Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de febrero de 2003
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Política

Néstor de Buen

La violencia como respuesta

Algo tendra que ver con la violencia dominante en nuestro país la acción militar que el señor Bush intenta en contra de Irak, ahora fundada en unas pruebas, nada convincentes, presentadas por el secretario Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU. O se trata solamente de la única reacción posible que tienen a su alcance quienes carecen de todo, menos, así parece, de decisión.

La violencia empieza a ser la respuesta común, como una forma de manifestación de la inconformidad. Quizá el origen inmediato está en Atenco, con los machetes desenvainados y las manifestaciones callejeras cada vez más rotundas. Los pleitos de enorme fuerza en ciertos municipios del estado de México son también buena prueba de ello. Pero ahora se ha conjuntado todo: la protesta campesina iniciada con aquella ocupación de la autopista a Cuernavaca; la presencia de los campesinos -a caballo inclusive- en la Cámara de Diputados; los problemas de informales en Veracruz; los críticos de las corridas de toros que marcharon contra el tránsito por Insurgentes para llegar a la Plaza México, generando un conflicto más o menos notable; los ocupantes del Angel de la Independencia reprimidos por la policía con una ensalada de golpes y patadas, y los transportistas en Chiapas, provocadores de abundantes lesiones y destrucción de vehículos, todo ello sin olvidar los conflictos con los comerciantes ambulantes, que vienen siendo noticia diaria, y las protestas encendidas de los perredistas que se sienten discriminados en la preparación de las candidaturas para delegados.

Los mismos dirigentes de los partidos: Roberto Madrazo y Luis Felipe Bravo Mena, se dicen también sus linduras, como reacción frente a las críticas del PRI, más que justificadas, a la inestabilidad declarativa del presidente Fox, en un primer discurso avalista de la tesis de que el campo ha crecido más que la economía, y reconocedor, 24 horas después, de que está en crisis.

Esa violencia expresa, sin la menor duda, la total desconfianza en los órganos de justicia, como en mi concepto se les denomina indebidamente. La justicia, no lo digo yo sino que lo dijo Gustavo Radbruch, es responsabilidad del legislador, la cual se cumple cuando dicta normas generales que no hacen distingos entre los destinatarios. Es, en consecuencia, igualdad de trato. Los jueces deben aplicar la ley y eso cumple el requisito de juridicidad. Pero se tiene la sensación más que justificada, de que esa juricidad: aplicación simple y sencilla de la ley, no se produce.

Es evidente que nuestra gente, sobre todo la más humilde -que sufre las consecuencias de una economía desarrollista de corte neoliberal, capaz de provocar cifras de desempleo superiores a 50 por ciento de la población económicamente activa (PEA)-, ya no cree en los jueces. Por supuesto que no son los únicos. Pero además nuestros procedimientos jurisdiccionales aspiran, y a veces logran, la eternidad. Por ahí se dice que si la justicia (de nuevo la denominación inadecuada) no es rápida, no es justicia. Es el caso, por ejemplo, de los pilotos de Aviacsa, quienes hace un año (poco más o menos) ganaron un recuento para obtener la titularidad de un contrato colectivo de trabajo que indebidamente detenta un sindicato propicio a la empresa. La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje aún no resuelve el asunto.

A los abogados, los clientes suelen preguntarles respecto de la posible duración de sus juicios. Mi respuesta, que ya me cae mal, es la misma: no le pregunten a un abogado sobre los plazos. Lo único que van a conseguir es vivir en la angustia y, en el fondo, entrar en una desconfianza notable respecto de la eficacia de los servicios de sus asesores.

Hasta hace algunos años, en los juicios laborales, entre la presentación de la demanda y la celebración de la primera audiencia no transcurría, en el peor de los casos, más de un mes. Ahora las audiencias se señalan para muchos meses después. Es cierto que las juntas de Conciliación y Arbitraje ya no son suficientes en su número (dejando a un ladito la crítica indispensable sobre su corporativa existencia), pero habría que destinar mayores recursos para remediar esos males de tardanza.

Empieza a ser la violencia la respuesta casi lógica. Lo malo es que lo que así empieza puede acabar peor o mucho peor. Más vale que lo tengamos en cuenta.

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