Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 11 de febrero de 2003
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Política

René Drucker Colín

El PRD

Cuando se fundó el PRD, hacia finales de la década de los 80, muchos fuimos miembros fundadores, pero igual muchos otros no fundadores se sintieron también entusiastamente identificados con el partido. Al principio eso fue el gran logro del PRD: aglutinar a su alrededor a muchos, yo diría a muchísimos que queríamos, y desde luego aún queremos, lograr un México más independiente, con un gran destino de soberanía y, sobre todo, un México con gran fuerza moral.

El PRD se vislumbró como el partido de la esperanza, de un futuro viable y, desde luego, con una carga mucho menos onerosa para las grandes mayorías que hoy día no ven más que la desesperanza. En aquellos tiempos, muchos, junto con los intelectuales, la colectividad pensante, con su gran capacidad analítica, formativa de recursos humanos de alto nivel y los productores de parte importante de la cultura mexicana en su más amplio sentido, sentían al PRD como la respuesta a los anhelos largamente acariciados de una sociedad más justa y de un proyecto de nación que corrigiera los excesos y desvíos del partido que en el poder excedió su tiempo. En su momento el PRD tuvo la gran oportunidad de aprovechar la cercanía de hombres y mujeres de las ciencias sociales, de las humanidades, de las artes, las letras y de la ciencia, que hubieran podido construir un proyecto de nación que al término modificara la terrible ineptitud y corrupción que sufrimos los mexicanos durante tantos años.

Desafortunadamente al devenir de los años se envolvió en una "retórica sin consecuencias", para parafrasear a Carlos Monsiváis, que lo ha acercado más a ser un partido de corte priísta, que logró alejar sistemáticamente al gremio de académicos e intelectuales que le hubieran podido servir para desarrollar un partido diferente, con sentido social, y construir con esfuerzo e inteligencia al México que todos queremos y deseamos para nuestros hijos. Un país con estrategias de desarrollo que permitieran reducir las enormes inequidades sociales y no aumentarlas, como está ocurriendo paulatinamente desde hace ya varios años.

Más allá de la utopía de que la cultura en su más amplio sentido vaya a resolver todos y cada uno de nuestros problemas nacionales, hay claras evidencias de que la utilización sistemática de los insumos del conocimiento y fuerza laboral educada, capacitada y entrenada, ha permitido hacer crecer a los países más rápidamente y con mayores ganancias.

Da tristeza ver -por lo menos a mí me da- cómo el PRD fue construyéndose a base de incluir a los inincluibles, aceptar a los inaceptables, además de a buen número de oportunistas, lo cual ha terminado por gestar eternas disputas entre varias corrientes, cuyos fines son exclusivamente obtener beneficios personales o de grupo, más que generar el colectivo proyecto de nación que lo distinguiera de los otros partidos. Lo peor es que esto continúa gestándose.

No quiero de ninguna manera demeritar el gran esfuerzo y la lucha constante de algunos perredistas, cuya presencia logró, gracias a su tenacidad, democratizar a este país. Sin embargo, en paralelo, me hubiera gustado ver un esfuerzo serio por tener un proyecto de nación que fundamentara las estrategias para lograr los cambios que México necesita.

Yo me quisiera sumar a la idea de que el PRD logrará retomar el proyecto original, de la búsqueda de las ideas, de la construcción del espíritu de nación con la elaboración de un concepto nacional de defensa de la soberanía, en lugar de dar espectáculos de defensas de grupos parroquiales, con intereses mezquinos y excluyentes. Esto último fue lo que a final de cuentas permitió la victoria electoral de un partido cuyo representante en la silla presidencial se ha percibido como sumiso hacia el gran vecino, además de enormemente incapaz y bastante más demagógico inclusive que muchos de sus antecesores, y vaya que eso sí no les faltaba.

El PRD tuvo en su tiempo posibilidad de ser el verdadero líder del cambio, de un cambio verdadero, y lo perdió, y en su lugar tenemos esta farsa de cambio que tiene al país sumido en la incertidumbre. Dados los recientes acontecimientos electorales no parece que pueda o quiera corregir su rumbo, quizá sea demasiado tarde. Por otro lado, se entiende que gobernar es muy difícil, pero de tener la oportunidad hay que hacerlo con responsabilidad y esto significa decidir por el bien colectivo, no de grupo. Para edificar hay que enfrentarse al dilema que genera el principio de más vale "construir lo importante en vez de continuamente atender lo urgente". Desafortunadamente, lo último es puro populismo y ahí es donde el PRD ha sumado aún más pérdidas.

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