Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de febrero de 2003
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Cultura

Vilma Fuentes

De amor y lujo

Hay escrituras que mi memoria reconoce de inmediato, al extremo de poder autentificar el texto o descubrir la imitación, el plagio, el ''pastiche'', por bien hecha que sea la falsificación. No es presunción, cualquier vicioso de la lectura sabe que no es necesario buscar el nombre de ciertos autores para identificarlos en la página abierta al azar de uno de sus libros. Incluso cuando son anónimos como en el caso de Las mil y una noches o La Ilíada, atribuida a Homero. Bastan uno o dos párrafos a un apasionado de Dostoievski, Bulgákov, Defoe, Stevenson, Dumas, Balzac, Nerval, Mallarmé, Proust o Breton para adivinar el placer que prometen las páginas aún desconocidas. Más cercanos a nosotros, Rulfo, Borges y García Márquez, tan imitados, bien o mal, por quienes caen en la trampa de un espejismo inalcanzable: escrituras inimitables porque son únicas. La autenticidad no engaña.

ƑCómo no reconocer enseguida a Salvador Elizondo, Alvaro Mutis o Alejandro Rossi? Abrir una página cualquiera de alguno de ellos es comenzar a saborear. Sensación semejante a la que provoca el olor de un guisado cuando nos hace agua la boca y nos anuncia un nuevo placer, aunque ya probado. Porque si reconozco su estilo, la escritura tan particular, sé que me anuncia un regalo, una sorpresa. Inesperado y que me espera.

Tal es el género de la escritura de María Luisa Mendoza. Forjada en volutas, espirales, giros, piruetas, círculos viciosos de la orfebrería barroca, donde ella va acomodando y dando su lugar a las palabras en un orden de ecos sonoros, sin temor de violar reglas y complementos, volando sobre los verbos, de la mano del Verbo. Las palabras, labradas por la inimitable escritura de La China Mendoza, adquieren relieve, toman cuerpo, pareciera que uno pudiese tocarlas, tan vivas se presentan: cargadas de aromas, sabores, voces, suspiros, latidos... que nos abren las puertas secretas de un mundo más antiguo: lo que fue, lo que no puede cesar de ser.

Escritura que requiere su tiempo para ser leída, exigente, compensa con lujo al lector que se decide a sumergirse en ella. Vaivén, juego, duelo, baile entre la frase provinciana, pueblerina, que rescata ecos ancestrales de la mexicanidad, y un lenguaje sofisticado, urbano, de un español moderno que teje dichos, dictones, refranes y sentencias de la sabiduría popular con la reflexión que inicia el pensamiento humano: el ser ante el tiempo.

Todo esto engarzado alrededor del diálogo incesante entre la abuela y la nieta. Por un lado, una mujer que, nacida en 1917, año de la Revolución rusa, es apodada la Infantita, en honor a las archiduquesas, pero en el más correcto de los españoles. Por otro, Cordelia, una joven de nuestra época, que vive los problemas diarios de una abogada, un matrimonio que no pasa el año de existencia, el amor y la nostalgia contagiada por su abuela. Mediante el deshilado de la trama, De amor y lujo reanima y expone las reminiscencias del México provinciano anterior a la Revolución, los mitos que se siguen creando sobre un mundo desparecido. Entre las luces de los candiles soñados, nunca vistos, que iluminaron los bailes, las cenas, las recepciones legendarios de la Rusia zarista.

De amor y lujo es el título de esta novela de María Luisa Mendoza. Novela ''necesaria'' en el sentido estricto de lo que se opone a lo superfluo o lo gratuito. ƑCuáles son las afinidades electivas que acercan dos sociedades desaparecidas y dos revoluciones alejadas entre ellas en el espacio si no en el tiempo? ƑCuáles son los vasos comunicantes que contradicen el azar sin abolirlo y hacen viajar la savia de un mundo al otro? La respuesta a este enigma la tiene la Infantita, personaje fantástico que nos pasea a lo largo del siglo de un continente a otro.

Cuando digo que De amor y lujo es una novela ''necesaria'', en el sentido filosófico de lo que milagrosamente ''es'', pienso en los largos años que vi a Elena Garro reconstruyendo, hilvanando y deshilvanando su historia de Rusia. Los cientos de páginas deben andar por ahí. Le faltó el tiempo o la Infantita a Elena para seguir la trama y establecer la estructura de su largo relato. María Luisa Mendoza, gracias a un extraño juego de vasos comunicantes, consuma esta búsqueda que nos entrega una misteriosa pléyade de los mitos que forman los sueños.

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