Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 16 de febrero de 2003
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Cultura

Carlos Bonfil

Deseando amar

El estreno comercial tan diferido de la cinta Deseando amar (In the mood for love), de Wong Kar Wai, uno de los cinerrealizadores más destacados de Hong Kong, subraya el desdén incomprensible que la mayoría de distribuidores mexicanos manifiesta por el cine oriental contemporáneo. Resulta extraño que cinematografías como la japonesa y la coreana, o la china, realizada sin la venia de las autoridades, y obras repetidamente premiadas en festivales internacionales, pasen por completo desapercibidas durante años en nuestros circuitos comerciales e incluso en los culturales. ƑCuántas cintas orientales de enorme calidad (Milennium Mambo, del chino Hou Hsiao Hsien; Ebrio de mujeres y pintura, del coreano Im Kwon-taek; Audición, del japonés Takashi Mike) quedan excluidas de muestras, foros y carteleras, sin que el cinéfilo sepa jamás, a ciencia cierta, si es por una eterna imposibilidad de comprar sus derechos o por simple desinterés por parte de quienes podrían promoverlas? Acceder al cine chino o japonés es hacerlo básicamente mediante las embajadas correspondientes, la Cineteca Nacional o la UNAM, y en el caso del primer país esto significa tener derecho al cine oficial más conformista. ƑA algún distribuidor le interesa todavía procurarse dos películas estupendas: ƑQué hora tiene usted allá?, del taiwanés Tsai Ming Liang, o Agua tibia bajo un puente rojo, de Shohei Imamura, ambas del 2001? Se mencionan aquí cintas tal vez muy recientes, pero muchas más, de cinco años atrás, han quedado ya fuera del alcance del espectador mexicano, salvo excepciones notables, exhibidas a cuenta gotas, y a juzgar por la falta de continuidad en el esfuerzo, pareciera que con desgano.

Este preámbulo es para señalar la importancia de tener, al fin, acceso en salas comerciales al cine reciente del honkongués Wong Kar Wai, aun cuando sus primeras cintas ya sólo puedan procurarse en videos o DVD importados (As tears go by; Days of being wild; Chungking Express, Ashes of time, todas de principios de los noventa). El realizador es un caso excepcional, incluso para una cinematografía tan rica como la de las tres chinas reunidas. Maestro de la sensualidad y del análisis en filigrana de las insatisfacciones amorosas, Wong Kar Wai se perfila como un nuevo Max Ophuls (Cartas de una desconocida, Liebelei) de un registro pasional, donde la intensidad radica en lo inexpresado y, de modo particular, en un deseo erótico condenado a frustrar su primer impulso. Quienes hayan disfrutado de la vocación melodramática, los desgarres y azotes pasionales de la pareja homosexual en Happy together, asistirán sorprendidos a un cambio de tonalidad dramática y a una contención narrativa excepcional en Deseando amar (In the mood for love, con ánimo de amar, con ganas de sucumbir al amor, en la mejor disposición para el abandono amoroso). La primera intuición genial del director fue la elección de sus protagonistas, dos figuras capitales del cine chino, Tony Leung y Maggie Cheung, y que ofrecen aquí desempeños memorables; otro acierto fue la música original de Shigeru Umebayashi y Michael Galasso, en la que se intercalan melodías de Nat King Cole en español, escuchadas por el cineasta en su natal Shanghai, y que evocadas aquí en una ciudad de calles semioscuras y muros leprosos, adquieren un magnetismo formidable. Quienes conocen el trabajo de Kar Wai apreciarán también un cambio de tono en la fotografía (antes sólo de Christopher Doyle -nerviosa, innovadora; hoy, en colaboración con Mark Lee Ping-Bing, camarógrafo favorito de Hou Hsiao Hsien, tributaria de un clasicismo impecable)-. Una vez más el director acomete, como primer objetivo, una recreación de atmósferas, y de nuevo la sensualidad es su distinción estilística, desde la manera de narrar -seductoramente, prefiriendo el aplazamiento, la elipsis y el ocultamiento, a la revelación inmediata-, hasta la interpretación de los actores, quienes ensayan lentísimas coreografías de cortejo y abandono sensual.

La anécdota es sencilla: dos parejas comparten un departamento donde rentan cuartos contiguos. Un marido seduce a la mujer de su vecino, quien le corresponde, y la pareja engañada se abandona a su vez, con los reparos del escrúpulo moral, a una pasión amorosa negada a la plenitud. El director deja elegantemente en la sombra a la primera pareja de adúlteros. No hay más argumento. Lo que sigue es una lección magistral de la mirada en el cine y un alarde de sabiduría artística -emplazamientos de la cámara, distancias, ángulos, disimulación, barridos discretos, cálidas combinaciones cromáticas, cambios incesantes en el vestuario femenino-, todo al servicio de una faena seductora. "La cámara intensifica las emociones", señala el director, y en pocas ocasiones el cine chino ha prescindido a tal punto de los meandros y vuelcos imprevistos de una trama, para sujetarse, como lo hace Wong Kar Wai, a una mera lógica y geometría del deseo. Una cinta formidable.

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