Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de febrero de 2003
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Sociedad y Justicia

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

"Unico acto de auténtica libertad insobornable"

Acercamiento más lúcido

Un ensayo provocador

POR SU INTERES, agudeza y elementos de reflexión, transcribo el comentario enviado por el doctor Ramiro Fuentes Col:

"DE ENTRE LA frivolidad que diariamente se publica en la prensa, me llamó la atención su columna Aprendiendo a morir, pues se aleja de la medianía prescindible de cháchara cotidiana, precisamente por el tema tabú que ese espacio aborda: la actitud humana real, terriblemente individual, ante el hecho inevitable de la muerte.

"ESCONDIDA EN DIVERSAS páginas, y con un periodicidad que ojalá fuese menos espaciada, en esa columna se 'atreve' usted a abordar casos de enfermos terminales cuya calidad de vida se ha vuelto una pesada carga para sí mismos y para los seres que los rodean.

"ME PARECE QUE dentro de esta cada vez más extendida cultura de respeto a la muerte voluntaria, por enfermedad incurable o por mera decisión propia, hace falta un acercamiento más lúcido al fenómeno, concretamente del suicida que decide renunciar a unas circunstancias que no eligió, no por causas económicas, amores contrariados o una dosis excesiva de droga.

"EN AMBOS CASOS, enfermedad incurable o libre decisión, la humanidad del siglo xxi debe olvidarse ya de tanto lastre religioso y aprender que, ante lo inevitable, no sirven ni la música rimada por los ángeles ni los vigorosos fuegos infernales, y que poder elegir el momento de la propia muerte es el único acto de verdadera y auténtica libertad insobornable.

"CIERRO ESTE COMENTARIO con la referencia que hizo usted en alguno de sus escritos acerca de que, excepto el budismo, todas las demás religiones deben, en sus procesos de expansión, una cuota numerosa de asesinatos cometidos.

"CREAME QUE LO siento, pero aun las enseñanzas de Sidarta Gautama, primer Buda, quien buscó su propia vía hacia la Iluminación o posesión de la suprema sabiduría 500 años antes de Cristo, fueron impuestas a costa de una inevitable violencia física y moral extremas en varias partes de Asia. Para no ir más lejos, en el Tíbet, país legendario y sede hasta hace pocos años del comercializado Dalai Lama.

"CIRCULA POR AHI un libro titulado el legado o la herencia del Tíbet que no deja lugar a dudas a este respecto. Dicho sea lo anterior para apoyar la idea de que, ante la muerte, lo único que justifica al ser humano no son las promesas religiosas ni la llamada fe del carbonero, sino la propia vida, plena y conscientemente ejercida, cuando se tiene todo lo que se necesita para intentar hacer todo lo que se desea.

"POR ULTIMO, RECOMIENDO el provocador ensayo Manifiesto por una muerte digna, de M. Thévoz y R. Jaccard, quienes observan que escogemos con sumo cuidado nuestros lugares de vacaciones, pero mostramos una negligencia apabullante cuando se trata de abandonar la vida."

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