Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de febrero de 2003
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Mundo
La obsesión de líderes estadunidenses con Bagdad debilita el frente antiterrorista, expresa

EU, sin pruebas convincentes de que Irak sea una amenaza: Carter

Critica que por los planes de atacar a Saddam Hussein se postergue solución en Medio Oriente

Propone inspección permanente en vez de guerra; "habría apoyo mundial casi unánime", aduce

El ex presidente estadunidense Jimmy Carter, premio Nobel de la Paz 2002, consideró que la "obsesión" de los dirigentes de su país con Irak ha provocado que el frente contra el terrorismo se debilite, al igual que el resto de la política exterior de Washington, que ha dejado en segundo término el conflicto israelí-palestino.

Así, Carter se ha unido a los numerosos personajes que han manifestado públicamente su oposición a una guerra contra Irak encabezada por Estados Unidos.

En su declaración, el ex mandatario expone que su país no sólo no ha sido convincente en su argumentación de que el país petrolero es una amenaza generalizada; además destaca que se ha perdido la cohesión en la lucha internacional contra el terrorismo a medida que se extiende un sentimiento antiestadunidense por el mundo.

Como ejemplo de esto, Carter menciona una reciente encuesta realizada en Europa, en la que 84 por ciento de los consultados opinó que Estados Unidos es el país que representa la mayor amenaza para la paz mundial.

Finalmente, Carter propone una forma de neutralizar definitivamente la posible amenaza iraquí que no traería consigo víctimas ni costos políticos para Estados Unidos y que contaría con el apoyo unánime de la comunidad internacional.

Por ser de interés general, a continuación se reproduce íntegra la declaración del ex presidente estadunidense, titulada Una opción a la guerra.

El texto de Jimmy Carter

A pesar del despliegue de sus poderosas fuerzas armadas en el golfo Pérsico y de una virtual declaración de guerra en el mensaje sobre el estado de la Unión, nuestro gobierno no ha logrado justificar un ataque militar preventivo contra Irak; ni en casa ni en Europa.

Los recientes ataques insultantes contra la política estadunidense que han hecho hombres famosos y respetados como Nelson Mandela y John Le Carré, aunque excesivos, se ven reflejados en una reciente encuesta vía Internet realizada por la edición europea de la revista Time. La pregunta fue: "¿Qué país representa la mayor amenaza a la paz mundial en 2003?" Varios miles participaron en la encuesta y las respuestas fueron: Corea del Norte, 7 por ciento; Irak, 8 por ciento; Estados Unidos, 84 por ciento. Esta es una burda distorsión del carácter de nuestra nación, y Estados Unidos no es favorable a permitir que voces extranjeras respondan a la pregunta que el presidente George W. Bush está haciendo al mundo, pero resulta aleccionador darse cuenta cuántas dudas y consternación han surgido en torno a nuestros motivos para ir a la guerra, ante la ausencia de pruebas convincentes de que Irak es una amenaza genuina.

El mundo estará a la espera de que el miércoles Colin Powell, secretario de Estado, presente evidencia específica de que Irak posee armas de destrucción masiva. Dado que él es reconocido como una voz de la moderación, su mensaje jugará un enorme papel en la formación de la opinión pública. Pero aun cuando su esfuerzo sea exitoso y logre exponer las mentiras y triquiñuelas de Saddam Hussein, esto no será indicativo de que existe, por parte de Irak, una amenaza real y cercana para Estados Unidos y para nuestros aliados.

En momentos en que existe una imponente fuerza militar desplegada en su contra, y bajo el intenso monitoreo de la vigilancia espacial y del equipo de inspectores de la Organización de Naciones Unidas (ONU), cualquier movimiento beligrante de Saddam Hussein contra un vecino sería suicida. Cualquier intento de producir o desplegar armas químicas o biológicas, o de hacer el mínimo movimiento hacia un explosivo nuclear sería inconcebible. Si Irak, en efecto, posee esas armas, lo que es muy probable, Saddam Hussein las usaría sólo en las circunstancias más extremas; ante una invasión a Irak, cuando toda esperanza de evitar la destrucción de su régimen se haya perdido.

En Washington ya no se hace mención alguna de Osama Bin Laden, y el grueso de las declaraciones públicas acerca de su red terrorista internacional se limita, en su mayor parte, a aseveraciones no comprobadas sobre sus vínculos con Irak. El compromiso mundial de hacer prioritaria la lucha contra el terrorismo que se generó después del 11 de septiembre se ha debilitado a medida que Irak se ha convertido en la obsesión primordial de líderes políticos y del público en general.

Además de la necesidad de dar nuevo ímpetu al esfuerzo global conjunto contra el terrorismo internacional, existen otros problemas mayores que están quedando en suspenso, mientras la política exterior de nuestra nación se concentra en justificar sus planeados ataques contra Irak. Acabamos de posponer, una vez más, la promulgación del largamente esperado "mapa de ruta" que Estados Unidos y otros líderes internacionales han redactado para resolver el conflicto israelí-palestino. Esto es un cáncer que va creciendo y la raíz de mucho del sentimiento antiestadunidense que se ha extendido a través del mundo. Al mismo tiempo, observaciones satelitales de Corea del Norte han indicado que tanques de combustible nuclear, que habían sido congelados en 1994 durante una verificación internacional, están siendo trasladados de un sitio en Yongbyon hacia un destino no revelado, posiblemente para ser reprocesados para fabricar explosivos. Es imperativo que esta amenaza a la estabilidad de Asia se enfrente con diplomacia agresiva.

Dado que es obvio que Saddam Hussein tiene la capacidad y el deseo de construir un arsenal de armas prohibidas, y que probablemente tiene algunas escondidas en su país, ¿qué puede hacerse para evitar que se surja una verdadera amenaza iraquí? La respuesta más obvia es un equipo de inspección continuo y agrandado, que se despliegue como una entidad permanente hasta que Estados Unidos y otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU determinen que su presencia ya no es necesaria. Durante los ocho años que siguieron a la Guerra del Golfo y hasta que se retiró hace cuatro años, la Comisión Especial de Naciones Unidas (Unscom) demostró ser muy efectiva en la localización y destrucción del formidable arsenal iraquí, que incluía más de 900 misiles y armas químicas y biológicas que quedaron de su anterior guerra contra Irán.

Aunque Irak se mostrara ahora en total obediencia, sería necesario un monitoreo de seguimiento. El costo de un equipo de inspección permanente sería minúsculo comparado con la guerra. Saddam no tendría más opción que ceder, los resultados serían seguros, se evitarían víctimas militares y civiles, habría un apoyo mundial casi unánime y Estados Unidos podría recuperar su liderazgo en el combate a la amenaza real de terrorismo internacional.

 

Declaración difundida a los me-dios por el Centro Carter el 31 de enero de 2003.

Traducción: Gabriela Fonseca

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