Lapidarium, collage de textos breves
que se inscriben en la poética del fragmento
Un espectador profesional de la vida
PABLO ESPINOSA
En septiembre pasado, Ryszard Kapuscinski concedió
una amplia entrevista a La Jornada. Entre otros bienes obsequió
lo siguiente: "Me atan muchos sentimientos a México, porque viví
aquí cuatro años. Llegué en 1968 y viajé por
muchas partes del país y luego de ese tiempo que viví aquí,
hasta 1972, he regresado muchas veces. Es uno de los países más
queridos para mí y que mejor conozco. México no me resulta
un país abstracto. He escrito sobre él muchas veces. En mi
Guerra del futbol, en mi Lapidarium. Me siento muy ciudadano
de México. Y esta es mi declaración de amor que quiero decir".
Esa
entrevista ocurrió en ocasión de que Los cínicos
no sirven para este oficio era una novedad bibliográfica en
México. En el transcurso del tiempo, sus palabras, junto a la poesía
de Robert Zimmerman, flotan en el viento con la contundencia de una verdad
irremediable: "Una mala persona nunca puede ser un buen periodista".
Esos pensamientos, expresados en septiembre en entrevista,
son las semillas de una serie de volúmenes titulada Lapidarium.
Difieren del género del diario en vertientes varias y contiene vasos
comunicantes con ejemplos altos como las reflexiones filosóficas
de Mircea Eliade en su Diario, registro cotidiano como lo hace José
Saramago en sus Cuadernos de Lanzarotte, pero siempre inmerso en
una poética suprema, la del espectador profesional de la vida: el
periodista.
Desde hace un par de décadas la producción
literaria de Ryszard Kapuscinski -en prosa, su poesía es un capítulo
aparte, según advierten sus editores de Anagrama- discurre por dos
cauces independientes: paralelamente a obras monolíticas -como El
Imperio o Ebano-, a partir de 1990 se han ido publicando en
su Polonia natal sucesivas entregas de Lapidarium. De hecho, en
noviembre de 2002 se publicó el quinto volumen en Polonia.
Explican los editores la causa de la inversión
númerica para su publicación en México: "Se trata
de libros que, de existir tal categoría en las teorías de
la literatura, se inscribirían en la corriente que se podría
definir como la 'poética del fragmento' y cuya publicación
hemos empezado por el cuarto tomo, por deseo del autor".
En los lapidaria, concebidos como un collage de
textos breves (algunos de un par de líneas apenas) cuya lectura
se puede empezar, interrumpir y retomar por cualquier página, Kapuscinski
despliega un amplio abanico de formas y recursos narrativos: desde descripciones
de episodios significativos que se le habían quedado en el tintero
(un material precioso rescatado de sus experiencias pasadas) hasta análisis
de las 'cuestiones palpitantes' del mundo contemporáneo, pasando
por citas de autores cuya obra (o una faceta de la misma) le llama la atención,
así como por las impresiones -ante un texto, un cuadro, una escultura
o, simplemente, una conversación, que estos productos del talento,
la sabiduría y el ingenio humanos sugieren a su mirada penetrante.
El texto de Ryszard Kapuscinski que ofrecemos a nuestros
lectores como una primicia es un juego de espejos dentro de la propia estructura
espejeante de sus lapidaria. Inclusive en un fragmento de este texto destella
una reflexión de Kapuscinski a propósito del riesgo que impone
una selección arbitraria de sus propias selecciones, una memoria
de su memoria en el espejo. Una manera de jugar a la Rayuela de
Cortázar deconstruyendo.
¿Encontraría a La Maga?