La obsesión de líderes
estadunidenses con Bagdad debilita el frente antiterrorista, expresa
EU, sin pruebas convincentes de que Irak sea una amenaza:
Carter
Critica que por los planes de atacar a Saddam Hussein
se postergue solución en Medio Oriente
Propone inspección permanente en vez de guerra;
"habría apoyo mundial casi unánime", aduce
El ex presidente estadunidense Jimmy Carter, premio Nobel
de la Paz 2002, consideró que la "obsesión" de los dirigentes
de su país con Irak ha provocado que el frente contra el terrorismo
se debilite, al igual que el resto de la política exterior de Washington,
que ha dejado en segundo término el conflicto israelí-palestino.
Así, Carter se ha unido a los numerosos personajes
que han manifestado públicamente su oposición a una guerra
contra Irak encabezada por Estados Unidos.
En su declaración, el ex mandatario expone que
su país no sólo no ha sido convincente en su argumentación
de que el país petrolero es una amenaza generalizada; además
destaca que se ha perdido la cohesión en la lucha internacional
contra el terrorismo a medida que se extiende un sentimiento antiestadunidense
por el mundo.
Como ejemplo de esto, Carter menciona una reciente encuesta
realizada en Europa, en la que 84 por ciento de los consultados opinó
que Estados Unidos es el país que representa la mayor amenaza para
la paz mundial.
Finalmente, Carter propone una forma de neutralizar definitivamente
la posible amenaza iraquí que no traería consigo víctimas
ni costos políticos para Estados Unidos y que contaría con
el apoyo unánime de la comunidad internacional.
Por ser de interés general, a continuación
se reproduce íntegra la declaración del ex presidente estadunidense,
titulada Una opción a la guerra.
El texto de Jimmy Carter
A pesar del despliegue de sus poderosas fuerzas armadas
en el golfo Pérsico y de una virtual declaración de guerra
en el mensaje sobre el estado de la Unión, nuestro gobierno no ha
logrado justificar un ataque militar preventivo contra Irak; ni en casa
ni en Europa.
Los
recientes ataques insultantes contra la política estadunidense que
han hecho hombres famosos y respetados como Nelson Mandela y John Le Carré,
aunque excesivos, se ven reflejados en una reciente encuesta vía
Internet realizada por la edición europea de la revista Time.
La pregunta fue: "¿Qué país representa la mayor amenaza
a la paz mundial en 2003?" Varios miles participaron en la encuesta y las
respuestas fueron: Corea del Norte, 7 por ciento; Irak, 8 por ciento; Estados
Unidos, 84 por ciento. Esta es una burda distorsión del carácter
de nuestra nación, y Estados Unidos no es favorable a permitir que
voces extranjeras respondan a la pregunta que el presidente George W. Bush
está haciendo al mundo, pero resulta aleccionador darse cuenta cuántas
dudas y consternación han surgido en torno a nuestros motivos para
ir a la guerra, ante la ausencia de pruebas convincentes de que Irak es
una amenaza genuina.
El mundo estará a la espera de que el miércoles
Colin Powell, secretario de Estado, presente evidencia específica
de que Irak posee armas de destrucción masiva. Dado que él
es reconocido como una voz de la moderación, su mensaje jugará
un enorme papel en la formación de la opinión pública.
Pero aun cuando su esfuerzo sea exitoso y logre exponer las mentiras y
triquiñuelas de Saddam Hussein, esto no será indicativo de
que existe, por parte de Irak, una amenaza real y cercana para Estados
Unidos y para nuestros aliados.
En momentos en que existe una imponente fuerza militar
desplegada en su contra, y bajo el intenso monitoreo de la vigilancia espacial
y del equipo de inspectores de la Organización de Naciones Unidas
(ONU), cualquier movimiento beligrante de Saddam Hussein contra un vecino
sería suicida. Cualquier intento de producir o desplegar armas químicas
o biológicas, o de hacer el mínimo movimiento hacia un explosivo
nuclear sería inconcebible. Si Irak, en efecto, posee esas armas,
lo que es muy probable, Saddam Hussein las usaría sólo en
las circunstancias más extremas; ante una invasión a Irak,
cuando toda esperanza de evitar la destrucción de su régimen
se haya perdido.
En Washington ya no se hace mención alguna de Osama
Bin Laden, y el grueso de las declaraciones públicas acerca de su
red terrorista internacional se limita, en su mayor parte, a aseveraciones
no comprobadas sobre sus vínculos con Irak. El compromiso mundial
de hacer prioritaria la lucha contra el terrorismo que se generó
después del 11 de septiembre se ha debilitado a medida que Irak
se ha convertido en la obsesión primordial de líderes políticos
y del público en general.
Además de la necesidad de dar nuevo ímpetu
al esfuerzo global conjunto contra el terrorismo internacional, existen
otros problemas mayores que están quedando en suspenso, mientras
la política exterior de nuestra nación se concentra en justificar
sus planeados ataques contra Irak. Acabamos de posponer, una vez más,
la promulgación del largamente esperado "mapa de ruta" que Estados
Unidos y otros líderes internacionales han redactado para resolver
el conflicto israelí-palestino. Esto es un cáncer que va
creciendo y la raíz de mucho del sentimiento antiestadunidense que
se ha extendido a través del mundo. Al mismo tiempo, observaciones
satelitales de Corea del Norte han indicado que tanques de combustible
nuclear, que habían sido congelados en 1994 durante una verificación
internacional, están siendo trasladados de un sitio en Yongbyon
hacia un destino no revelado, posiblemente para ser reprocesados para fabricar
explosivos. Es imperativo que esta amenaza a la estabilidad de Asia se
enfrente con diplomacia agresiva.
Dado que es obvio que Saddam Hussein tiene la capacidad
y el deseo de construir un arsenal de armas prohibidas, y que probablemente
tiene algunas escondidas en su país, ¿qué puede hacerse
para evitar que se surja una verdadera amenaza iraquí? La respuesta
más obvia es un equipo de inspección continuo y agrandado,
que se despliegue como una entidad permanente hasta que Estados Unidos
y otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU determinen que su presencia
ya no es necesaria. Durante los ocho años que siguieron a la Guerra
del Golfo y hasta que se retiró hace cuatro años, la Comisión
Especial de Naciones Unidas (Unscom) demostró ser muy efectiva en
la localización y destrucción del formidable arsenal iraquí,
que incluía más de 900 misiles y armas químicas y
biológicas que quedaron de su anterior guerra contra Irán.
Aunque Irak se mostrara ahora en total obediencia, sería
necesario un monitoreo de seguimiento. El costo de un equipo de inspección
permanente sería minúsculo comparado con la guerra. Saddam
no tendría más opción que ceder, los resultados serían
seguros, se evitarían víctimas militares y civiles, habría
un apoyo mundial casi unánime y Estados Unidos podría recuperar
su liderazgo en el combate a la amenaza real de terrorismo internacional.
Declaración difundida a los me-dios por el Centro
Carter el 31 de enero de 2003.
Traducción: Gabriela Fonseca