Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 21 de enero de 2003
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Espectáculos
En esta civilización somos dioses los que aún podemos ejercer el poder de decisión, dice

Johnny Laboriel, una carrera "más allá del bien que del mal"

Anuncia la creación de Tercera Dinámica Producciones para dar oportunidad a artistas talentosos

RAMIRO GOMEZ LUENGO ESPECIAL

A Johnny Laboriel todo el mundo lo quiere, y por eso cuando va por la calle recibe infinidad de saludos y abrazos por parte de la gente, a los cuales corresponde con sonoros besitos de trompita que por su dimensión parece que se van a tragar el mundo.

Con 60 años de edad y 45 de trayectoria artística, el negro cenizo de Romita decidió crear Tercera Dinámica Producciones, que se propone producir sus shows, así como los de otros artistas talentosos que no son promovidos por las grandes productoras.

"Estoy creando esta compañía, donde todo depende de uno mismo, y así no estás supeditado al capricho de los productores, muchos de los cuales en privado te tiran caca y consideran que ya estás acabado, pero cuando te ven en escena se esconden, porque nadie causa el efecto que yo provoco en un show.

"Pero los productores tienen mucho poder, por eso mi intención de convertirme en productor, para ser el único güey que diga: chingue a su madre ese puto negro de mierda, o lleven a ese pinche negro de mierda."

A Laboriel no le importa que vayan a pensar que ya se volvió loco y que vive en el pasado, "porque lo que importa es esto: rolas como Melodía de amor, Hiedra venenosa, Siluetas, Rock del angelito e incluso Señora corazón, una vez que las oyes, tengas 15 u 80 años, jamás las dejas de amar".

Forjador de su propio destino, revela que una vez le dijo al ya desaparecido Emilio Azcárraga Milmo que él no pertenecía al organigrama de Televisa, "sino que ésta pertenecía a mi organización. Por supuesto que El Tigre se cagó de risa y me dijo que estaba loco, pero luego le besé los pies imitándole a Marco Antonio Muñiz, quien estaba vetado, cantándole una canción que decía: quiero volver, volver, volver".

Con la música en la sangre

Laboriel revela que desde que tuvo uso de razón su vida transcurrió en medio de una pachanga interminable, puesto que su padre, Abraham Laboriel, era músico y bohemio de cepa pura, que supo transmitir a toda su prole el amor por la farándula, "donde la vida es una tómbola.

"Quizá por eso no me llama la atención ni todos los años que llevo en el camino, ni la popularidad, ni que mi hermano Ely sea el mejor bajista del mundo, ni que mi sobrino trabaje con Paul McCartney y con Sting".

Laboriel refiere que es como la anécdota del planeta en donde nadie respira, "y de repente llegas tú de la Tierra y cuando te ven respirar se sorprenden tanto que te agarran de show: 'a ver, a ver, una respiradita por favor', te dicen, y entonces inhalas y exhalas y nomás se oye la exclamación del respetable público: ¡ay cabrón, qué chingón eres!"

Jhonny recuerda que en la escuela era tan consentido por los maestros por ser la estrella del coro, "que llegó un momento en que los mismos mentores le pedían a mis cuates que me hicieran la tarea para de que no me distrajera, ¡qué poca madre!"

Siendo parte de la llamada generación de los rocanroleros -encabezada por Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez y Angélica María-, Laboriel precisa que la única diferencia con ellos "es que tienen un billetote, y yo no".

"El productor Paco de la Ba-rrera me lo dijo: ya cambió la jugada, se acabaron los grupos de greñudos con chamarra de cuero y actitudes provocadoras, ahora vienen las carreras de solistas con baladas bobaliconas, arreglos de cuerdas, coritos fresas y trajes a la medida, pero yo me quería morir con mis Rebeldes del Rock, a quienes adoro, y con quienes me sentía obligado moralmente".

Afirma que la canción Mi pueblo estaba originalmente pensada para él, pero salió César Costa con ella y fue todo un cañonazo, "ya que le valió hacer películas, giras, comerciales y mucha lana; mientras yo seguía aferrado a los Rebeldes. "Aunque no quieras entrarle porque deseas seguir firme con tus ideales, la verdad es que vale para pura madre, porque si me lo ofrecieran de nuevo nomás preguntaría dónde firmo". Asegura que le pasó lo mismo que a la prostituta que se suicidó a los 90 años, luego que descubrió "que todas las demás cobraban".

