Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 2 de febrero de 2003
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Cultura
Las dos orillas se presenta en la FIL de la capital cubana

Evocan semejanzas entre La Habana y Veracruz

Ambas plazas están emparentadas por la música, la pelota, los carnavales, Benny Moré y Agustín Lara, refieren

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 1o. de febrero. A finales de 1998, un pequeño círculo de intelectuales cubanos y mexicanos que conversaba en la Casa Benito Juárez de La Habana, arrinconó la tertulia en la notable semejanza entre la capital de Cuba y el puerto de Veracruz.

Las ideas que fluyeron entonces desembocaron aquí este viernes, en una tarde de insólita lluvia de enero, en la presentación del volumen La Habana/Veracruz. Veracruz/La Habana. Las dos orillas, coordinado por los historiadores Bernardo García Díaz, de la Universidad Veracruzana (UV), y Sergio Guerra Vilaboy, de la Universidad de La Habana (UH).

García y Guerra convocaron a 20 autores de una y otra plaza, para reconstruir en esta obra, coeditada por ambas universidades, el andamiaje histórico que permite al viajero común evocar su propio punto de partida, apenas llegando a la otra orilla.

La presentación del volumen de más de 500 páginas fue una de las primeras de la 12 Feria Internacional del Libro de La Habana, que arrancó el jueves en la Fortaleza de la Cabaña, una parte del complejo de fuertes coloniales que domina la entrada de la bahía de la ciudad.

Bernardo García, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la UV, se especializa en temas regionales. Hace cuatro años terminaba de presentar aquí su libro Puerto de Veracruz, cuando al final de los discursos quedó un grupo compacto, en el que también estaban el entonces embajador mexicano Pedro Joaquín Coldwell y el historiador de La Habana, Eusebio Leal.

Dice que, observando fotografías, el grupo disparó en ráfaga aquella conversación hacia imágenes comparadas, como la antigua ubicación del café La Parroquia y algunas esquinas de La Habana Vieja; las noches de sones y danzones en el zócalo jarocho; los dichos, la extroversión y los hábitos cotidianos de los habitantes de las dos ciudades, así como sus pasiones: el baile, el beisbol y el dominó. De ahí surgió la idea de hacer el libro.

''Esta obra ha sido largamente pensada, largamente soñada y acariciada", dice ahora García Díaz, al presentar una historia paralela que es necesariamente incompleta: dos villas fundadas casi al mismo tiempo, al inicio de la conquista, ligadas por el comercio, las rutas de tránsito y las misiones militares; rivales en su propia seguridad; víctimas por igual de corsarios y piratas, que las obligaron a construir murallas y fortalezas; destinos de grandes migraciones de españoles y africanos; urbanizadas bajo el mismo estilo arquitectónico, dominado por un clima y una vegetación semejantes y marcadas por sus haciendas y plantaciones de azúcar, tabaco y café. Víctimas también de intervenciones estadunidenses, ya en el siglo XX, La Habana y Veracruz siguieron emparentadas por la música, la pelota, los carnavales, el tres y la trompeta, Benny Moré y Agustín Lara.

Sergio Guerra Vilaboy, director del Departamento de Historia de la UH y secretario ejecutivo de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, señala que según se iba escribiendo la obra, a decenas de manos, quedaba claro que muchos flancos quedarían pendientes.

''Ya tenemos que hacer el segundo tomo", dice entre bromas el historiador cubano, citando, por ejemplo, que una cronología de las dos ciudades quedó fuera de la edición final. Pero la idea de continuar el trabajo se refuerza con las notas que mandó a la presentación el rector de la UV, Víctor A. Arredondo, y que fueron leídas por el agregado cultural mexicano Rubén Lau.

Arredondo dice que extraña en el libro un ensayo sobre el son y el fandango jarocho, una revisión de la presencia de ambas ciudades en la literatura y un vistazo a La Habana después de la revolución cubana: "¿Qué cambios ha experimentado, qué han sabido conservar, qué han perdido, qué han ganado?"

Eusebio Leal dice en el prólogo: "Esa hospitalidad de puertas y ventanas abiertas a la brisa cálida y húmeda, esa pervivencia de cantos y pregones, hacen meditar en un espacio y tiempo indefinibles, hasta preguntarnos: ¿Dónde estamos, en Veracruz o en La Habana?"

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