Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 4 de enero de 2003
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Economía

Carlos Marichal / II

Bush & su gabinete militar/corporativo

En 2003 la Casa Blanca no planea nada nuevo bajo el sol. Más bien propone repetir una historia ya vieja: una guerra contra Irak que será liderada por veteranos de la guerra fría. Esta estrategia geopolítica y económica revela la profunda contradicción en la que han caído los dirigentes políticos, militares y corporativos de la mayor potencia mundial.

Por una parte, es claro que su meta es asegurar su hegemonía de manera contundente, sobre todo en el plano energético, durante el primer cuarto del siglo XXI. Por otra parte, es manifiesto su fracaso en entender que la globalización requiere una nueva estrategia mucho más flexible y sofisticada para asegurar la estabilidad mundial, en vez de la peligrosa inestabilidad que propician George Bush Jr. y sus socios.

Pero, Ƒquiénes son los grandes responsables de la realpolitik que impulsa la Casa Blanca? Un primer nivel está compuesto por los representantes del complejo militar/petrolero/industrial de Estados Unidos, que ocupan los principales cargos del gobierno. El secretario de Defensa Rumsfeld y el vicepresidente Cheney son los más connotados, pero también hay que tener presente quiénes ocupan el siguiente nivel.

En el Departamento de Defensa, Thomas White, el actual secretario del Ejército, fue jefe de la empresa de energía, fraudulentamente quebrada, Enron. El secretario de la Fuerza Aérea es James Roche, antiguo directivo de la firma Northrop Grumman, gran fabricante de aviones de combate. El secretario de la Marina es Gordon England, ex corporativo de la firma General Dynamics, quizá el mayor contratista de armas del mundo.

No hay, por lo tanto, ningún misterio en cuanto a sus intereses y las razones por las cuales abogan por una campaña militar a ultranza. Su interés en expandir los contratos para armamento moderno y muy caro es complementado por su intención de garantizar que Estados Unidos asegure el control de la industria petrolera mundial. Ambos sectores son los que tuvieron tasas de ganancias más altas durante cada crisis económica que se experimentó a lo largo de la guerra fría, entre 1946 y 1989. Los jefes corporativos claramente desean un regreso al pasado.

Por otra parte, son claves los ideólogos de las nuevas guerras del siglo XXI que auspicia la Casa Blanca. Entre ellos destacan Condoleeza Rice, responsable del Consejo Nacional de Seguridad, antigua rectora de la Universidad de Stanford, y la asesora más cercana a Bush en política exterior. Es famosa por su reputación de dama de hierro, aunque cuida su imagen para no ser considerada intransigente. Luego siguen los ideólogos de ultraderecha. Entre ellos se encuentra Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa, un viejo halcón de la guerra fría y antiguo miembro del gabinete de Gerald Ford.

No mucho menos importante es Donald Feith, secretario adjunto de Rumsfeld y fundador del Center for Security Policy, un instituto ultraconservador que se especializa en la búsqueda de enemigos de Estados Unidos a nivel mundial. Tampoco es despreciable la influencia de Richard Perle, antiguo colaborador de Ronald Reagan, quien actualmente preside el Defense Policy Board del Pentágono.

En su conjunto, se trata de un equipo de gobierno anquilosado en sus ideas pero con un enorme poder real. En las elecciones de noviembre pasado pudo consolidarse mediante el uso descarado de un patriotismo teñido de histeria. Su misión es clara: conservar a toda costa la hegemonía estadunidense en los planos militar y económico a escala internacional. Pero su método de trabajo es arcaico, ya que consiste en reditar guerras e ideologías del pasado para que el presente no cambie.

Evidentemente, el resultado de esta estrategia será inesperado, ya que la resistencia al cambio en un mundo como el actual, que se transforma con enorme rapidez, solamente podrá producir un aumento de la tensión y la hostilidad mundiales.

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