Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 7 de enero de 2003
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Mundo

Pedro Miguel

Clonaciones

Hay que dar gracias a los raelianos porque con sus historias cloníferas nos brindaron un poco de distracción y esparcimiento en este duro arranque de año y nos dieron oportunidad de olvidar, así fuera por un momento, la persistencia de la recesión, la inminencia de la guerra y la terquedad de la violencia.

La comunidad científica sostiene que lograr la clonación exitosa de seres humanos en la circunstancia actual del conocimiento y de la técnica es tan improbable como convertir una cocina doméstica en estación espacial, y las apariciones frente a las cámaras de la directora de Clonaid resultaron ajenas a toda verosimilitud. Sin embargo, el anuncio levantó un revuelo mediático sólo explicable por la carencia de otros insumos noticiosos en los días críticos de diciembre.

Vaya la impostura en abono de la audacia sectaria: habida cuenta de la repulsión moral que suscita la perspectiva de replicar personas, el presumible embuste difundido por Clonaid podría ser tan peligroso y autodestructivo como si los guerrilleros colombianos anunciaran que poseen armas atómicas.

Hasta ahora, para fortuna de la secta, todo ha quedado en réplicas condenatorias por parte de Bush y del Papa. Ni uno ni otro pararon mientes en el sentido mercadológico y mediático de la conferencia de prensa ofrecida por la doctora Brigitte Boisselier y se apresuraron a condenar lo que fue, a lo sumo y de acuerdo con la información disponible, una mera clonación de dividendos para la polémica empresa establecida en Bahamas. Juan Pablo II se escandaliza porque ve en la hipotética práctica reproductiva una competencia demasiado directa a las atribuciones de su jefe máximo y el presidente de Estados Unidos pierde el sueño sabrá Dios por qué, acaso porque se imagina la proliferación de miles de millones de códigos genéticos de Osama Bin Laden.

Con esos temores en mente, los máximos superpoderes espiritual y militar del mundo se han avenido a entrar en polémica con los seguidores de un señor que dice estar empeñado en construir una embajada para extraterrestres y que no tiene empacho en proponer el asunto de la clonación como el preludio a la vida eterna: el siguiente paso será introducir, en el cerebro en blanco de un bebé clonado, todo el registro mental del donador de ADN, incluidas sus capacidades inductivas y deductivas, su complejo de Edipo y sus fantasías presidenciales o monarcales con la misma facilidad con la que hoy día se respaldan los datos de una computadora en otra.

La investigación científica y tecnológica seguirá avanzando y hará posibles procedimientos sencillos y confiables para clonar de manera satisfactoria mamíferos superiores. No se necesita para ello más impulso que la perspectiva de incrementar el margen de ganancia sobre el pastrami y las chuletas de cerdo. Pero una vez que tales procedimientos estén puestos a punto, nada impedirá que los ególatras, los estériles o los delirantes manden a hacer fotocopias genéticas de sí mismos.

Los detractores de la clonación harán todo lo que esté de su parte para convertirla en negocio jugoso. La prohibición no la suprimirá, sino que será un factor de encarecimiento. Lo que hoy no es más que una pastorela de alta tecnología podrá convertirse entonces en una actividad de decenas de miles de millones de lo que sea. Alabados sean los seres galácticos y los terrestres idiotas que les siguen el juego.

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