Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 12 de enero de 2003
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Cultura

Bárbara Jacobs

El pabellón número seis

Siempre había querido leer El pabellón número seis, el celebrado cuento largo de Chéjov. El otro día por fin lo leí. Me causó una impresión tan total -no sé de qué otra manera calificarla-- que quería sentarme a escribir sobre él. Lo intenté, pero lo que escribí resultó ser tonto. Pensé, Ƒqué añade a la crítica? Nada. Entonces, Ƒpara qué escribirlo?

Sin embargo, la sensación de que debía hacer algo a partir de lo que el texto había provocado en mi interior no me abandonaba, sino que más bien me tenía muy inquieta. Desafortunadamente, el fenómeno no se prestaba a darle salida a través de la traducción, vía a la que recurro cuando un texto de estos totales como el de Chéjov está escrito originalmente en un idioma que yo pueda traducir, o al que yo pueda traducirlo. Comparto mi gusto, no sé; también, aprendo. Sirve de algo.

Pero intentar comunicar esta clase de emociones en el terreno de la crítica, aun del comentario, requiere un poco más de inteligencia y cultura de las que se lleva el ejercicio de la traducción, que recoge y da curso a la emoción más que nada, pues lo demás es cuestión de técnica.

En la encrucijada que se me planteó tampoco se trataba de construir un altar, colocar El pabellón número seis en el centro, y de rodillas rogarle que más que iluminarme por favor influyera en mí. Si recibir una influencia fuera cosa de fervor y rezo, aprendería a cerrar los ojos y rezar. Les rezaría a tantas páginas escritas que no me quedaría tiempo para poner a prueba el efecto que hubieran podido tener en mí.

Ante este tema, a quienes más envidio es a los pintores, que sí contemplan en su formación la técnica de la imitación. O a los bebés del mundo, que si quieren aprender a hablar no tienen más que empezar imitando a quienes hablan a su rededor. Lo que sucede es que una vez que un pintor aprende a pintar por este medio, o pinta como él mismo o tendrá que preguntarse para qué pintar, si el modelo del que aprendió ya existe. La imitación pone en marcha la evolución, podría decirse, o la niega.

ƑSoy clara? Otra manera de hacerme entender sería preguntando cómo se imita, o en qué consiste esta acción cuando se refiere a la actividad de escribir literatura. Tal vez habría que empezar por establecer qué es exactamente lo que quiero aprender de Chéjov a través de la lectura de su cuento largo, El pabellón número seis. Me llamó especialmente la atención lo pausada que es la narración, característica del autor que veo como una de sus cualidades. Significa que sin demostraciones excesivas de ningún tipo logra tener efectos poderosos, quiero decir, emociona (hace sonreír, conmueve, inquieta) sin grandes aspavientos.

Agradecí la existencia de la ficción, eso de dejarse llevar por una compañía entretenida y agradable adonde sea que te lleve y, mientras tanto, olvidarte de todo lo demás. Para dejarte llevar, sin embargo, es necesario que el texto te lo propicie. Sin este requisito, por más que trataras, no podrías dejarte llevar. Con Chéjov, en este cuento largo especialmente, sentí el impulso de abrir los brazos y exclamar: "šno hay como la ilusión!", sobre todo, si la contrapones a la realidad.

Aunque lo que la crítica ha señalado es que Chéjov es realista, en un momento dado del cuento, vi a Kafka. ƑAprendió de Chéjov imitándolo; o Chéjov influyó en él, altar y rezo de por medio? También puede ser que Kafka llegara por otros caminos al absurdo que lo caracterizó a él, y que sólo un lector posterior a ambos, con más malicia en sus venas que sangre, diría que éste le robó a Chéjov lo del absurdo. Un lector bien intencionado se limitaría a observar: ''Kafka aprendió de Chéjov", sin negarle originalidad a Kafka.

En todo caso, estos son algunos de los enredos en los que nos enfrascamos los lectores cuando queremos comunicar al mundo que un cuento nos gustó. O cuánto nos gustó un cuento que habíamos querido leer toda la vida y que apenas ayer, de forma casual (en una canasta de libros viejos al fondo del pasillo de un hospital), por fortuna encontramos y leímos.

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