Acota que su padre era íntimo de Lázaro Cárdenas, con quien anduvo para arriba y para abajo, "y luego de que le compuso el himno a Tampico, el general le dijo: Laboriel ya la hiciste, pídeme lo que quieras, y éste le pidió una guitarra.

"Mi papá me heredó esa actitud. Nunca me interesó el dinero, y por eso cuando murió le dije ante su tumba: te la voy a dedicar, porque ahora sí voy a ganar plata, y es que mi viejo murió, duele decirlo pero es la neta, jodido".

Recuerda que su incursión en el rock se dio gracias a un concurso que organizó a mediados de los 60 Radio Exitos, en búsqueda de cantante para un grupo que comandaban los hermanos Tena de la colonia Portales, quienes serían conocidos como Los Rebeldes del Rock.

Un negrito talentoso

"Gané de calle, y no era para menos, puesto que era saleroso, bailarín y desmadroso, pero sobre todo con pinta de roquero recién desembarcado del Mississipi. Canté como 500 veces Tutti Frutti y Only you, y no se me olvida cómo la gente exclamaba: 'qué pinche negrito tan talentoso', y yo con apenas 16 años de edad."

Revela que lo que parecía una adolescencia de ensueño poco a poco se fue convirtiendo en un infierno, puesto que la popularidad a tan temprana edad fue el detonante de una personalidad que buscó, mediante el alcohol y las drogas, rebelarse contra la forma tan represiva en que sus padres le enseñaron el amor a Dios.

"Ese fue el inicio de lo que yo ahora llamo la primera parte de mi gran confusión, ya que fue cuando le entré duro y tupido a toda clase de drogas, que iban desde coca hasta mariguana, alcohol e incluso morfina.

Según Laboriel, el mexicano no es racista, pero tiende mucho a pitorrearse de todo aquel que luce distinto, ya sea un gordo, un chaparro u obviamente, un ne-gro, "por lo que sería mentira negar que mi color contribuyó mucho en un principio a que me sintiera confundido".

La época de la confusión

Nacido en Real de Romita, a Laboriel le apasionó siempre el desmadre y la calle, donde creció con la idea de que el poder estaba en los puños de todos los gandallas, con los cuales nunca dejó de juntarse, a pesar de que ya era toda una celebridad. "Mi error fue que una vez desconté a un caca grande, lo que me valió una temporadita en Lecumberri, donde aprendí lo que no te imaginas."

Fue hasta los 28 años que Laboriel renunció a toda forma de droga, pero precisa que lo más paradójico es que todo lo hizo para quedar bien con la gente, "porque estás convencido de que vas a cantar mejor, vas a pensar mejor y vas a resistir más, pero llega un momento en que te das cuenta que no funciona, que te estás haciendo güey solo.

"En 1971, durante una función en Catacumbas, que estaba en el barrio chino, compré mota, coca y alcohol y la repartí a todos los presentes advirtiéndoles que era la última vez que lo haría, y que si me volvían a ver igual de tiso, que me mataran".

La otra etapa de la confusión de Laboriel fue de los 28 a los 50, en que se metió a trabajar en una cadena de hoteles donde duró como 15 años, "y me sirvió de mucho, ya que al recorrer todos los resorts de la cadena tuve oportunidad de meditar, volver al ejercicio y purificar mi mente y mi cuerpo".

Laboriel considera que su carrera está más allá del bien que del mal, "porque lo que ha perdido esta civilización en todos los aspectos es el poder de decisión, y los que todavía podemos ejercerlo, somos como dioses".

"Estoy permanentemente enrolado en una gira que se llama 'lo que caiga', ¿me explico?, no ando como Ricky Martin y otras estrellotas diciendo que me voy de gira a Europa y Africa y luego me tomo un año sabático en el Tibet para lograr el Nirvana, y que de ahí me sigo a Australia y anexas. Ni madres, a lo que caiga cabrón, y pa' qué te haces pendejo".

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