Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de febrero de 2003
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José Cueli

El ballet torero de Ponce

Habían pasado casi cinco horas de borrachera taurina y al salir destacaba en el aire como el eco de una música rodeada de solemnidad y torería, el ballet torero que ha impuesto en el toreo Enrique Ponce, excluida la suerte de matar, que no se le da. Bello en realidad fue su quehacer torero en la corrida de aniversario con la plaza llena. Al igual que en corridas anteriores de aniversario, volvió a arrebatar al público con su original toreo levantino -mezcla de sal marinera y caminar de olas en la madrugada-, que afinaban la embestida bobalicona y débil de los toritos que le tocaron en suerte, como casi todos los corridos la tarde de ayer.

Enrique Ponce posee el don más difícil de todo artista. Tiene personalidad y estilo propio. Entre concentrado y distraído en cuanto abre el capote aparece en el vuelo del mariposeo el ballet de su veroniquear matizado de aroma valenciano. El toque quedo de lance persuasivo lleno de matices velados transmisores de emoción. A la densa vida interior del torero corresponde la expresión dolorosa y la parca gravedad de sus ademanes, sentimental elocuencia de su actitud. Todo lo delicado de su arte, logra acentuar el dramatismo del toreo hecho cadencia frente a la muerte, a pesar del poco peligro de los toritos que enfrentó.

Por ello el arte de Enrique Ponce se precisa en el sentimiento y alcanza su plenitud en el espíritu que trasciende sus faenas. Arte expansivo con ribetes de hondura que le permite distanciarse con inalterable buen gusto de lo ostentoso, para alcanzar en los momentos violentos de la lidia la escueta verdad de sus pases naturales de afuera adentro y adentro afuera, dando el medio pecho de frente, en la perpendicular del testuz, sin grandilocuencias y rematados con los de pecho ligados. šQué torero!

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