Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 31 de enero de 2003
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Mundo

"Deslegitimada", la acción de la policía caraqueña por la lucha entre poderes

La campaña del miedo, alentada por empresarios de seguridad privada

Los rumores de una supuesta cubanización de Venezuela han aterrorizado a la derecha

ARTURO CANO/II Y ULTIMA ENVIADO

Caracas, 30 de enero. Todas las noches los vecinos de Cumbres de Curumo salen a cacerolear. El barrio es, si nos atenemos a la prensa venezolana, pionero en la "autodefensa". "Una autonombrada Junta Directiva para la Defensa de la Urbanización presentó a los asistentes las líneas estratégicas de un plan de seguridad... la gente lanzó vivas rotundas a la iniciativa de la autodefensa en Cumbres de Curumo" (El Nacional, 16 de junio de 2002).

Y pioneros como son, tienen sus orgullos en la batalla contra el chavismo: "A Diosdado Cabello -hoy ministro de Infraestructura y antes del Interior- lo sacamos a punta de cacerola, se tuvo que mudar de casa", dice, orgulloso, Pedro París, director de una escuela privada.

La marcha de las cacerolas va. Los vecinos pegan y silban más fuerte al pasar frente a una casa donde suponen habitan "unos cubanos que vinieron a apoyar a Chávez".

Rubén Darío Romero marcha al lado de sus vecinos. Afirma haber sido guerrillero de Bandera Roja y define a Hugo Chávez como "un militar cuyo círculo íntimo es de extrema derecha aunque su discurso sea de iz-quierda". Su análisis es el de una minoría.

Porque sus vecinos, en general, son de la idea de que Chávez los lleva derechito a ese otro "eje del mal" izquierdista que se cocina en Brasil, y donde se amalgaman Bolivia, Ecuador, Venezuela y, por supuesto, Cuba.

ƑDe dónde nace, hay que preguntarse, esa convicción? Rafael Arráiz, poeta y promotor cultural, a quien nadie podría acusar de izquierdista o chavista, lo pone así: "La clase media es de una pobreza intelectual pavorosa, no tiene conciencia de su papel en la so-ciedad y tiene una fijación con Estados Unidos como valor absoluto. Su sueño dorado es hacer compras en un mall de Miami".

En estos días, sigue Arráiz, acudimos a un "proceso de histerización de la clase media, que se atrinchera en sus urbanizaciones, es-perando la invasión de las hordas de la revolución; es una paranoia colectiva".

Crítico a fondo del proceso chavista ("casi toda su obra de gobierno es puramente verbal"), Arráiz cita, para hacer el contrapunto, una supuesta conversación entre el hoy vicepresidente José Vicente Rangel y el alcalde Freddy Bernal, en los días duros de abril de 2002: "Díle a los cerros que bajen porque eso los caga". Ese fantasma, dice, sigue siendo un arma del chavismo.

Con todo, la intensa movilización de la clase media es bien vista por Arráiz: "Siempre fue frívola e irresponsable, delegó su re-presentación en los partidos Acción Democrática y Copei, y ahora le está naciendo la conciencia política".

Las "clases peligrosas"

"Desde el aire los barrios de la clase media se ven pequeñitos, son apenas como 10 por ciento de esta ciudad llena de barreras simbólicas", dice Tulio Hernández, sociólogo y articulista, quien como funcionario de la alcaldía sobrevoló varias veces la zona metropolitana de Caracas.

En tres pases, Hernández describe cómo esta ciudad "se fue rompiendo" a partir del fin del sueño petrolero, que arrastró consigo a más venezolanos a la pobreza; quiso ser enfrentada con los ajustes económicos de moda y desembocó en el caracazo de 1989.

Desde entonces Venezuela dejó de ser un paraíso que sus estudiantes en el extranjero presumían orgullosos. En una década los asesinatos se triplicaron, y en lo que va del go-bierno de Chávez han crecido 60 por ciento.

Venezuela, dice Ana María Sanjuán, investigadora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), está lejos de los niveles de violencia de países como El Salvador o Colombia, pero su situación, antaño privilegiada, es hoy muy similar a las de Brasil y México.

A la herencia del caracazo, que generó en los sectores medios la idea de las "las clases peligrosas", se ha sumado en el último año la percepción de que éstas son alentadas y protegidas por el gobierno de Hugo Chávez.

En las calles y en los medios los opositores recuerdan con insistencia unas declaraciones del presidente donde de alguna forma "justificó" a quienes roban por hambre. Sectores de las clases medias interpretan eso como "una orden para delinquir".

Pero, curiosamente, lo que ha crecido son los delitos contra la vida, no contra la propiedad, según un detallado análisis del Centro de Estudios para la Paz de la UCV. Y, ojo, la inmensa mayoría de los asesinatos ocurren en las zonas populares.

Por un lado, los pobres -base social del chavismo- son víctimas y victimarios. Por otro, el problema es que prácticamente "no existe una policía de Caracas, sino la de Alfredo Peña (alcalde mayor) o la de Bernal (alcalde de Caracas, equivalente a una delegación del Distrito Federal mexicano)".

