Demandarán a Herrerías por fraude contra la afición; podría terminar preso

Cornada a Jorge Gutiérrez y una oreja para José María Luévano en la Plaza Muerta

Nauseabundo encierro de Jaral de Peñas Armillita Chico, abominable

LUMBRERA CHICO

Al entrar a matar a su primer "toro" -después de señalar un pinchazo en buen sitio- Jorge Gutiérrez fue víctima de una situación absurda: en el instante de la reunión, la mano derecha del bovino chocó con la pierna izquierda del diestro, por lo que el cuadrúpedo tiró un derrote y el pitón derecho penetró en la ingle izquierda causando una cornada, afortunadamente limpia -que no destruyó nervios ni arterias- con una extensión de 12.5 centímetros en una sola trayectoria.

Gutiérrez salió tambaleándose del encontronazo y mirándose la taleguilla que había sido rota, pero no halló mayores estropicios porque la calzona, prenda que va debajo del traje de luces, envolvió el diamante del cuerno y se hundió en su carne sin desgarrarse. Atónito porque a primera vista no había relación entre el dolor de la herida y la integridad de la tela, el artista de Tula, Hidalgo, fue rodeado por su cuadrilla y transportado en brazos a la enfermería.

De allí, una vez que fue diagnosticado por los médicos, salió con un fuerte vendaje para matar a su segundo enemigo, lo que hizo con más pena que gloria, dada la pésima condición física del animal, para retirarse una vez más después de dar una vuelta al ruedo entre pitos y palmas. Por su parte, con lo mejor del nauseabundo encierro de Jaral de Peñas, que fue manso, débil y sobre todo rastrero porque cada uno de los seis bichos pasó más tiempo echado en la arena que embistiendo como se esperaba, José María Luévano confirmó su absoluta decisión de convertirse en figura de la fiesta brava y su entrega y pundonor, aunados a la buena colocación de la estocada que acabó con el segundo de su lote, le valieron una nutrida petición de oreja que el juez Eduardo Delgado concedió con justa razón.

Entre constantes gritos de protesta contra el ganadero, pero señaladamente contra el empresario -"¡Herrerías, chinga a tu madre todos los días!"-, el décimoctavo festejo de la Estafa Grande 2002-2003 marcó la condenación de Miguel Espinosa Armillita Chico, a quien nadie le perdonó su actitud cobarde y abúlica, así como la presentación y despedida de Octavio Sánchez, un rejoneador sin arte ni parte, que al menos tuvo el don de la brevedad ante un manso perdido de Garfias.

Fue, en opinión de los que saben, la antepenúltima corrida organizada por la empresa Plaza México S.A. Ahora la atención del público se trasladará al terreno de los tribunales, donde el "promotor" Rafael Herrerías y el delegado de la Benito Juárez, José Espina, enfrentarán un proceso judicial por haber cometido un presunto fraude por más de 250 mil pesos en contra de los tenedores de derecho de apartado, que puede conducirlos a la cárcel.

El próximo jueves a las 12 horas, en la propia delegación, habrá una audiencia en que la Comisión Taurina del Distrito Federal, encabezada por Carlos Mendoza, exigirá la cancelación de la licencia de Plaza México S.A. para dar corridas de toros, la suspensión del torero valenciano Enrique Ponce por un año en ese coso, y la consignación de Evamaría Aviña Cerecer, subdirectora de Establecimientos Mercantiles y Espectáculos Públicos de esa demarcación, como presunta cómplice de Herrerías y socios en la estafa presunta cometida contra los tenedores de derecho de apartado, probable evasión de impuestos y los delitos que se desprendan de la averiguación previa que se va a iniciar.

Al mismo tiempo, la semana que hoy empieza se dará a conocer una asociación de tenedores de derecho de apartado que demandarán a Herrerías y Espina por fraude. Si usted quiere incorporarse a esta organización de la sociedad civil y querellarse contra el "empresario" y el delegado, para exigirles que le devuelvan su dinero, escriba al correo electrónico [email protected], donde le orientarán a fin de que sea indemnizado como mandan las leyes del Distrito Federal.