Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de febrero de 2003
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Cultura

Olga Harmony

Escena y música

En realidad, el ciclo se titula Música y escena, pero mi muy confesada ineptitud para la música me hace tergiversar el nombre, ya que los dos espectáculos que trataré serán vistos desde el teatro, aunque me doy cuenta de lo que la música hace en cuanto a ambientar una escenificación. En ambos casos, la teatralidad permite este enfoque.

La náufraga, de Ana Lara y Lorena Glinz, se presentó un único día en el teatro Helénico con música de la primera y montaje y presentación de la segunda. Alguien me comentó que la parte musical es inferior al desempeño de Glinz que, me parece, ya lo he escrito antes y lo repito, es una bailarina, cantante y actriz que deberíamos ver con mayor frecuencia en diferentes espectáculos por sus indudables dotes y su gran presencia escénica. En la escenografía de Saúl Villa, que reproduce estilizada un mundo marino, con el telón de fondo con peces y asientos y atriles de los músicos (Emiliano Gavito, en la flauta; Mónica del Aguila, chelista, y Luis Miguel Costero, en las percusiones) revestidos de concha, un islote con palmera a un lado, la náufraga se encuentra en una especie de balsa, también muy estilizada. Al principio, quizá demasiado largo, cuelga del mástil sin movimiento, sólo hay música. Después se recupera, emite diferentes sonidos, entre canto y queja, canto y risa, mientras se va irguiendo.

Sale de su estupor cuando ve la isla, llega a ella, baila con sabrosura de vedete lo que toca un radio olvidado y, cuando ve que sólo hay botellas con mensajes de otros náufragos, se decide a mover la balsa. Esto es el exterior de la pequeña historia, que guarda una historia interna o, si se quiere, un subtexto. Este trataría del viaje de una vida, sus momentos de exasperación, pasmo, alegría y desencanto antes de retomar con mayor brío la iniciativa para salvarse, es decir, vivirla.

Las niñas de la guerra, de Berta Hiriart, con música para arpa de varios autores (Marcel Grandjany, Bernard Andres, Susan Macdonald y Linda Wood, así como un anónimo) es todavía más teatral. Con escenografía de Guadalupe Sánchez, consistente en tendederos que se transforman en otros espacios, la actriz Aracelia Guerrero encarna a una niña del pueblo Nopasanada y, mediante la ropa del tendedero y con diferentes tonos de voz, a otros pobladores. Las niñas de la guerra son dos refugiadas de un pueblo vecino en guerra, encarnadas por las arpistas Mercedes Gómez y Janet Paulus, quienes además de tocar las diferentes piezas actúan con singular gracia y desparpajo.

El hecho de que se trate de una obra para todo público mayor de cuatro años, indica la intencionalidad de la autora -subrayada por la elección de la música mayormente infantil- de dirigir un discurso pacifista, antidiscriminatorio y de muchas maneras libertario, a los niños, al tiempo de que empiecen el disfrute de la música de cámara. De soslayo, les dice también que el arte se contrapone a toda estrechez de vida y de ideas. Es una buena combinación. Pero, además, el buen desempeño de las tres intérpretes, la inteligencia del trazo de la propia autora, quien dirige, lo hacen propicio para los mayores. La utilización de las ropas del tendedero pronto cede a las entonaciones y gestos de la actriz, y por momentos estamos viendo en escena a la mamá, a la abuela, al tontaina de Abundio, al gruñón viejo Hilario y a la vecina chismosa y llena de prejuicios. Son personajes muy identificables y por tanto hacen reír en sus intervenciones.

El ciclo en el Helénico tuvo otros espectáculos -Pies, para qué los quiero, de Alejandra Hernández y Tambuco en escena, dirigida por Ricardo Gallardo- que no logré ver. Y las aquí reseñadas tuvieron, Las niñas de la guerra, dos funciones, y La náufraga, sólo una. Ojalá se repitan en otro lugar o en otro momento.

No quiero terminar sin compartir una invitación con el posible lector. La Editorial El Milagro cumple un aniversario más de su espléndida tarea y lo cumple el día 14 de febrero con la escenificación de Belice, de David Olguín, de la que ya escribí en su momento. Ese día no habrá pases de cortesía y lo recaudado será para la editorial, que regalará un ejemplar del libro con el texto de Olguín a cada asistente. Obra y editorial son de gran importancia en nuestro teatro y todos esperamos la abundancia de público que merecen.

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