Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 11 de febrero de 2003
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Política

José Blanco

Dogmas inanes

Las mesas que dan inicio a su debate sobre el campo pasado mañana podrían encontrar útiles los siguientes argumentos.

La insatisfacción social en el mundo, con esta globalización, es creciente y ello mismo tarde o temprano la hará inviable. En múltiples aspectos otra globalización es necesaria. No me extenderé hoy en su capítulo político, pero es claro que un mundo "gobernado" por un poder imperial dispuesto a imponerse por la fuerza bruta de las armas es una globalización inaceptable para la inmensa mayor parte de los hombres y mujeres de este planeta.

La globalización económica ha ido produciendo oportunidades de desarrollo en múltiples áreas de diversos países, pero también ha ido de la mano de una polarización socioeconómica del mundo cada vez más aguda, y de tragedias económicas y sociales que, como la de Argentina, pueden repetirse en otras áreas del mundo subdesarrollado.

Esta tragedia fue un perverso experimento realizado por Washington, el Banco Mundial (BM) y el FMI, aceptado por una clase política corrupta que creyó, como con dudas crecientes aún lo creen Washington, el BM y el FMI, que apertura comercial y financiera, y desregulación y privatización darían, como mágico resultado, el despegue automático hacia el desarrollo. Un simplismo que lleva a ponerse la soga al cuello.

La forma de integración de México a la economía mundial, vía el TLCAN, ha tenido numerosos impactos positivos en la economía. Pero el balance no puede detenerse ahí. El crecimiento de la producción manufacturera por la vía de las maquiladoras ha mostrado ser un bandoneón que crece y se encoge velozmente con el tango incierto de la economía estadunidense. Por hoy Estados Unidos ha entrado en una rápida recesión de muy dudoso futuro. Paul Krugman, por ejemplo, ve ahí síntomas similares a los de la economía japonesa, con más de una década paralizada. A la velocidad con la que se retrajo la actividad estadunidense, ahí donde había febril actividad maquiladora en México ahora aparece un páramo económico, un erial sin cultivo ni trabajo. Este modo de crear empleo está, sin más, errado, aunque pueda ser una línea complementaria en algunas coyunturas. El crecimiento industrial auténtico, impulsado por el Estado, es indispensable.

En un número importante de productos agrícolas, el TLCAN ha sido favorable. No lo es en granos básicos y otros productos del campo. Revisemos y corrijamos, incluida la protección arancelaria y no arancelaria necesaria. Ya lo hicimos con la fructosa importada de Estados Unidos. Resulta extraño que aun militantes de la causa campesina vean como un error la propuesta de revisar el tratado ahí donde lo requiramos, durante un tiempo prudencial y necesario.

Aun para Washington, el BM y el FMI, hoy existen dudas sobre la relación entre apertura comercial y financiera, y desarrollo. China e India, los dos milagros de crecimiento económico de los pasados 20 años y paradigmas de lo que el BM llama globalizadores, realizaron sus principales reformas comerciales unos 10 años después de iniciado el crecimiento interno.

De otra parte, sus restricciones al comercio exterior, ahí donde lo estiman necesario, siguen firmes, sin echarse a temblar frente a esa tríada que empieza a dudar de sus dogmas básicos, a la luz de lo que ocurre con el vasto mundo de las economías subdesarrolladas.

El afamado economista de Harvard Dani Rodrik nos recuerda: "China aceleró su crecimiento a fines de los años 70, al implantar el sistema de responsabilidad familiar en la agricultura y de un precio fijo para la producción mínima y otro unitario para el excedente (two-tier pricing). El gobierno chino no se embarcó en una liberalización intensa de las importaciones hasta mucho después (segunda mitad de la década de los 80 y la siguiente). En cuanto a India, acrecentó considerablemente su índice de crecimiento (3 por ciento) a comienzos de los años 80, pero sólo emprendió su reforma comercial en serio en 1991-1993".

En otras palabras, conceptualmente primero el crecimiento, después la apertura. La apertura comercial y financiera, por ella misma, no lleva porque sí al desarrollo. Crecimiento y apertura, en una estrategia combinada donde el primer término manda.

India y China son naciones globalizadoras, de acuerdo con el BM, porque incrementaron su comercio exterior en forma sustancial. Pero su experiencia (y la de Corea del Sur, Taiwán, Vietnam y otros países) muestra que la liberalización profunda del comercio no lleva necesariamente al crecimiento. La libre entrada de productos provenientes de una economía desarrollada y de alta productividad evidentemente no tiene por qué crear en la economía local productores y empresarios agrícolas e industriales altamente eficientes. Crearlos es resultado de un universo complejo de decisiones y políticas públicas: educación, infraestructura, capacitación tecnológica, articulación de cadenas productivas, crédito bancario adecuado y mucho más. Ya ningún dogma puede ser aceptable.

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