El conflicto por el control de los cuerpos policiacos entre el gobierno de Chávez y los alcaldes y gobernadores, dice Sanjuán, ha "deslegitimado la acción policiaca". La cereza en el pastel ha sido el fantasma de la cubanización, alimentado por la derecha. El coctel ha sido el terreno propicio para la proliferación de los "grupos de autodefensa".

Como sea, la percepción de la inseguridad pública como uno de los principales problemas del país lleva ya varios años en los primeros sitios de las encuestas.

Las barreras antes simbólicas -gente de los barrios populares nunca cruza hacia ciertas zonas del oeste y viceversa- se fueron tornando también físicas, con la construcción de casetas de vigilancia, bardas y plumas para controlar la entrada de vehículos.

De la mano de esas medidas, en algunas colonias surgieron grupos de jóvenes que, asesorados por ex militares y ex policías, comenzaron a entrenarse para defender sus territorios de la delincuencia común.

Ese es el primer bloque de los "grupos de autodefensa", define el sociólogo Tulio Hernández. "Es donde domina la derecha ruda. Con la explosiva situación política esos jóvenes encuentran una manera de cumplir su 'sueño' de salir a las calles a echar tiros".

Otro bloque, estima, es el alentado por "muy avezados empresarios de la seguridad" que trabajan la industria del miedo con buenas ganancias. Algunos sólo venden su asesoría, otros llegan a ofrecer un "kit de seguridad" que incluye: chaleco antibalas, equipo de radio, pistola de señales y gas paralizante. El tercero es el sector de "los candorosos que no saben en lo que se están metiendo".

Amor y paz

Alerta naranja en el "plan de contingencia": "Determine pasos de la acción de defensa, orden y racionalización de la utilización de los equipos (armas). Evite un desgaste prematuro de personal y suministros". El plan previene todo, incluso el triunfo. Al "restituirse el orden", dice, se emitirá una "señal audible", el grito de batalla que se da con silbatazos o bocinas de autos en marchas opositoras: Tu tu tu tu, o sea, "Ni un paso atrás".

En el texto se enumeran los artículos de la Constitución y las leyes que apoyan el "legítimo derecho" a la defensa. Además se advierte que sólo podrán usarse armas registradas y no clasificadas como "equipos de guerra".

Y se remata con una declaración de principios: "Recordemos que rechazamos la violencia como forma de vida, pero es nuestro deber proteger a nuestras familias, nuestras vidas y propiedades y, lo que es más importante, defender nuestra patria, que aspira a un mundo de justicia, de amor y de paz".

Matar al gato

Alfredo Rosas Romero es un científico educado en Londres que hoy trabaja en la Universidad Simón Bolívar. Simpatizante de la oposición, cuenta que sus vecinos han propuesto lanzar bombas molotov desde la azotea de su edificio. Les dijo de plano que no estaba de acuerdo: "Lo más seguro es que matemos al gato e incendiemos el edificio".

Rosas vive en La Tahona, construcción formada por cuatro torres con 138 departamentos. Se duele de que en el extranjero la lucha contra Chávez sea vista como una "guerra de pobres contra ricos" y por ello echa por delante su historia de nacido pobre en un pobre pueblo y educado con gran sacrificio. "Le he devuelto a Venezuela lo que me dio para educarme, con 30 años de trabajo".

Aunque se ríe por lo bajo de los planes de "autodefensa" de sus vecinos, no descarta que el gobierno de Chávez pretenda lanzar a los "pobres", o incluso a la Guardia Nacional, contra la clase media.

Sin embargo, él sólo cree en "medidas de prevención, no de ataque", y por ello participa en una parte del "plan de seguridad" y tiene a mano los teléfonos de sus vecinos: "En las claves yo me llamo 35".

Además, contestó amablemente la encuesta casa por casa que hicieron los vecinos, con preguntas como Ƒcuenta con equipos de radiocomunicación?, Ƒtiene armas?, Ƒestaría dispuesto a usar su automóvil para bloquear las entradas a nuestros edificios?

A la última pregunta respondió que sí, aunque piensa que sería absolutamente inútil, porque por la parte de atrás cualquier persona puede entrar caminando a los edificios.

Rosas tampoco tiene armas en casa. Eso desanimó un poco a la muchacha encuestadora. "Ah, otro que no", le dijo. Muchos de sus vecinos machacan a Rosas todo el tiempo con preguntas que revelan su asombro: "ƑY qué vas a hacer si alguien entra para agredirte? ƑY tu esposa, y tus hijos? ƑY si entran a querer matarte? ƑPor qué no consigues un arma?"

No todos tienen su actitud genuinamente pacífica, vaya. Pero Alfredo Rosas, quien añora volver a su laboratorio, siempre les dice: "Esas preguntas me las contesté cuando tenía 18 años y decidí ser científico".

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