera de delitos que son tipificados en por lo menos 10 artículos del Código Penal ruso.

Poco parece importar a la procuraduría local que los testimonios que inculpan a Zakayev de crímenes que habría cometido hace 10 años daten apenas del 30 y el 31 del pasado octubre; que la mayoría de los "testigos" sean militares rusos que aseguran haber oído que alguien dijo tal o cual cosa; que el encargado de la investigación tome declaración a un testigo en una ciudad a cuatro horas de vuelo de Moscú y el mismo día, tan sólo dos horas después, esté de nuevo en esta capital escuchando las atrocidades atribuidas al emisario checheno que relata otro testigo.

La peligrosidad de Zakayev, aparte de que el canciller Igor Ivanov llegó a compararlo con Osama Bin Laden, se sustenta en que durante la última década fue capaz de eludir la acción de la justicia rusa. Por ello, dicen, tuvieron que solicitar a la Interpol su orden de captura internacional.

Suena convincente. Deja de serlo cuando el dicho se coteja con el archivo. Es ampliamente conocido aquí que Zakayev, antes de que Rusia recurriera al organismo policial mundial, fue recibido en dos ocasiones en el Kremlin por el entonces presidente Boris Yeltsin, se entrevistó en la sede del gobierno de Rusia cinco veces con los primeros ministros Viktor Chernomyrdin, Serguei Kiriyenko y Serguei Stepashin y la última reunión que mantuvo en esta capital con un funcionario del Kremlin tuvo lugar el 18 de noviembre de 2001, cuando celebró pláticas con el general Víktor Kazantsev.

"Me parece que el encuentro de Kazantsev con Zakayev no guarda ninguna relación con los crímenes que éste cometió", declaró hoy en Londres el embajador ruso, Grigori Karasin.

Tamaña afirmación correspondería más al discurso del fiscal de un juicio dentro de Rusia y a puerta cerrada, como suele suceder cuando las autoridades invocan el secreto de Estado para ocultar sus excesos y arbitrariedades.

La extradición de Zakayev, sin embargo, se decidirá en Londres y ahí todo apunta a que el juez también exigirá evidencias de los crímenes que se le endilgan al representante en Europa del presidente separatista de Chechenia.

El procurador general, Vladimir Ustinov, en su reciente comparecencia ante el Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento, aseguró que esta vez se evitará el fiasco de Dinamarca y que la justicia británica tendrá que tomar en cuenta el testimonio de un sacerdote ortodoxo de apellido Zhigulin que, en declaraciones contradictorias y varias veces modificadas, finalmente sostiene haber sido secuestrado por órdenes de Zakayev.

Quizás hubiera sido mejor que Ustinov explicara a los senadores por qué no se incluyó el testimonio de dicho sacerdote en la solicitud de extradición enviada a Dinamarca.

En los papeles proporcionados a Copenhague, el sacerdote Zhigulin figura como fusilado por Zakayev y sus secuaces, con base en el testimonio de un teniente coronel que, conforme a documentos adjuntados, nació en 1982 y trabaja en la policía rusa desde 1974.

Con este tipo de milagros -un cura resucitado y un individuo que ejerce de policía desde ocho años antes de haber sido parido por su señora madre- es difícil que Rusia logre la extradición de Zakayev.

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