Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 31 de enero de 2003
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Cultura

José Cueli

La guerra, siempre la guerra

Versiones van y vienen en torno del inminente ataque de Estados Unidos contra Irak. Las opiniones se dividen y las personas, en distintas ciudades, salen a las calles para manifestar su rechazo a la guerra.

Los inspectores de la Organización de las Naciones Unidas solicitan más tiempo a Estados Unidos y, a su vez, han pedido mayor cooperación del gobierno iraquí. Los expertos han informado al Consejo de Seguridad que Saddam Hussein todavía no ha aportado pruebas de su desarme.

Por su parte, el ex presidente William Clinton afirmó en la reunión de Davos que ''Bush tiene una actitud errática y que no sabe lo que quiere".

Mientras tanto, en Europa, Alemania y Francia han conseguido que la Unión Europea respalde la postura de continuar las inspecciones.

En otro orden, las repercusiones en el espacio financiero no se han hecho esperar; se reportan fuertes caídas por la zozobra y las dudas sobre el ataque a Irak por Estados Unidos.

Por tanto, en el mundo ocurren manifestaciones en contra de la guerra. Las protestas más numerosas se han realizado en países árabes, como Yemen, con la consigna: ''No a la guerra, sí a la paz". Marchas parecidas se han hecho en Damasco, Beirut y El Cairo, en Berlín y hasta en Nueva York.

El fantasma de la guerra se pasea por el mundo mientras un sector importante la rechaza y apuesta por la vida y por el estado de derecho. Sin embargo, Bush parece no escucharse más que a sí mismo.

Este comienzo de año se nos presenta con matices no sólo preocupantes, sino ominosos. Amanecer del año del siniestro reinado bushiano permeado por las trompetas guerreras del mandamás del imperio y, por añadidura, del mundo. Las ciudades sucumben de horror bajo el amenazante y destructor puñal de la tecnología moderna. Sobre el fantasma de ese cadáver camina el hombre nuevo del siglo y que, al parecer, seguirá caminando sobre alfombras de muertos.

Amanecer del año bushiano entre árboles desnudos y ennegrecidos bajo un sol remoto y exangüe. Amanecer sordo, hermético, agrio, y por los rincones niños hambrientos y moribundos. Vanidad de vanidades, la muerte tiene por patria, sin confines, al universo entero. En cada rincón del mundo se ha vuelto patria común la fosa del cementerio, de la que quiere ser presidente el patriarca llamado George W. Bush. Amanecer oscuro, amanecer siniestro. De nada servirán las marchas de miles de personas en las ciudades pidiendo vivir, tan sólo eso, vivir.

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