Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 21 de enero de 2003
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Política

Magdalena Gómez

Campesinos y pueblos indígenas: destino común

Durante largos años el Estado mexicano pretendió mimetizar a los pueblos indígenas con los campesinos; igual sucedió en otros países de América Latina. Sin embargo, esa línea se rompió en las dos décadas pasadas, cuando los indígenas plantearon con claridad la demanda por el reconocimiento de sus derechos históricos a las tierras, territorios y recursos naturales, todos fundamentales para su existencia. En esta exigencia se cruzan espacios con los campesinos, muchos de ellos de origen indígena, que no han reivindicado.

Este año dio inicio con dos hechos trascendentes: la significativa ruptura del silencio zapatista y el cierre de uno de los puentes fronterizos de Ciudad Juárez que llevó a cabo El campo no aguanta más (ECNAM). Este último resulta emblemático porque retoma la demanda indígena, así como las reivindicaciones centrales del campesinado, contradiciendo con ello el rumbo decidido por el salinismo, cuya continuidad ha garantizado el foxismo. Con sólidos argumentos el ECNAM ha expuesto razones para revisar el capítulo agropecuario del TLC y ha hecho propuestas que sientan las bases para una nueva política hacia el campo.

Para abordar la agenda del movimiento, y posteriormente lograr acuerdos, exige que el gobierno decida torcer el rumbo neoliberal, cuestión muy ajena a los intereses que representa. Dado que en la mesa de negociación también está presente el Consejo Agrario Permanente, cuya trayectoria es muy distinta a la de ECNAM, la estrategia oficial busca romper el consenso, privilegiar a unas organizaciones sobre otras e introducir por la puerta de atrás a interlocutores que coinciden con el gobierno en el rechazo a la revisión demandada, ya que confía en poder revivir las cenizas del corporativismo, y lamentablemente hay indicios claros de que hay clientela que asumirá esa postura. Para enfrentar este riesgo, el ECNAM y sus organizaciones se han impuesto como acuerdo no abordar en la negociación agendas particulares que los lleven a escenarios tan conocidos como el manejo de prebendas para unos, no para todos. Si el gobierno avanza alimentando la división, lejos de resolver el problema lo llevará a su radicalización y a incrementar las asignaturas pendientes, pues está en juego nada menos que la sobrevivencia del campo mexicano.

Es interesante anotar que en el caso indígena los gobiernos de Salinas, de Zedillo, y ahora el de Fox, no se plantearon siquiera una estrategia similar, pues el EZLN y el movimiento indígena que acudió a la mesa de derechos y cultura indígenas no traía consigo -felizmente- los usos y costumbres del priísmo. Gracias a ello hasta ahora no han logrado romper la unidad en torno a la exigencia del cumplimiento de los acuerdos de San Andrés.

Por otra parte, al igual que en el caso indígena, el ECNAM demanda una nueva relación con el Estado y para ello tanto la agenda indígena como la campesina exigen una profunda reforma, y lo mismo sucede con el movimiento electricista o el de los trabajadores en general. En ese escenario la colisión es inevitable, pues el gobierno actual, su partido y algún sector del PRI están pensando en las llamadas "reformas estructurales", precisamente con el fin de profundizar el abandono que ha hecho el Estado de sus responsabilidades sociales y para sustituirlo por otro que sólo se quede con atribuciones gerenciales y de negocios.

Hoy vemos que tanto el primero de enero de 1994, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, como este primero de enero de 2003, con la vigencia del capítulo agropecuario del TLCAN, reflejan escenas subsecuentes del proceso de abandono de la nación. Sin embargo, hasta ahora no se ha logrado que la clase política comprenda que cuando los pueblos indígenas demandan derechos para impulsar su reconstitución y cuando se habla de que está en juego la sobrevivencia del campo mexicano, no se trata de fórmulas retóricas, sino de expresiones contundentes de la grave crisis social en que se encuentran los que aún se resisten a abandonar su país: indígenas y campesinos aferrados a sus tierras y territorios... o lo que queda de ellos, pues prácticamente están fuera del mercado, sin recursos para enfrentar la lógica del capital trasnacional y con un gobierno que ofreció el cambio sin aclarar que era para que nada cambiara.

Precisamente la estrecha relación de las agendas indígena y campesina debería favorcer mayor cercanía de sus dirigencias; más allá de saludos solidarios podría ser el momento de que las organizaciones indígenas busquen acercarse a movimientos que como el ECNAM luchan por las mismas causas. El reto en 2003 es lograr avances en las demandas del movimiento social a contrapelo del fatalismo electoral que tiende a desplazar estas agendas.

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