Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 18 de enero de 2003
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Política

Ilán Semo

Poder confiscado

A las elecciones legislativas que se celebrarán en julio les aguarda una serie de preguntas abiertas. De facto, los partidos han iniciado sus campañas, y el panorama de los próximos meses estará dominado por la actividad de una contienda en la que, a primera vista, abundará el ruido y faltarán las nueces. Las encuestas volverán a ser instrumentos de campaña, y las campañas tratarán de seguir el señuelo de las encuestas. En este círculo vicioso, el que gana es el que conquista los números. La izquierda ha pasado de la lucha de clases a la lucha por el rating, y la derecha, del "orden y progreso" a la creación de imagen. En rigor, la relación entre medios y fines en la esfera pública ha cambiado, digamos, sustancialmente: los medios (de comunicación) se han convertido en el fin, y los fines (de contenido) en una suerte de entidad cuasi onírica. Hacer política hoy significa sobre todo maestría en el arte de vender promesas. Bernstein, un socialista de principios del siglo XX, dijo alguna vez que en política el movimiento lo era todo, y el fin no importaba. Esta ingeniosa profecía merecería acaso una ligera actualización: la imagen se ha vuelto todo, y el fin una ilusión mercadotécnica.

La "encuesta" que acaso ilustra la línea (necesariamente imaginaria) de arranque de la lucha de ratings que se avecina no proviene del mundo de los encuestadores. Si se considera (como encuesta, acaso la más fiel) el número total de votos que han sido emitidos en las elecciones para regidores, presidentes municipales, congresos locales y gobernadores desde enero de 2000 hasta la fecha, la distribución de sufragios es como sigue: el PRI ha obtenido entre 35 y 40 por ciento de la "votación total", el PAN entre 30 y 35 por ciento y el PRD entre 15 y 20 por ciento. No se trata obviamente de promedios regionales. Hay estados (en aumento) en que el PAN cuenta con una franca mayoría (Jalisco, Puebla, Yucatán, Baja California...); en algunos pocos (Distrito Federal, Zacatecas, Michoacán...) el PRD también es mayoritario. En el norte del país, el PRD es minoritario y no alcanza ni siquiera las cifras de su "promedio nacional", y el PAN apenas asoma en una decena de regiones. El que conserva sus promedios generales a lo largo del país (acaso con excepción del DF) es el PRI, incluso ahí donde pierde. Es decir, cuando pierde lo hace por poco.

ƑCómo explicar que el PRI haya logrado detener o posponer el colapso que se vislumbraba después de su derrumbe en las elecciones de 2000? Las razones son múltiples y complejas, pero hay una evidente: la incapacidad del PAN y del PRD, los dos protagonistas del cambio, para convertir la transición en una realidad más edificante, más esperanzadora. Las responsabilidades de ambos no son necesariamente equidistantes. El que la hace (o no la hace) la paga. Y el foxismo se halla, por el simple hecho de estar en la Presidencia, en el centro de este marasmo.

El catálogo razonado de motivos que han estacionado en un impaciente inmovilismo a las dos principales fuerzas (partidarias) del cambio es cuantioso y extenso. Extraigo sólo uno al que se le ha prestado poca atención.

Desde 1988 a la fecha, la mayoría de los poderes del Estado han transitado por reformas profundas. Las dos cámaras del Congreso son hoy plurales y ruidosas. Existe un organismo relativamente autónomo de vigilancia electoral: el IFE. Los conflictos poselectorales se han reducido al mínimo. La Suprema Corte de Justicia de la Nación muestra cada vez más rasgos de un poder con capacidad de acción propia, lo cual habrá de afectar probablemente a los otros niveles del sistema jurídico. Incluso el Ejército ha enfrentado juicios públicos de sus altos mandos, acusados de instigar la guerra sucia de los años 70. El único poder cuyo estatuto y cuyas prácticas de funcionamiento son idénticas a las que imperaron en el pasado es el Poder Ejecutivo. Y en un régimen como el mexicano, el Poder Ejecutivo, es decir, el poder presidencial, sigue siendo mucho más de lo se entrelee de los lamentos irresponsables con los que acostumbra acusar al Congreso de su incapacidad de acción y movimiento.

Es obvio que la representación en el Poder Ejecutivo es cada día más lejana con respecto al espectro de fuerzas que emergieron de las elecciones de 2000. El nombramiento de Derbez en la Secretaría de Relaciones Exteriores acentúa aún más la estrechez de este panorama. Lejos de establecer pactos o acuerdos o compromisos o alianzas con un cúmulo de fuerzas que permitieran al Poder Ejecutivo expresar una mayoría efectivamente nacional, la administración foxista se ha confinado en su propio y minúsculo círculo de extenuados operadores (el primero que se fue era, según sus propias palabras, un aficionado). Como se ha dicho hasta la saciedad, ni siquiera el PAN se halla incluido en sus filas. En el Poder Ejecutivo del Distrito Federal, este alineamiento es menos radical. Ebrard, Bátiz, Encinas son figuras que hablan de un afán de expresar fuerzas que no pertenecen al círculo (también reducido) de Tabasco. Tal vez por eso su gestión sea más eficaz y más expansiva, aunque dista mucho de expresar la voluntad de conformar un espectro que exprese una mayoría de la Asamblea Legislativa, que ha ejercido una práctica de contención del gobierno.

En cualquier régimen parlamentario, el gobierno se forma a partir del principio de que debe contar con una mayoría de votos en la pluralidad del Congreso. Ello implica pactos y concesiones públicas y abiertas. ƑCómo conformar el Poder Ejecutivo en México para que exprese realmente el espectro de una parte sustancial de las fuerzas decisivas de la sociedad política? Tal vez la reforma de Estado comience simplemente por responder a esta pregunta de una manera distinta e innovadora.

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