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De sirvientas a trabajadoras del hogar
¿Cómo quitarle a una sociedad la
costumbre de tener esclavas?
Son
más de un millón y medio de mujeres; realizan las indispensables
tareas de lavar, planchar, cocinar, cuidar niños/as, ancianos/as,
animales, entre otras cosas; no lo hacen por que sea su vocación
en la vida sino 舠porque es lo único que saben o pueden hacer舡;
Muchas emigran del campo a las ciudades. De entrada por salida o de planta,
son innegables las condiciones de explotación en las que viven:
jornadas de más de ocho horas y sueldos que en ocasiones caen en
la irrisoria cantidad de 20 pesos por día. En el caso de las empleadas
de planta es frecuente que carezcan de un espacio privado para descansar,
asearse o dormir, que sean maltratadas, hostigadas y hasta violadas.
Pareciera que no existen porque no son sujetas de derechos y casi no se
habla de ellas en la Ley Federal del Trabajo que resulta 舠insuficiente舡
para la defensa y protección de sus derechos laborales. El capítulo
XIII de dicho ordenamiento debe ser modificado porque ni siquiera toma
en cuenta la realidad que viven las mujeres que se dedican a esas faenas
en nuestro país, aseveró Gaudencia Valdez, del grupo La
Esperanza.
Los estudios y la capacitación, agregó, quedan a consideración
de los patrones y hasta ahora las empleadas que buscan superarse lo hacen
en sus horas libres o en sus días de descanso. Como no está
legislado y no existe una cultura de respeto a la trabajadora del hogar,
el abuso sexual, las violaciones, la discriminación y los bajos
salarios por más de ocho horas de jornada continúan.
Según datos de la Encuesta Nacional de Empleo, a nivel nacional
hay más de un millón 700 mil trabajadoras/es domésticas/os.
El tres por ciento son hombres. En el Distrito Federal hay más
de 143 mil. La mayoría son de origen campesino o indígena,
de colonias populares.
Tienen entre 15 y 60 años de edad 舑mas no se descarta a las
menores de 14- aunque el grueso de las empleadas domésticas lo
constituyen las de 30 y 40, porque son ellas 舠las que tienen más
responsabilidades familiares舡. Son madres solteras en su mayoría.
Llegan pidiendo un empleo para mantener a sus hijos/as. Son un grupo vulnerable
por la pobreza, sufren maltrato y explotación, especialmente las
de planta, explica Rosa Palma, del colectivo Atabal, organización
surgida en 1987, cuyo objetivo es revalorar el trabajo doméstico.
Las que han estudiado, apenas cubren los tres primeros años de
instrucción básica. Quienes llegan de los estados de la
República, primordialmente de Oaxaca, Guerrero, Estado de México,
Chiapas, Hidalgo y Veracruz, 舠vienen con las manos vacías舡
y ni siquiera traen consigo 舑por desconocimiento o por carecer de
ellos- sus documentos personales, lo que dificulta conseguirles un empleo,
dicen las integrantes de Atabal.
Casi como regla general, las hijas de las trabajadoras del hogar emulan
a su madre y se dedican también, cuando tienen la edad suficiente,
a proporcionar esos servicios. Las trabajadoras domésticas se recomiendan
unas a otras con sus empleadoras y por general desconfían de las
agencias que promocionan sus servicios porque a más de una la han
extorsionado, engañado o violado.
En
las agencias de colocación ven a las mujeres 舠como un producto舡,
afirma Raquel Guadarrama, de la bolsa de trabajo La Esperanza, las colocan
sin consultarlas, las 舠escogen舡. Todavía hay quienes
llaman a las agencias y proporcionan las características de la
empleada que desean: 舠que sea de trenzas, que no sea jarocha porque
tienen fama de cochinas...舡
Ana María Vázquez cuenta que a ella le ayudó a conseguir
su trabajo una agencia, la cual le cobró a su empleadora 800 pesos
y luego, cuando le dieron su primer pago quincenal, la obligaron a pagar
más de la mitad de su sueldo de 600 pesos. Cuando se quedó
desempleada tres meses después, acudió nuevamente a la agencia
para que le ayudaran a conseguir otro lugar para trabajar ésta
ya no existía.
Para valorizar el trabajo doméstico, acceder a un mejor salario
y exigir mejores condiciones laborales han surgido diversos proyectos
de capacitación.
