Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 25 de enero de 2003
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

John Ross se va a la guerra

Si no frenamos a Baby Hitler y a Fox, pronto recordaremos con nostalgia estos días aciagos

A PRINCIPIOS DEL pasado diciembre recibí por correo electrónico una carta que apelaba a mi solidaridad. El reportero estadunidense John Ross, autor de una obra que abarca no pocos libros y miles de artículos sobre México, me escribió para quejarse de una injusticia. Tras la remodelación de las principales calles del Centro Histórico, los administradores del bellísimo Hotel Isabel, un edificio que data de 1850, ubicado en la esquina de Isabel la Católica y República de El Salvador, decidieron aumentar abusivamente la renta diaria de sus habitaciones, tomando como pretexto el rescate arquitectónico de la zona.

John Ross estaba furioso porque desde hace 18 años ocupa la misma pieza en el segundo piso del Isabel, con una fidelidad ejemplar que sus anfitriones soslayaron al tratarlo como a cualquier otro cliente, olvidando que es el decano de los huéspedes. Un inquilino discreto, silencioso y puntual en el pago de sus cuentas, que no se retrasó jamás, ni siquiera cuando permanecía fuera del Distrito Federal, bien por causa de sus frecuentes viajes a Chiapas, bien por sus largas visitas a San Francisco, California, la ciudad donde nació y en la cual ha publicado todos los títulos de su trabajo periodístico.

Confieso que no supe qué responderle. Entendí que deseaba ponerme al tanto del asunto porque en 1999 fuimos vecinos en el mismo establecimiento, cuando vivía, quiero decir yo, en el cuarto 411 del último piso, el de la azotea sembrada de tomates y chiles para el diario consumo de las recamareras, y disfrutaba de la espléndida ventana que daba a la calle de El Salvador. El martes de esta semana, olvidado por completo de aquel asunto, John Ross me volvió a escribir: "Me voy a Bagdad como escudo humano. Voy a defender al pueblo iraquí, no a Saddam Hussein, un dictador estilo priísta. Le doy a Bush dos semanas para aplastarme".

Tal como Jim Cason y David Brooks adelantaron ayer en una amplia nota desde Nueva York, John partirá hoy, con muchos otros pacifistas europeos y estadunidenses, en una breve caravana formada por dos autobuses de dos pisos. Al frente de la comitiva estará Ken Nichols, un ex militar del ejército de George Bush padre, que en 1991 participó en la Guerra del Golfo Pérsico y que en la actualidad se encuentra seriamente enfermo, contaminado con uranio, debido a las armas químicas de destrucción masiva empleadas por el Pentágono en aquella operación. El convoy, agrega Ross en su carta, "llegará el 4 de febrero a Estambul. Ahí voy a dar charlas sobre el zapatismo, un tema que interesa mucho a los estudiantes de la universidad". Lo más conmovedor del asunto es que John Ross tiene 72 años, pero es más joven que todos los jóvenes que yo conozco.

Cortando amarras


"Deje usted eso", me decía una persona el otro día, en un coloquio sobre el delirio de los halcones de Washington. "El mejor indicio de que va a estallar la guerra no es el número de soldados gringos y británicos que hay cerca de Irak, sino el ejército de corresponsales de CNN que están listos para cubrir el conflicto". Camarógrafos, sonidistas, reporteros y técnicos expertos en realizar transmisiones en vivo desde el lugar de los hechos han sido entrenados y equipados en labores de supervivencia para actuar ahí donde se produzcan ataques con armas químicas.

Estamos en vísperas de un acontecimiento cuyas consecuencias han dejado de ser previsibles. El guión de esta película originalmente señalaba que Rusia, China y los gigantes de la OTAN, es decir, Francia y Alemania, tarde o temprano alcanzarían acuerdos de fondo para repartirse la inmensa riqueza petrolera de Oriente Medio y colaborar, con dinero, hombres y armas, en la conquista de Irak. Pero los avatares registrados en el planeta financiero durante las últimas semanas han cancelado la viabilidad de ese libreto a partir de una paradoja: Estados Unidos, la mayor potencia militar del globo, posee a la vez la economía más frágil de Occidente. La deuda de la Casa Blanca, de casi 31 billones de dólares, equivale a toda la riqueza que produjo el mundo en 2002. Las tensiones prebélicas y la prolongada crisis política en Venezuela han elevado al máximo los precios del petróleo pero, al mismo tiempo, han deteriorado la hegemonía del dólar como patrón de cambio a escala universal. Si Washington y Londres se lanzan sobre Bagdad, el crudo se irá a las nubes y esto ocasionará gravísimos daños a la economía de las naciones que están obligadas a adquirirlo para sobrevivir, empezando por la de Estados Unidos que, agobiada por la recesión, se irá a pique. Si ello sucede, cada dólar valdrá menos que el papel en que esté impreso. Por lo tanto, como se vio ayer, los mercados están vendiendo apresuradamente sus acciones para obtener dólares baratos y canjearlos por oro, un fenómeno, desde luego, que también está afectando a México. De allí la súbita devaluación de nuestro peso.

