260 ° DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2002
Murales para promover el trabajo comunitario
Pintar obedeciendo

LARA RIPOLL

El antecedente fue el mural de Taniperla, realizado en 1998 por indígenas tzeltales en Chiapas que, además de ser destruido por el Ejército, llevó a la cárcel a algunos de sus autores y a su promotor, el académico Sergio Checo Valdez. Los años han pasado y lejos de renunciar a ese método de expresión plástica, Valdez ha desarrollado un proyecto titulado “La creatividad como factor de comunicación social”, consistente en pintar murales comunitarios siguiendo una metodología participativa. El grupo ha facilitado siete murales más en distintos escenarios –urbanos, académicos y comunidades indígenas–, tanto en México como en el extranjero, pues ya se han realizado este tipo de obras en Alemania, España y Canadá

“PINTAR OBEDECIENDO”. Así responde Sergio Valdez, cuando se le pregunta qué es exactamente lo que hace su grupo multidisciplinario y en qué consiste su proyecto de murales comunitarios. “Sólo somos los agentes, los animadores del proceso, los que provocamos a la comunidad, para que digan qué es lo que ellos quieren y necesitan expresar. Y nosotros, por supuesto, vamos a obedecer su decisión final de qué se pinta y qué no. Lo importante es que el mural se convierte en un pretexto para que trabajen juntos, renunciando al ego y fortaleciendo la identidad del grupo”, explica el profesor de Comunicación Gráfica en la UAM Xochimilco y del Centro de Capacitación Cinematográfica.

Lo que diferencia las promovidas por el grupo que dirige Checo Valdez de otras obras muralísticas es, en realidad, la metodología que aplican para llevarlas a cabo, basada en una o varias consultas previas y posteriores talleres de discusión, que en la práctica convierten al mural en “una verdadera democracia participativa y promueven la creatividad en la búsqueda de soluciones o respuestas a problemas o situaciones que preocupan como grupo”, comenta la antropóloga Loreto Bravo, integrante del equipo, junto con la también antropóloga Rogelia Cruz, la psicóloga social Gabriela Solís y la socióloga Adriana Estrada.

Un buen ejemplo es el mural que en mayo pasado se pintó en San Miguel Ajusco. En primer lugar, fue la propia subdelegación, dependiente de la delegación Tlalpan, la que informó al equipo de Checo que quería destinar parte del dinero del Programa de Prevención del Delito y las Adicciones para desarrollar talleres para jóvenes en situación de riesgo, con los llamados rayoneros o graffiteros, y consideraban que promover un mural era un buena forma de iniciar un trabajo integral con ellos. La decisión no ha podido ser más exitosa.

De rayoneros a promotores

Jóvenes de entre 14 y 18 años, además de una madre con su hija, de 22, la mayoría de ellos aficionados al graffiti y con conflictos familiares y sociales con el resto del pueblo, que los estereotipaba como marihuaneros y vagos, se convirtieron en los promotores del mural y, gracias a él, no sólo han adquirido “un cierto respeto y poder frente a su comunidad, que los ha visto capaces de hacer un buen trabajo que los representa a todos, sino que han quedado organizados y muy prendidos de haber hecho algo juntos, de que se les escuchara, y ahora se puede seguir con ellos”, asegura Gabriela Solís, quien continúa trabajando con estos jóvenes de San Miguel Ajusco, a través de un programa de la organización no gubernamental Servicios a la Juventud (Seraj).

Para hacer ese mural, los jóvenes fueron los encargados de hacer las consultas previas a sus vecinos, de las que sacaron más de un centenar de ideas sobre las cuestiones que les gustaría expresar. Salieron así aspectos relacionados con la historia del pueblo, su pasado indígena, su presente y su futuro, la agricultura, la violencia, el medio ambiente, los derechos, y hasta la salud sexual y las adicciones. Tras ello, se llevaron a cabo los seminarios de discusión para procesar entre todos esas ideas y, poco a poco, conformar la composición del mural, que finalmente fue pintado, también conjuntamente, en la pared del auditorio de San Miguel. Un gran mural de 150 metros cuadrados, de 38 por tres metros.

Durante todo ese proceso, en ningún momento el equipo de Valdez emitió idea alguna, ni visual ni conceptual. “Somos simples facilitadores”, insiste, “el mural se hace desde la comunidad, no en o para la comunidad, ésa es una de las diferencias de nuestros murales con respecto a otros”.

Dentro y fuera de México

Además de esta iniciativa en un ámbito urbano, en el marco del proyecto que lleva por título “La creatividad como factor de comunicación social”, hasta el momento se incluyen otros seis murales más en distintos escenarios, dos de ellos en México: uno en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en el Distrito Federal, realizado por los estudiantes; y otro en la comunidad indígena tzotzil de Oventic, en los Altos de Chiapas, que llevaron a cabo los jóvenes promotores de educación, de entre 16 y 18 años.

Este último mural, pintado en 2000, está hecho sobre un gran lienzo de 10 por dos metros, lo que permite su movilidad. Hasta hace unas semanas, estuvo expuesto en París, Francia, ya que parte del proyecto fue financiado por el museo Parc La Villette, en el marco de una bienal sobre indígenas en México.

Al respecto, Loreto Bravo puntualiza que el financiamiento de los murales, cuyo costo es cercano a los 150 mil pesos, que incluye también los talleres metodológicos para su realización, una exposición itinerante y la producción de un video de todo el proceso, siempre es asumida en una parte por la propia comunidad y el resto suele gestionarlo el equipo de Valdez tanto ante organismos internacionales, instituciones públicas nacionales o extranjeras y patrocinios privados.

Fuera de México, el proyecto ha llevado a cabo dos murales en Colonia y Munich (Alemania), uno en Zaragoza (España) y otro en Toronto (Canadá). Y entre sus planes futuros está viajar el próximo verano a China, a donde fueron invitados por la Escuela de Artes Plásticas de Chendú para que muestren esta metodología muralística a los alumnos de los estudios de Comunicación Social y Arte. De igual forma, a principios de año, facilitarán la elaboración de un mural en la comunidad de retornados guatemaltecos La Lupita, en la costa sur del Pacífico en Guatemala.

Como grupo y proyecto, la iniciativa de creatividad comunitaria emprendida por Sergio Valdez aspira a lograr en un futuro que esta especialidad artística obtenga el reconocimiento académico de diplomado en la UAM Xochimilco, para, según argumentan, “lograr multiplicadores de murales, porque esta metodología contribuye a que la comunidad se dé cuenta que tiene un potencial, que es su creatividad, que se convierte en un poder que fortalece su identidad y su disposición a trabajar de forma comunitaria”.