En el Colectivo Atabal se proporciona a las mujeres cursos de derechos
laborales, autoestima, ciudadanía y se les apoya con La Esperanza,
una bolsa de trabajo con nueve años de existencia, por medio de
la cual les consiguen empleo, siempre y cuando cuenten con sus documentos
correspondientes. Las contratantes son mayoritariamente mujeres a quienes
se les deja claro que la jornada a cubrir debe ser de ocho horas, señala
Raquel. Por proporcionar servicios básicos (barrer, sacudir, trapear,
limpiar), las mujeres promovidas por La Esperanza cobran 120 pesos por
día, si a su labor se agrega el lavar, cocinar, esa cantidad sube
20 pesos más. Las de planta cobran tres mil pesos mensuales. Las
que ya han recibido una certificación previa cobran por el aseo
doméstico 180 pesos y las de planta cuatro mil pesos mensuales.
En cuanto a sus derechos laborales, la Ley Federal del Trabajo (LFT) en
su Capítulo 13 establece que se debe respetar a 舠los trabajadores
domésticos舡 y abstenerse de maltratarlos de palabra y de
obra, deben contar con un local cómodo e higiénico para
dormir, una alimentación sana, y condiciones de trabajo que aseguren
su vida y su salud. Cuando adquieran una enfermedad que no sea laboral,
el patrón deberá pagarles su salario hasta por un mes, si
la enfermedad no es crónica y si lo es, si 舠el trabajador
ha prestado sus servicios durante seis meses por lo menos, proporcionarle
asistencia médica hasta por tres meses舡. En caso de muerte
el 舠patrón舡 sufragará los gastos del sepelio.
Para las integrantes de Atabal, la LFT sólo habla de las empleadas
de planta e ignora a un gran número de aquellas que realizan el
aseo doméstico de 舠entrada por salida舡.
Actualmente hay más empleadas que 舠negocian舡 con sus
empleadoras las prestaciones a que tendrán derecho, pero sólo
mediante un arreglo verbal. Un reducido número de éstas
decide registrarlas en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
a través de un Seguro Facultativo anual que cuesta mil 200 pesos,
con el cual las trabajadoras domésticas pueden acceder a la consulta
externa. Otras cuantas les otorgan vacaciones, aguinaldo e incapacidad
por enfermedad.
No obstante,
aunque la ley lo establezca 舠nadie hasta estos momento ha hecho
que se aplique舡 de forma cotidiana y los derechos de las trabajadoras
de este ramo siguen violentándose. Solo de junio de 2000 a febrero
de 2001, la Subprocuraduría de Atención a la Mujer del Distrito
Federal atendió 115 quejas de empleadas del hogar, éstas,
por hostigamiento sexual, despido por embarazo, abuso sexual y -la mayoría-
por despidos injustificados.
Para Atabal aún falta concientizar a las mujeres para que exijan
sus derechos y a la población para que los reconozca, así
como hacerlos visibles en la LFT. Por ello elaboraron una propuesta para
modificar el Capítulo 13 de dicho ordenamiento incluyendo nuevos
temas como los accidentes de trabajo, la antigüedad y los derechos
maternales, entre otros.
Maricela López Cruz, tiene 28 años, es originaria de Oaxaca,
dice que cuando llegó a la ciudad de México, fue a una 舠supuesta舡
agencia donde solicitaban trabajadoras domésticas, era una casa,
señala, donde le robaron 50 pesos y no le consiguieron empleo.
Cuando estuvo en una residencia al sur del Distrito Federal, tuvo un accidente
y dejó de trabajar unos días, al volver se enteró
de que estaba despedida y que no la liquidarían. Por realizar labores
hogareñas, dice 舠no nos dan el valor de ser humano, creen
que porque a veces nos tienen viviendo con ellos no tenemos derecho al
descanso y trabajamos las 24 horas舡.
Actualmente López Cruz está inscrita a un curso de Certificación
de Competencia Laboral, en donde se le instruye de acuerdo con las Normas
Técnicas de Servicios Generales de Limpieza, Lavado y Planchado
de Prendas y Preparación de Alimentos a Nivel Especializado, que
se imparte en la Casa de la Joven 舑lugar donde un grupo de religiosas
apoya a las mujeres migrantes proporcionándoles alojo y comida,
mientras encuentran una labor para desempeñarse- y espera que cuando
concluya tenga acceso a un mejor empleo, porque con la certificación
su labor 舠será mejor valorada舡 y podrá negociar
mejores condiciones de trabajo.
Marisela Contreras Julián, del Inmujeres DF y María Elisa
Villaescusa, de Mujeres y Desarrollo Económico Integral, informaron
que se entregaron 149 certificados a empleadas del hogar que participaron
舑 apoyadas por 100 becas de 2 mil pesos- en los cursos impartidos
en el Hogar de la joven, con los cuales dijeron, accederán a mejores
empleos en tintorerías, restaurantes, hospitales y hoteles. Aunque
esto es evidentemente insuficiente, explicó Villaescusa, en una
encuesta realizada a 100 empleadas, el total de ellas considera que la
certificación 舠fue un cambio en su vida舡 porque le
da a su labor un toque de profesionalismo (Aleyda Aguirre)
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