El pequeño imbécil de la Casa Blanca está desesperado y mantiene los ojos cerrados ante esta realidad. Los inspectores de la ONU siguen sin encontrar una sola prueba que valide sus fanáticas acusaciones contra el régimen sanguinario de Hussein. El movimiento contra la guerra crece y crece en todas las ciudades importantes del orbe. Pero ante la clara evidencia del caos económico que Estados Unidos podría desatar con su irresponsable aventura, China (respaldada por las bravatas nucleares de Corea del Norte), Rusia (que tiene a su alcance el petróleo de los países árabes del sur de sus fronteras), y Alemania y Francia (que determinan el destino económico de la Unión Europea) lo han dejado patéticamente solo, anunciando el principio de una ruptura tal vez más profunda de lo que alcanzamos a vislumbrar, esbozando quizá el surgimiento de un nuevo mundo que ya no estará regido sino por la sola fuerza bruta de las armas.

¿Quiénes permanecen codo a codo junto a mister George WC Bush (en adelante, Baby Hitler)? Naturalmente, su perro faldero, el primer ministro británico Benitony Mussolini Blair; el principal terrorista de Oriente Medio, Ariel Sharon; los enanos de Italia y España, Berlusconi y Aznar; los nuevos miembros de la OTAN, encabezados por Hungría, y de este lado del Atlántico, nuestro pobre México, un país sin gobierno, representado por un secretario de Relaciones Exteriores que a duras penas distingue entre una embajada y un consulado, y que guarda silencio en el Consejo de Seguridad de la ONU ante la palpable insensatez de su amo. En lugar de proclamar su oposición frente a los despropósitos criminales de Baby Hitler, la administración de Vicente Fox calla y, por debajo de la mesa, cruza los dedos. La guerra, supone, le dará muchos millones de dólares adicionales por la vía del petróleo, como ya está ocurriendo, pero el agravamiento de la crisis económica en Estados Unidos reducirá aún más "nuestro" intercambio comercial con ese país y nos hará más pobres, toda vez que tampoco podremos venderle a Europa aquello que no puedan comprarnos nuestros vecinos.

Búscale...


Con tal de llegar a la cumbre de Davos, en Suiza, donde nada tiene que hacer salvo tomarse la foto, Fox minimizó los destrozos causados por el terremoto del martes en Colima y, sobre los cadáveres de la gente aplastada, afirmó que los daños no eran importantes. Pero antes de vestirse de frac y tomar el avión para irse a alternar con los ricos del mundo, cometió una insolencia que nos ofende a todos. A una anciana que le pedía un refugio para pasar la noche, dada la insólita falta de albergues para los damnificados, le respondió, tuteándola sin respeto a sus canas: "Pues búscale...".

¡Oigame, no!, señor Presidente, así no se le habla a nadie. De regreso en la ciudad de México asistió a una reunión con su gabinete en Los Pinos y dio instrucciones precisas: negocien, pero ya, con los campesinos que exigen la suspensión provisional y la consecuente revisión del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Eso sí, les habrá reiterado con énfasis, de lo único que no estamos dispuestos a dialogar es, precisamente, de la suspensión y revisión de ese pacto. ¿Sobre qué bases pretende entonces que se negocie? Más que satisfecho con esa genial medida que nada habrá de resolver y sólo proveerá más miseria y más violencia, Fox emprendió su enésima gira europea sin haber contenido la peligrosísima pugna que enfrenta a los miembros de su equipo financiero, donde Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, observa regocijado la caída del peso ante el dólar sin meter las manos, mientras Francisco Gil Díaz, titular de Hacienda, hace como que hace pero no sabe qué hacer.

Según la prensa estadunidense, en junio el dólar estará a 12 pesos con 50 centavos y esto -calculan Ortiz, Gurría, Labastida, Bartlett, Roque y los líderes del sindicato petrolero perseguidos por Fox- se traducirá en una votación arrolladora para el PRI en las elecciones del 6 de julio. Mientras, pese a sus dimes y diretes en público, Fox trabaja en su alianza con Roberto Madrazo para sacar una Cámara de Diputados a su gusto, con una mayoría de panistas y priístas afines a ambos, que "ganarán" por medio del fraude. Eso, al menos, cree el Presidente, y tan confiado está en su necio proyecto que sigue actuando, ciego y sordo, con arrogancia tiránica en lo que respecta a Canal 40. El sábado pasado, como bien reportó La Jornada, Ricardo Salinas Pliego, dueño de Tv Azteca, asistió como invitado de honor a un banquete en la casa del obispo ortodoxo Antonio Chedraoui y departió con Pedro Cerisola, secretario de Comunicaciones y Transportes, y la señora Marta Sahagún de Fox. Cinco días después, en una emisión de Canal 13, Tv Azteca entregó un cheque de 15 millones de pesos a la fundación Vamos México de la señora Marta Sahagún de Fox. Y pese al voto unánime del Congreso de la Unión, que el miércoles demandó al "gobierno" la devolución de la antena de Canal 40 a su legítimo concesionario, ayer viernes los representantes de ese "gobierno" se dieron el lujo de no acudir a la audiencia judicial donde tenía que dirimirse el asunto.

Qué mal estamos, ¿no es cierto? Pero si John Ross y sus amigos no logran parar a Baby Hitler y nosotros no podemos con la soberbia de Fox, pronto, desde el horrible futuro que nos aguarda, contemplaremos con nostalgia estos días aciagos.

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