Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 5 de enero de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política
Antonio Gershenson

¿Devaluación del dólar?

Los datos publicados en la primera plana de La Jornada, en su última edición del año que acaba de terminar, son concluyentes: entre el pasado marzo y el final de 2002 el dólar subió, frente a la moneda nacional, de 9.00 pesos por dólar a un rango de 10.50 a 10.60; es un aumento de más de 15 por ciento. Y eso pone a discusión el problema de una posible devaluación, que no sería sino continuación de lo que ya hemos vivido.

El título de este artículo, sin embargo, no es una errata. El dólar también ha bajado, en forma muy similar, frente a las otras divisas importantes y en especial frente al euro. Esta moneda europea llevaba muchos meses costando alrededor de 90 centavos de dólar e incluso un poco menos. Pero ha estado subiendo en 2002, y cerró el año cambiándose a un dólar con 5 centavos. También una baja, para el dólar, de más de 15 por ciento.

Estas cifras han puesto a discusión, en el plano internacional, la posibilidad de una devaluación del dólar. En el idioma del dólar, el término que se ha usado en algunas publicaciones importantes es crash, muy gráfico por cierto. Si vemos los argumentos que se usan para apoyar la previsión de que el dólar va a "tronar", traduciendo la expresión a nuestro lenguaje cotidiano, nos vamos a encontrar algunos paralelismos con la situación nacional y, en general, lo menos que podemos hacer es ponernos a pensar en el asunto.

La deuda externa estadunidense, en sus términos más generales, equivale a 25 por ciento de su producto interno bruto anual, aproximadamente. En unos cinco años, este monto llegaría a 50 por ciento del PIB, lo cual se considera insostenible. Antes de eso y en algún momento la deuda dejará de crecer, y entonces el dólar bajará, para atenuar el déficit en la cuenta corriente. Se calcula que la baja tendrá que ser importante, porque los otros países no absorberían fácilmente un aumento importante de las exportaciones de Estados Unidos.

El movimiento de capitales hacia ese país se vería afectado. De por sí ha bajado ya desde 2000 de manera importante. Tampoco es fácil que gobiernos de otros países sigan comprando grandes cantidades de dólares, ni que se mantenga indefinidamente la reducción que se ha dado del flujo de capitales estadunidenses al exterior. Cualquier prolongación del déficit del país vecino con el exterior sólo aumentaría las presiones económicas contra el dólar.

Si trasladamos estos argumentos al plano nacional, ¿falta acaso algún ingrediente? La deuda mexicana es ya insostenible, especialmente si la consideramos completa, y no sólo la que Hacienda reconoce como tal: Fobaproa-IPAB y los Pidiregas implican, junto con la deuda "oficial", una cantidad superior al PIB mismo. Ya se ha reducido la entrada de capitales, y ningún gobierno extranjero se está tomando la molestia de comprar muchos pesos para apoyar a nuestra moneda. Nuestro déficit en cuenta corriente sólo se ha atenuado con la crisis, la cual se supone que ya va de salida.

Un elemento más. Desde marzo pasado los costos de la energía, en especial del petróleo, han aumentado en más de un tercio. En el caso de nuestros vecinos del norte, ese elemento contribuye a explicar sus problemas, porque son el mayor importador de petróleo del mundo. Pero nosotros somos exportadores, y ese aumento de precios se traduce en que recibamos mayores ingresos. Sin embargo, la política de depredar a Pemex por la vía fiscal y amarrarle las manos como entidad productiva evita que esto se traduzca en desarrollo; al contrario, la tecnocracia congela ese dinero y mucho más. Por eso estamos en la situación que reflejan estas cifras y que es, como dijimos, para ponerse a pensar.

Más que asunto de previsiones, estamos ante un diagnóstico de problemas muy candentes. Y, ante esto, parece claro que no hay soluciones efectivas sin un cambio en la política económica. En Estados Unidos ya vimos el cambio del secretario del Tesoro, se han dado cambios en los organismos internacionales de financiamiento, y aquí incluso el presidente reconoce la necesidad de cambios, concretamente para elevar el papel del mercado interno y reactivar la economía. Los hechos son tajantes, y con hechos deberemos hacerles frente.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año