Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 31 de enero de 2003
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Política

Luis Javier Garrido

No

En todos los rincones del planeta se exige que haya paz, pero el gobierno de Washington está empeñado en una locura belicista en la que cuenta con la complicidad de los peores gobernantes de nuestro tiempo, como es el caso de Vicente Fox.

1. La guerra programada de George W. Bush contra Irak marca en el inicio del siglo xxi la culminación de uno de los periodos más irracionales de la historia, pues mientras en América Latina y los países africanos y asiáticos las políticas neoliberales alcanzan niveles genocidas, al interior de Estados Unidos hay una escalada en la violación de derechos fundamentales de las personas, que van del encarcelamiento sin garantías de todos los extranjeros sospechosos a manipulación de la información, pasando por la impunidad de los grandes consorcios que han defraudado a la sociedad, y sin embargo las resistencias provienen de una minoría.

2. El discurso belicista de Bush, que alcanza niveles patológicos, y que todo mundo sabe que es mentiroso, pues la Casa Blanca pretende ocupar Irak para establecer un control geopolítico sobre Medio Oriente, que va de los objetivos militares a las riquezas petroleras, ha tenido la complicidad de los gobiernos conservadores más torpes de Europa, de España a Gran Bretaña, y de países latinoamericanos, como el de Fox, cuyo desprestigio internacional es cada vez mayor, pues no logra encubrir su sometimiento a Washington.

3. En el contexto de amenaza de guerra es grave, pues Fox apareció en su reciente y para no variar desastrosa gira por Europa como vocero de los intereses del gobierno de Bush: no se limitó a hacer la propaganda más insulsa del modelo neoliberal y de los argumentos belicistas, sino que pretendió sabotear los esfuerzos que se hacen en algunos países europeos para detener la maquinaria de guerra de Washington. Del empleadito de Coca Cola que fue entre 1965 y 1979, pasó a ser, desde que despacha en Los Pinos, no un hombre de Estado, como le hicieron creer sus amigos, sino un agente más del Departamento de Estado, y su presencia en el ámbito internacional no sólo es nociva, sino innecesaria.

4. El trato que se da a Fox es el que merece quien transgrede las normas de las relaciones internacionales. El incidente que protagonizó en Berlín tras la presentación ante la prensa con el canciller Gerhard Schroeder, quien le obligó a salir de la cancillería como a cualquier impertinente sin esperar las preguntas de la prensa, no constituyó un agravio a Fox, como pretendieron algunos medios mexicanos, sino un acto político. Fox ofende a sus anfitriones y a todo el mundo cuando pretende utilizar las relaciones internacionales para hacer propaganda política no se diga contra la oposición mexicana o para alentar el belicismo de Bush, sino tratando de sabotear la iniciativa de Francia y Alemania para frenar a Estados Unidos, que desafiando a Bush en una importantísima iniciativa dijeron "No a la guerra en Irak", el 22 de enero, en el 40 aniversario del Tratado del Eliseo.

5. Nadie se pregunta por qué Televisa y Tv Azteca, en vez de informar objetivamente sobre las pretensiones belicistas de Washington, durante meses se han erigido en propagandistas de la guerra y han ocultado o minimizado la sinrazón de los seudoargumentos de la Casa Blanca y las iniciativas en favor de la paz, como este acuerdo.

6. La pretensión de Fox de que México tendría una voz respetada en el ámbito internacional se derrumbó como todos sus proyectos, y el principal responsable es él. Lejos de aprovechar su gira para mostrar al mundo que México tiene independencia en política exterior a) exponiendo con vigor el rechazo a la política belicista de Bush, a sus afanes de controlar militarmente Medio Oriente y a apoderarse de la industria petrolera mundial o b) al menos para apoyar la iniciativa francogermana, como empleadito de Washington se puso a repetir en Suiza, Alemania y los Países Bajos la misma retórica mentirosa de Bush diciendo que el problema es Saddam Hussein y la negativa de Irak a desarmarme.

7. La reacción de Washington no podía ser otra. El desprecio de la administración Bush por un gobierno tan servil como el foxista, lo puso de manifiesto otro incidente, que en vano buscó ocultar la prensa mexicana, cuando un colaborador de John Dimitri Negroponte, embajador estadunidense ante la ONU, impaciente porque éste pudiese hablar ante el Consejo de Seguridad, exigió callar al embajador mexicano, Adolfo Aguilar Zinser: "a quién le importa la posición de México", dijo. Y naturalmente, Fox y la cancillería mexicana una vez más guardaron silencio y doblaron la cerviz.

8. El desprecio a Fox no viene sólo de Washington, sino de amplios sectores que en Europa se lo manifestaron: empresarios holandeses y alemanes le señalaron que en México no existe un estado de derecho; estudiantes de la Universidad Humboldt de Berlín lo abuchearon exigiéndole pactar la paz con el EZLN, a los que no pudo responder más que mentiras diciendo como loco que desconocen "el manejo radical" que su gobierno ha hecho "de la situación en Chiapas"; o dirigentes de organizaciones de derechos humanos que le dijeron que éstos se violan impunemente en México.

9. El belicismo mal disimulado del gobierno foxista, que no se ha opuesto al envío de soldados mexicanos al ejército estadunidense ni a la entrega de petróleo y materias primas para la guerra, y que alienta de manera hipócrita el holocausto, es apoyado tácitamente por los partidos de oposición, que tampoco se atreven a confrontar a la administración Bush, pero no por la sociedad mexicana, que ha dicho no a la guerra y tendrá que seguir diciéndolo cada vez con más vigor, si quiere detener la destrucción.

10. La guerra puede y debe evitarse, y la lucha contra el belicismo de la Casa Blanca y de los intereses que representa pasa por la lucha contra gobiernos como el de Vicente Fox, que tienen una complicidad inaceptable con los peores intereses del nuevo siglo.

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